"La nieve se hizo cemento": sobrevivió a una avalancha hace 12 años y ahora lo cuenta

    • El superviviente a una de las avalanchas más mortales de la historia de Canadá ha narrado por primera vez su historia. En el accidente murieron siete niños.
    • Doce años después de sobrevivir a una tragedia, Will Johnson ha narrado a un medio canadiense como vivió el accidente que casi acabó con su vida.
Protección Civil de CyL trabaja con la Aemet para evaluar riesgos de aludes en un paraje de Piedrasluengas (Palencia)
Protección Civil de CyL trabaja con la Aemet para evaluar riesgos de aludes en un paraje de Piedrasluengas (Palencia)

Fue uno de las avalanchas más trágicas de la historia de Canadá. Murieron siete personas, todos ellas escolares. Mientras la tragedia llenó telediarios, periódicos y medios, concentrados en el dolor de unos padres que no entendían lo incomprensible, algunos de los protagonistas de la triste historia pasaron despercibidos.

Ahora, un superviviente de la avalancha del Parque Nacional de Glacier, en Columbia Británica, que ocurrió en 2003, ha relatado cómo fue sobrevivir a la traumática experiencia. Hasta ahora, nadie había hablado: los nombres de los que sobrevivieron no se hicieron públicos y ellos no quisieron aparecer antes las cámaras. Pero ahora, Will Johnson, 12 años después del accidente, ha decidido contar qué pasó: quiere romper el silencio.

Tenía 15 años y era un 31 de enero de 2003. Había acudido con 13 de sus compañeros de clase a un aparcamiento en la ciudad de Calgary. Los nervios y la expectación llenaban el aire: tenían por delante una aventura, un viaje de esquí a la naturaleza salvaje de Columbia Británica. Habían estado entrenando todo el año: era el evento más esperado del curso, y la alegría se sentía en el pequeño grupo. El objetivo del viaje, realizado anualmente y bajo la experimentada dirección de un profesor, era educativa: que los alumnos aprendieran "las consecuencias de sus acciones en su relación con el medioambiente".

Bajo la atenta mirada del profesor, Mr. Nick, el grupo llegó a su destino y el maestro comenzó a guiarles por actividades de evaluación de avalanchas: las predicciones apuntaban a una probabilidad moderada. El grupo preparó actividades: cavaron hoyos y cuevas para protegerse, como prácticas. Hicieron señales y practicaron el uso de transistores para enviar mensajes de socorro.

Antes de que pusiera el sol, sobre las 5.30 de la tarde, se dirigieron al que sería su refugio durante la noche. Prepararon la madera para el fuego y la cena. Después de cenar, los profesores les explicaron el plan del día siguiente. Bromearon, llenando de risas la habitación donde dormían todos, "eramos 17 en una habitación", recuerda Johnson para el medio Macleans."Entonces alguien gritó"

Al día siguiente, bajo el cielo gris, salieron de expedición. Su plan, tres horas para llegar a su destino, en un monte nevado. A medio camino, pararon para 'repostar' y comer sus bocadillos. Sobre las 11.45 de la mañana, pararon de nuevo. Se perparaon para cruzar su segundo tramo, y los alumnos comenzaron a avanzar como les habían enseñado: en parejas y poco a poco, para evitar avalanchas. "Hacía el suficiente calor como para que no llevara puesto mi gorro. Mi chaqueta estaba abierta. Creo que estaba tercero o cuarto desde el principio", recuerda Johnson, "entonces alguien gritó".

No hubo nada, ni temblor ni ningún desencadenante humano: un enorme crack llenó la montaña, seguido de una enorme avalancha que comenzó a caer desde lo alto del Monte Cheops. En medio de la avalancha: el grupo de escolares. La nieve lo llenó todo. Johnson no recuerda el crack. Escuchó los gritos, intentando descubrir de dónde venían.

Miró hacia arriba, pero el paisaje segúia igual. Miró abajo, y aunque las nubes lo ocultaron en un principio, comenzó a ver la avalancha. Al principio, parecía que estaba lejos, "era surrealista","pero entonces vi que nuestro líder se quitaba la mochila, los esquís, se estaba quitando todo. No sé cuandos segundos tuvo, no había tiempo de hacer nada. Recuerdo empezar a quitarme un esquí. Entonces llegó el muro de polvo".800 metros de nieve a 150 km/h

Encima de ellos, una avalancha de 800 metros de ancho, cinco metros de profundidad, y viajando a 150 kilómetros por hora."Lo siguiente que recuerdo es estar en la nieve. Era consciente de lo que sentía en mi cuerpo. Recuerdo la sensación de la avalancha que se movía hacia arriba, que llegaba al cúlmen, que bajaba y se asentaba".

"En mi cabeza decía "mierda, mierda, mierda, mierda". Al principio, la nieve era fluida, pero empezó a asentarse como cemento. No podía mover nada", explica Johnson. "¿Dónde es arriba? ¿Dónde es abajo? No podía hacer nada. No podía ver nada. Estaba completamente oscuro".Respirar cada 8 segundos

Se agarró a la esperanza: de que lo encontraran vivo. Su temperatura corporal empezó a desplomarse, pero no recuerda sentir frío: se estaba quedando sin aire, era la mayor de sus preocupaciones. Mientras se afanaba en respirar, cada 8 segundos, perdió el conocimiento. A unos metros, dos guías que habían sido testigos de la avalancha se afanaron en recuperar cuerpos. En media hora, la probabilidad de sobrevivir a una avalancha cae en un 50%. Vieron un guante y sacaron el primer cuerpo: el del profesor, Mr. Nick. Por suerte, llevaba un teléfono por satélite, con lo que pudo llamara a los servicios de emergencia.

Bajo la nieve Johnson seguía inconsciente: de repente, despertó: estaba encima de la nieve, sin saber cómo había llegado allí. Sus salvadores lo habían sacado de un metro de profundidad. Pronto, él y otra compañera de clase, una vez recuperados, comenzaron a cavar. Sacaron más cuerpos. "Nos dijeron que nos movieramos, que creo que fue el primer momento en el que me di cuenta que había muerto gente", recuerda Johnson. "Cualquiera que ya no está arriba no va a llegar arriba", se dio cuenta. Con él, sólo había diez supervivientes. Enterrados bajo la nieve, marcados por los palos que habían puesto en la nieve, los cuerpos de sus siete compañeros.

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