Un futuro al margen de la Familia Real condicionado por el juez

  • Ramiro Fuente.

Ramiro Fuente.

Madrid, 22 nov.- Conocida durante años como la joven hija del Rey Juan Carlos con un brillante futuro profesional y personal junto a un deportista de éxito, la infanta Cristina afronta ahora una vida al margen de la Familia Real, condicionada por el desenlace de un proceso judicial del que está pendiente toda España.

Diecisiete años después de su boda con Iñaki Urdangarin, entonces una respetada figura del balonmano, su única aparición pública reciente ha sido para comparecer ante un juez, el mismo que había citado a su esposo como imputado en dos ocasiones, y su ausencia de toda actividad oficial desde que estalló el caso Nóos se hizo patente durante la proclamación de su hermano como Rey, Felipe VI.

Era la primavera de 2009 cuando se anunció el traslado del matrimonio Urdangarin-Borbón, con sus cuatro hijos, de Barcelona a Washington, donde el entonces libre de toda sospecha duque de Palma había recibido una propuesta para ejercer el cargo de presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica Latinoamérica.

En aquel momento, eran percibidos por la mayoría como la pareja perfecta, querida e incluso envidiada, que se había visto unida por el deporte en los Juegos Olímpicos de 1996 en Atlanta, donde la hija menor del Rey había conocido a un atractivo jugador de balonmano que conquistó la medalla de bronce con el equipo nacional.

Aficionada a la vela, como su padre y sus hermanos, había competido en los Juegos de Seúl 1988, en cuya inauguración fue la imagen que representó al deporte español como abanderada del equipo olímpico cuatro años antes de que lo hiciera su hermano, don Felipe, en los siguientes Juegos Olímpicos, que culminaron la proyección internacional de Barcelona y España en 1992.

Nacida en Madrid en junio de 1965 y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, fijó aquel decisivo 1992 su residencia en Barcelona, en un principio para un periodo de seis meses, con el fin de participar en la Organización del Campeonato Mundial de Vela Adaptada, aunque esa temporalidad se prolongó diecisiete años.

En 1990 había cursado un máster en Relaciones Internacionales en Nueva York, un año después trabajó en París con una beca de formación en la UNESCO -organización a la que ha seguido vinculada- y en 1993 entró a formar parte de la plantilla de la Fundación la Caixa, donde ha ejercido diversas responsabilidades.

Poco antes de contraer matrimonio en Barcelona con Iñaki Urdangarin, en octubre de 1997, recibió el título de duquesa de Palma de Mallorca, concedido por su padre, el Rey, así como la Medalla de Oro de la ciudad, a la que siguió la Medalla de Oro de Baleares.

No podía pensar entonces que aquella Comunidad iba a convertirse en el epicentro de unos crecientes problemas judiciales, que empezaron a sacudir su vida familiar en 2011, cuando el instructor del caso Nóos citó como imputado a su esposo, y que desembocaron en abril del pasado año en un auto del mismo juez, José Castro, en el que era ella la llamada a comparecer como imputada.

Y todo ello después de ver cómo el Ayuntamiento de la capital balear retiraba el nombre de "Duques de Palma" a una céntrica calle de la ciudad y pedía a Urdangarin que renunciara a utilizar el título.

Hace dos años, la Casa del Rey explicó que el traslado a Washington de 2009 no era ajeno a los consejos del asesor legal externo de esta institución para que Urdangarin se desvinculara definitivamente de unas actividades no apropiadas para un miembro de la Familia Real.

Pocos días antes de su imputación, en diciembre de 2011, don Juan Carlos apartó de toda actividad oficial a su yerno por su conducta no ejemplar y en el mensaje de Navidad de aquel año recordaba que "la justicia es igual para todos", un lema que mencionó también el juez José Castro al argumentar la necesidad de imputar a la infanta Cristina.

El último acto público oficial en el que participó el matrimonio fue la ceremonia de la Fiesta Nacional del 12 de octubre de 2011 y, justo un año más tarde, la Casa del Rey escenificó su nuevo criterio de limitar esta celebración al "núcleo central" de la Familia Real -los Reyes y los Príncipes-, si bien la infanta Elena volvió a asistir en 2013.

Durante este largo vía crucis, la Reina Sofía ha mostrado públicamente un apoyo familiar sin fisuras a su hija y su yerno y también lo ha hecho doña Elena, quien les acompañó en la visita que ambos hicieron al Rey en el hospital en noviembre de 2012, en plena efervescencia del caso Nóos.

Doña Cristina pidió permiso a su padre para que su marido le acompañara en esa visita, que desató interpretaciones erróneas sobre un supuesto cambio en el criterio de la Casa del Rey en relación con Urdangarin, así como numerosos comentarios sobre el detalle de que don Felipe y doña Letizia prefirieran no coincidir con él en ningún momento ante las cámaras.

La tenacidad y la fortaleza de carácter de la infanta también quedó de relieve en los meses siguientes ante innumerables rumores sobre su futuro familiar, mientras doña Cristina y su esposo afrontaban un intenso asedio informativo diario frente al conocido como "palacete" de Pedralbes, en Barcelona, puesto en venta para pagar la fianza impuesta por el juez.

Finalmente, la infanta trasladó en verano su residencia a Ginebra, donde coordina los programas de la Fundación la Caixa con agencias de la ONU, y desde allí se desplazó el pasado 8 de febrero a Palma para acudir ante el juez, una escena que dio la vuelta al mundo y que, pese a la inmensa expectación mediática y social que la rodeó, no le hizo perder la serenidad ni su educada sonrisa.

El auto dictado hoy por el juez Castro, con el que confirma su decisión de llevarla a juicio, enfrenta a doña Cristina a la temida imagen de verse sentada en el banquillo de los acusados y marca el inicio de un camino sin retorno, en el que arrecia el debate sobre si debería renunciar a sus derechos dinásticos.

Ahora, la suerte está echada y la infanta, que durante este calvario ha pasado de hija a hermana del Rey, no puede más que esperar el desenlace de un juicio ante el que su hermano, en el ya histórico discurso de proclamación, subrayó tajante que la Corona debe "velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente".

Mostrar comentarios