¿Se puede corregir la procrastinación alterando nuestros circuitos neuronales?

El estrés es muy común en estas fechas. / Pexels
El estrés es muy común en estas fechas. / Pexels

No podemos evitarlo: todos procrastinamos algo en algún momento de nuestras vidas, ya sea cuando tenemos que estudiar para un examen o cuando deberíamos hacer el típico arreglo en casa, que posponemos año tras año hasta que terminamos explicando a las visitas que hay un cable eléctrico colgando del techo porque nos parece artístico. Y, si tu caso es el de un procrastinador crónico, puedes tener problemas, especialmente si hablamos de trabajo. Sin embargo, la ciencia podría tener la solución: modificar los circuitos neuronales para cambiar el mal hábito de posponerlo todo.

Según Barbara Oakley, profesora de Ingeniería en la Universidad de Oakland, "la procrastinación nos hace sentir mejor de forma temporal, incluso aunque no sea beneficiosa para nosotros a largo plazo". En este artículo de 'The Conversation', expone que el espectacular desarrollo de la neurociencia (que estudia el sistema nervioso y todos sus aspectos) en los últimos años está permitiendo 'mapear' el cerebro humano del mismo modo que los navegantes cartografiaron el mundo antes de la llegada de los satélites.

"Nos encontramos en un momento tremendamente excitante en la investigación sobre el cerebro, el equivalente neuronal al desarrollo cartográfico y al descubrimiento de recursos útiles en regiones vírgenes del mundo que tuvieron lugar en los siglos XVII y XVIII. Se han hecho muchos hallazgos, pero está claro que aún queda mucho más por descubrir si profundizamos en los detalles escondidos bajo la superficie", explica Oakley.

En este sentido, la mayoría de los hallazgos del último año (en el que se han presentado alrededor de 70.000 publicaciones sobre neurociencia) tienen que ver con la detección de zonas, regiones o procesos cerebrales que tienen que ver con dolencias o comportamientos concretos. O, dicho de otro modo: que los científicos han empezado a identificar qué región del cerebro se corresponde con aspectos como el dolor, la depresión, la saciedad o la felicidad.

Por el momento, no existe un mapa completo del cerebro, pero los avances son tan significativos que Oakley considera probable que se puedan modificar todos nuestros circuitos neuronales en un futuro próximo. "Por supuesto, el reto de cambiar el funcionamiento de estas regiones (algo que sabemos que es posible) está en el hecho de que se necesita cierto grado de autocontrol para empezar con estos cambios. Es un problema del tipo 'lograr salir adelante con tu propio esfuerzo'", señala Oakley.

Y pone un ejemplo de procrastinación muy particular: resulta que cuando los matematicofóbicos (quienes sienten pánico por tener que lidiar con números, sin que necesariamente las tengan que hacer) piensan en hacer operaciones matemáticas, "esta anticipación de un tema desagradable activa una parte de su cerebro, el córtex insular, que produce dolor". Es como un mecanismo que provoca una aversión irrefrenable y, por eso, encuentran alivio posponiendo este tipo de operaciones mentales.

"Este descubrimiento sobre 'dolor en el cerebro' no solo es interesante, también es importante. ¿Es posible que este brote de dolor en el cerebro sea un factor decisivo en la procrastinación? ¿Es posible que la gente procrastine a veces simplemente porque es tan tentadoramente agradable cambiar su pensamiento a algo (cualquier cosa) que no les cause dolor en el cerebro cuando piensan sobre ello?", reflexiona Oakley.

Paralelamente, subraya que existe una 'red neuronal por defecto' en nuestro cerebro, descubierta por la neurociencia y que supone un conjunto de conexiones subterráneas en la materia gris que se activa cuando la mente divaga y también cuando se está atascado intentando resolver un problema. "Fue descubierta por accidente en 2001 cuando unos investigadores se dieron cuenta de que los sujetos que se encontraban descansando entre actividades no estaban simplemente 'apagando' su cerebro", comenta.

"A lo largo del día, se alterna entre estados de concentración y estados de divagación (se estima que entre un 30% y un 50% de las horas en las que estamos despiertos las pasamos con pensamientos que no tienen relación con la tarea que estamos realizando). La duración de cada estado puede variar. Incluso parpadear puede conducirnos momentáneamente a este modo por defecto. Soñar despiertos, por otro lado, puede llevarnos al modo por defecto durante períodos más largos (a veces más largos de lo que nos gustaría). ¿Qué tiene todo esto de útil? Bastante. Especialmente si estamos intentando resolver un problema difícil en un examen o entender un concepto nuevo y complicado", concluye Oakley, quien confía en que la neurociencia sirva para acabar con la procrastinación.

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