Todo lo que debes saber sobre la comida ecológica: ¿Más sana? ¿Engorda menos?

  • Los productos ecológicos están inundando los supermercados ante la mayor predisposición de los consumidores a comprarlos para comer más sano.
Comida ecológica
Comida ecológica
Pixabay

El pasado año, el consumo de productos ecológicos creció un 14% en España frente al ascenso del 2% de la comida tradicional, según Kantar Worldpanel. Y la tendencia es creciente. Porque los españoles están tomando una serie de hábitos alimenticios que en el resto de Europa se llevan ya años practicando, pero que aquí ha costado más adoptar por la reticencia de los consumidores a comprar comida más cara que no tenía un aspecto muy apetecible.

Ahora, con el desarrollo tecnológico y productivo, los productos ecológicos tienen una imagen renovada y son más sabrosos que antaño. Además, a pesar de que sus precios siguen siendo más elevados en comparación con los alimentos normales, han bajado bastante para que más ciudadanos puedan acceder a ellos. Así, se están popularizando a pasos agigantados. Si bien a su alrededor también conviven una serie de mitos que muchos se creen a pies juntillas y que les hacen consumirlos sin entender lo que significa realmente el concepto ecológico.

Porque, en resumidas cuentas, para entender lo que implica que un producto sea ecológico es que esté libre de químicos tóxicos. Es decir, son alimentos que se cultivan sin pesticidas ni fertilizantes, se extraen de la tierra o la naturaleza de forma natural. Por lo tanto, son productos frescos sin ningún tipo de alteración ni manipulación, lo que se conoce como "de la huerta a la mesa".

Pero, ¿esto supone que son más sanos que los que sí pasan llevan algún químico o se manipulan y procesan? No. De hecho, los expertos señalan que no hay evidencias científicas que así lo demuestren. Porque aunque estén libres de pesticidas y demás, esto puede hacer que queden muy expuestos a microorganismos patógenos y microtoxinas. Por ello, no se puede afirmar que estos productos sean más nutrientes que los convencionales. 

Eso sí, no contienen grasas procesadas ni conservantes ya que no son manipulados, además de que un estudio publicado en el British Journal of Nutrition señaló que poseen más antioxidantes, fundamentalmente la fruta y la verdura cultivada de esta forma.

Otro punto que puede inducir a la confusión es su recomendación para personas que están a dieta o quieren perder algo de peso, puesto que se cree que no engordan. Algo totalmente falso. Los productos ecológicos tienen las mismas calorías que los que no lo son y las mismas cantidades de azúcar. Hay que tener en cuenta que su forma de producción no altera su composición, solo se preocupa de que no sean alterados, por lo que conservan las mismas calorías que los que se producen de forma tradicional. De ahí que no por comer solo estos alimentos se vaya a perder peso.

Su elevado precio también ha sido objeto de polémica y mucha gente no entiende porqué hay que pagar más por ellos. Esto se debe a que, a diferencia de la producción intensiva -que busca producir el mayor número de productos con el menor coste posible-, la producción ecológica es más costosa con el fin de evitar que se alteren los productos, tarda más en dar sus frutos porque no se automatiza ningún proceso -y todo se hace como antiguamente, a mano-. Y todo ello se repercute en el precio.

Por último, está el desconocimiento acerca de los certificados ecológicos, ya que muchos no saben qué es lo que prueban realmente. En concreto, estas validaciones lo que hacen es informar a los consumidores de que ese producto se ha producido de una forma 100% ecológica, sujeta a una serie de requisitos -difieren en función del certificado- que le convierten en apto para llevar ese sello. Estos certificados tienen la función de asegurar al consumidor de que se trata realmente de un producto ecológico y que no le están intentando engañar.

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