Del pasado al futuro a través de una Gran Vía

  • Cuando el rey Alfonso XIII dio el piquetazo inaugural para la construcción de la Gran Vía, poco podía imaginar que su nieto acabaría rememorando ese gesto tal día como hoy, y que para que eso ocurriera tendrían que pasar por la calle más famosa de Madrid una república, una guerra civil, una dictadura y un siglo de historia.
El Rey y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, charlan durante uno de los actos de celebración con los que se va a conmemorar el centenario de la Gran Vía madrileña.
El Rey y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, charlan durante uno de los actos de celebración con los que se va a conmemorar el centenario de la Gran Vía madrileña.
lainformacion.com
Reuters

La Gran Vía de Madrid, de noche. (MEGAFOTO).

Los madrileños y prácticamente todos los forasteros son quienes más han paseado por esta transitadísima calle, que en sus 1.300 metros de longitud atesora algunos de los comercios más ilustres de la capital de España y varios de los edificios más fotografiados por los cientos de miles de turistas que la recorren cada año.

Muchos de estos visitantes llegan siguiendo el rastro de estrellas como Gary Cooper, Orson Welles o el mismísimo "animal más bello del mundo", la sin par Ava Gardner, y su enamorado Frank Sinatra, que allá por los años 50 se dieron con entusiasmo a la bebida en el célebre bar Chicote, situado a escasos cientos de metros de los cines en los que se exhibían sus películas.

Muy cerca de esa misma zona trabajó como reportero otro estadounidense apasionado de los legendarios cócteles servidos por Pedro Chicote desde 1931, Ernest Hemingway, que vivió los bombardeos de las tropas de Francisco Franco en el edificio de la Telefónica, desde el cual enviaba sus despachos durante la Guerra Civil que devastó la ciudad entre 1936 y 1939.

Es posible que el joven Hemingway se sintiera un poco como en casa en aquel edificio, concluido en 1928 y que con sus 89 metros de altura fue el primer rascacielos de la capital de España y el de estampa más inequívocamente americana que ha tenido nunca.

Y es que ese aire de modernidad al estilo de Nueva York o París fue precisamente uno de los principales objetivos del consistorio madrileño cuando en 1910 y tras varios proyectos fallidos aprobó finalmente el plan urbanístico cuyo fin era unir las zonas en desarrollo de la ciudad, lo cual supuso eliminar de un plumazo 48 calles y 350 fincas para poder abrir la Gran Vía.

"Madrid no sería lo que es sin esta calle (..) Hoy sería imposible (..) romper completamente el centro histórico para hacer una vía nueva, por muchos beneficios que alegase", reconoce el alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, en un videorreportaje grabado por el diario El Mundo con motivo del centenario de esta avenida.

Otra constante de la Gran Vía en sus cien años de historia ha sido la conversión de sus aceras en sede de los principales comercios de la capital, en la que cuando se inauguraron las obras no existan los comercios con grandes escaparates que caracterizaban a París, Londres o Berlín.

Algunos de esos primeros inquilinos aún siguen aquí hoy día, como la joyería Grassy o la tienda de artículos de lujo Loewe, en pacífica convivencia con las franquicias multinacionales que caracterizan la globalizada economía del siglo XXI, como la española Zara, la sueca H&M o la estadounidense McDonald's.

El Broadway madrileño

Muchos de esos recién llegados han ocupado el lugar dejado por otros negocios en declive, en especial los cines, que en tiempos fueron la imagen más característica de la calle y que hoy están en franca retirada, frente al avance de los comercios textiles y los teatros patrocinados por grandes compañías que han hecho que a esta calle se la rebautice como el "Broadway madrileño".

"Antes nunca veníamos por Madrid, pero desde que empezó esta moda de los musicales nos dejamos caer por aquí para ver alguno cada tres o cuatro meses", dijo Hilario Benítez, un toledano de 46 años que este 4 de abril hizo uno de los recorridos turísticos especiales habilitados por el ayuntamiento con motivo del centenario de la calle.

Pese a que los cines se baten en retirada, y aunque algún día acabaran desapareciendo todas las salas, la imagen de esta calle ya ha quedado unida para siempre al séptimo arte gracias a escenas como la secuencia de un hombre colgando del neón publicitario más famoso de la Gran Vía, situado en el edificio Capitol y elegido por Alex de la Iglesia para escenificar uno de los pasajes más impactantes de 'El día de la bestia' (1995).

También fue la calle escogida por Alejandro Amenábar para situar algunos de los fotogramas más recordados de "Abre los ojos" (1997), para lo que tuvo que hacer algo que parecía imposible: vaciar una vía que recorren a diario unos 50.000 coches, algo que sólo se atrevió a imaginar sobre el lienzo el pintor Antonio López veinte años antes.

Y por si le faltara algún arte, incluso el de la lidia ha albergado esta calle.

Fue el 23 de enero de 1928, cuando el diestro Diego Mazquiarán, "Fortuna", tuvo que estoquear a un toro que había corneado a varios transeúntes tras escapar de un vehículo que lo llevaba al matadero. Y no debió de hacerlo mal el torero, pues los entusiasmados viandantes pidieron que se premiara su heroísmo con la concesión de una oreja.

El devenir de los tiempos

La hazaña de "Fortuna" sigue siendo una de las más recordadas en la historia de esta calle, en la que la mayor proeza es sin duda su propia construcción, que empezó el 4 de abril de 1910 reinando Alfonso XIII, prosiguió en 1931 tras el advenimiento de la República y no terminaría hasta 1954, en plena dictadura franquista.

A través de todas esas épocas, la calle más transitada de Madrid fue reflejando el devenir de los tiempos, incluso en su propio nombre, pues durante la Guerra Civil pasó a llamarse avenida de la Unión Soviética y en la época de Franco avenida de José Antonio, en recuerdo del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera.

Hoy día, y tras recuperar su nombre de Gran Vía en 1981 - seis años después de morir Franco -, esta arteria esencial capitalina sigue siendo un termómetro fiable de la temperatura artística, social y económica de España, tal como se concibió hace ahora un siglo.

"Es una calle que marca claramente nuestra personalidad. Aquí ha pasado todo en Madrid, y me atrevería a decir que si algo no ha pasado por la Gran Vía es porque todavía no ha terminado de asentarse en la ciudad", dice Gallardón.

Un sentimiento que intenta dejarse reflejado en el monolito que a partir de hoy presidirá el arranque de la Gran Vía a su cruce con la calle de Alcalá, tras su inauguración en un acto presidido por el rey Juan Carlos y que presenciarán, ya sea en persona o por televisión, los nietos de los madrileños que asistieron al comienzo de las obras por parte de su abuelo Alfonso XIII.

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