

Proseguimos la serie que iniciamos el sábado en la que repasamos a los chefs y restaurantes que este año han visto reconocida sus cocinas con estrella Michelin. Esta vez, descubrimos La Bicicleta, un restaurante muy joven, que abrió hace apenas cinco años y que desde entonces ha ido creciendo en su propuesta y en la formulación de sus platos, haciendo una cocina muy redonda.

Hay paisajes de una belleza inigualable y Santander se muestra desnuda. Desde el otro lado de la bahía se observa un0 de los perfiles más bellos de España: sus faros, el Palacio de La Magdalena, el Hotel Real, el Palacio de Festivales y el Centro Botín; se divisan desde el inmenso arenal que forman las playas de Somo y Loredo, en cuya curva se arremolinan los surferos de la provincia para cabalgar las mejores olas de la zona. Unos cientos de metros hacia el interior se encuentra Hoznayo, un pequeño pueblo que lejos de aquellos otros de la región que deslumbran por su encanto y belleza, pasa desapercibido cuando se atraviesa su carretera.

Aquí se encuentra La Bicicleta, una casa de comidas que nació hace seis años, por el empuje y la pasión de sus dos jóvenes dueños. Cristina Cruz y Eduardo Quintana viajaron por el mundo y contrastaron lo mejor de cada cocina y de cada cultura, pero en su interior subyacía la cocina que probaron en casa desde pequeños, de los productos que desde siempre habían conformado la cocina de sus mayores, el recetario cántabro y el vasco. El escenario debía mostrar la esencia de su propuesta, para ello rehabilitaron una vieja casona del siglo XVIII para convertirla en un comedor donde probar sus mejores platos.

Desde sus inicios, su cocina ha ido evolucionando desde una propuesta más sencilla, más de gastro bar, hasta una fórmula más seria y formal, mas redonda y con más hechuras en la que la apuesta por el mejor producto de temporada marca la línea editorial de la casa. Una cocina vista, en una isleta central, preside todo el espacio. Un comedor y una barra en la que se puede picar varios de los platos de una carta de producto. El resto de las mesas se visten con mantel, y sirven de soporte para servir cocina de raíz cántabra y vasca. Cristina y Eduardo apoyan a pequeños agricultores y ganaderos que cuidan y miman sus productos, incluso aunque no sean de proximidad.

Por eso, durante esta temporada podemos disfrutar de opciones frescas y ligeras como las anchoas del Cantábrico en pan brioche; el carpaccio de carabineros y oricios con aceituna verde, guacamole y cebolla frita; las setas de verano acompañadas de huevo a baja temperatura y la burrata de queso Idiazábal, entre otros.
En los pescados destacan el rodaballo que elaboran a la plancha con un jugo de sus espinas, la clásica lubina a la sal que preparan con arroz de plancton y berberechos, el bacalao giraldo confitado y la dorada a la brasa con cocochas y pil pil de boletus.
Y entre las opciones de carne destacan los picasuelos de Cantabria, un tipo de gallo rústico que acompañan con royal de foie y chalotas trufadas; un sabroso pichón de Bresse con bizcocho de remolacha y cacao; y el costillar de cerdo a baja temperatura.

Para poner el broche de oro en La Bicicleta preparan una selección de postres artesanales en los que ponen un cuidado especial. Realizadas por el equipo de repostería, se trata de elaboraciones que tienen un peso especial en el restaurante como la leche en texturas, la tarta de queso y frutos rojos o el babá al ron con fresas de Galizano y helado de leche de oveja, entre otras opciones.
Y para probar una síntesis de la nueva propuesta, La Bicicleta ofrece tres menús degustación, (uno corto por 35 euros, uno medio por 45 euros y uno largo por 60 euros, todos sin incluir bebida) en los que se puede disfrutar del viaje sin tener que elegir.
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