Muchos sueños por cumplir aún en Kosovo tras cinco años de independencia

  • Cinco años después de declarar su independencia de Serbia, Kosovo es un Estado en construcción, con elevadas tasas de pobreza y desempleo, graves problemas de corrupción y un conflicto étnico sin resolver entre la mayoría albanesa y la minoría serbia.

Bekim Greicevci

Pristina, 14 feb.- Cinco años después de declarar su independencia de Serbia, Kosovo es un Estado en construcción, con elevadas tasas de pobreza y desempleo, graves problemas de corrupción y un conflicto étnico sin resolver entre la mayoría albanesa y la minoría serbia.

El 17 de febrero de 2008, cientos de miles de albanokosovares se echaron a las calles con euforia para celebrar que el Parlamento había declarado unilateralmente su independencia de Serbia.

Aquel optimismo y las promesas de los políticos aparecen cinco años más tarde empañados por la acumulación de problemas.

Con un desempleo superior al 40 % y una renta per cápita anual de apenas unos 2.300 dólares por año, la economía de esta exprovincia serbia ha mejorado levemente pero a un ritmo muy lento.

"El Gobierno ha hecho muy poco para acelerar la economía, y la debilidad del sector privado complica aún más las perspectivas económicas", explica a Efe Lumir Abdixhiku, un analista del "think tank" (laboratorio de ideas) Riinvest.

Además, la crisis global ha empeorado una situación en la que la emigración sigue siendo la única opción para muchos kosovares.

Una huida complicada al ser Kosovo el único país de los Balcanes que no ha cerrado un acuerdo de libertad de movimiento sin visados con la Unión Europea (UE).

"Estaba en el paro antes de la independencia y aún estoy buscando un trabajo", resume esta parálisis Agron Kelmendi, un técnico en minas de 41 años de edad, para el que vivir en un Estado soberano "no ha supuesto cambio alguno".

Aunque la soberanía ha recibido el respaldo de Estados Unidos y la mayoría de los socios de la UE, hasta ahora solo 98 de los 193 Estados miembros de la ONU han reconocido la independencia del país.

Varios países importantes como India y España pero sobre todo China y Rusia, con poder de veto en Naciones Unidas, han dejado claro que apoyan a Serbia en rechazar la independencia.

Tener la puerta de Naciones Unidas y de otros organismos cerrada, aunque sí es miembro ya del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), hace de Kosovo sea un Estado a medio hacer.

Ejemplos cotidianos de ello son que Kosovo aún carece de un prefijo telefónico propio y debe usar los de Mónaco, Serbia y Eslovenia, o el veto a sus deportistas para que representen a su país en competiciones internacionales.

La corrupción es otra de las grandes lacras de esta joven nación, con un viceprimer ministro y tres exministros investigados e incluso imputados por casos de abuso en el último año.

Estudios sociológicos reflejan una pronunciada bajada de la satisfacción de los kosovares con sus jóvenes instituciones y que la corrupción es una de las principales preocupaciones de la población.

Pero no sólo los gobernantes locales están mal valorados, ya que la mayoría de los kosovares también está insatisfecha con Eulex, la misión civil de la UE en Kosovo, entre cuyas tareas se cuenta ayudar a combatir la corrupción y el crimen organizado.

A pesar de la inestabilidad política y económica, los cinco años de independencia también han tenido algunos efectos positivos.

La red de carreteras y de escuelas ha mejorado visiblemente y también ha habido aumentos en los sueldos del personal educativo, sanitario y de las pensiones, aunque no han bastado para que dejen de estar por debajo de la media de los países balcánicos.

Pero Kosovo sigue de alguna forma bajo tutela internacional, no sólo de Eulex, sino de la OTAN que garantiza la paz y seguridad, y que la persistente tensión entre albaneses y serbios no vaya a más.

Esos roces son especialmente graves en el norte, donde se concentra la población serbia que sigue fiel a Belgrado y niega a Pristina cualquier legitimidad.

De hecho, la autoridad del Gobierno kosovar es casi inexistente en esta región.

En 2011, el envío de fuerzas policiales para controlar los pasos fronterizos con Serbia degeneró un levantamiento de la población serbia que se saldó con la muerte de un agente.

"No sucederán conflictos a gran escala, pero incluso incidentes pequeños dañan la posición de Kosovo en el escenario internacional", explica el analista Leon Malazogu, del "think tank" D4D en Pristina.

Eso sí, en otras zonas más al sur las comunidades serbias sí están empezando a colaborar con Pristina.

Pero si en las calles la tensión es patente, en los despachos y empresas hay al menos una disposición al diálogo.

Belgrado sigue considerando ilegal la independencia kosovar, pero se ha avenido a negociar con Pristina ciertos aspectos prácticos de la convivencia, bajo presión de Bruselas que condiciona su futuro en la UE a que mejoren esas relaciones.

Las partes han logrado acuerdos en materia de cruce de fronteras y aduanas, aunque el estatuto de los serbios del norte sigue siendo el nudo gordiano del conflicto kosovar.

Por un lado, hay presiones de la comunidad internacional a Pristina para que esta región reciba una amplia autonomía, por otro, se empuja a Belgrado a que asuma que Kosovo, incluyendo su parte norte, es independiente.

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