Los ayuntamientos de las ciudades de todo el mundo exploran las mejores opciones para mantener o aumentar el número de habitantes. Como ejemplos claros están el caso de Ollolai, el pueblo italiano que vendió sus casas por un euro para ganar población, y el de la ciudad suiza de Albinen, que te paga 54.000 euros por vivir en ella. Estas medidas podrían aplicarse también en Longyearbyen, localidad más septentrional del mundo, pero allí la lucha no consiste en conseguir nuevos habitantes, sino en no perder a todos los actuales.
Para ello, y por muy chocante que pueda parecer, el ayuntamiento creó una ley sin igual en 1950: ninguno de sus 2.000 habitantes puede morir en Longyearbyen.
Se trata del mayor asentamiento del archipiélago de las islas Svalbard, situadas en el océano Glacial Ártico y pertenecientes a Noruega, y como es ilegal morirse allí, cuando a una persona se le detecta una enfermedad terminal es inmediatamente trasladada al continente para que pase sus últimas días en tierra firme.
¿Pero cuál es el riesgo que producen las muertes en la isla? Todo tiene una base científica. El clima extremo, con temperaturas bajo cero de dos dígitos y con muchos meses del año sin ver la luz del sol, impide la descomposición de los cadáveres, convirtiéndolos en portadores perfectos de enfermedades.
Para más inri, a principios del S.XXI, científicos analizaron los cadáveres enterrados en el cementerio local que sucumbieron al influenzavirus A en 1917, una enfermedad mortal. Para el asombro de los expertos, se descubrieron muestras del virus todavía vivas.
Los habitantes de Longyearbyen llevaban décadas conviviendo con una enfermedad mortal, de forma que si uno de sus habitantes la contrae, se podría extender fácilmente al resto de la población.
Un lugar de leyes peculiares
A pesar de que la localidad ofrece la posibilidad de enterrar urnas crematorias, muy poca gente accede a esta opción. "Si estás a punto de dejar el mundo, todo esfuerzo necesario será realizado para enviar a la persona a tierra firme”, explica Jan Christian Meyer de la Norwegian University of Science and Technology, en declaraciones recogidas por el diario 'The Sun'.
Según este medio, la ley que convierte en ilegal la muerte en la isla no es la única peculiar. Las mujeres embarazadas también tienen que dejar Longyearbyen semanas antes de dar a luz porque no hay hospital, los gatos están prohibidos para preservar las comunidades de pájaros polares y siempre que se entre a un edificio, ya sea público o no, es obligatorio descalzarse.
Eso sí, el pueblo tiene el encanto de ser sede de la UNIS (Universitetssenteret på Svalbard), el centro de estudios universitarios más norteño del planeta, y tiene éxito. Estudiantes de 25 nacionalidades diferentes se matriculan para cursar estudios de geología, geofísica, tecnología y biología.
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que lainformacion.com restringirá la posibilidad de dejar comentarios