Los japoneses ya muestran su enfado al Gobierno nipón

  • En una sociedad habitualmente respetuosa y que mantiene silencio absoluto frente a las labores de su Gobierno, los nipones se están hartando y comienzan a salir a las calles. La crisis nuclear tras el terremoto ha hecho que muchos ciudadanos protesten cada semana. Su reclamo: mayor transparencia por parte del Gobierno.
La crisis nuclear tras el terremoto ha hecho que muchos japoneses protesten cada semana pidiendo más transparencia.
La crisis nuclear tras el terremoto ha hecho que muchos japoneses protesten cada semana pidiendo más transparencia.
Reuters
Sonia Narang, Kioto (Japón) | GlobalPost

Ver a un amplio grupo de personas sosteniendo pancartas coloristas, gritando por megáfonos y desfilando por las calles era hasta ahora algo realmente difícil de ver en Japón.

Pero ya no es así.

Es más, ya no es así desde que el pasado 11 de marzo un terremoto y un tsunami convirtieron la planta nuclear de Fukushima Dai-ichi en zona de desastre.

Muchos de los manifestantes nipones están furiosos, y sienten que su gobierno les ha ocultado información, que ha difundido datos parciales o confusos relacionados con los eventos ocurridos en la planta nuclear tras el terremoto.

En las últimas semanas los manifestantes se han reunido en ciudades a lo largo del país para criticar abiertamente la respuesta del Gobierno nipón ante los acontecimientos en Fukushima. Muchos de ellos dicen que se oponen a la energía nuclear desde hace tiempo, pero que nadie les había escuchado hasta ahora.

En un país en el que se valora el conformismo y son raras las grandes críticas en público, estas manifestaciones antinucleares se han convertido en las últimas semanas en algo habitual.

El pasado jueves, cuando el sol se empezaba a poner en la capital histórica y cultural del país, Kioto, unas 250 personas se reunieron a orillas del río Kamo para protestar en contra de la dependencia nuclear de Japón.

Japón tiene 54 plantas nucleares, y antes del terremoto la energía que producían suponía el 30 por ciento del total nacional. Se esperaba que esa cifra aumentase al 40 por ciento en 2017 y al 50 por ciento en 2030, según datos de la Asociación Nuclear Mundial ofrecidos por Reuters.

En las manifestaciones de Kioto los manifestantes corearon eslóganes como "Genpatsu iranai" (No necesitamos la energía nuclear).

Muchos nipones critican a las autoridades del Gobierno y a la compañía Tepco, que gestiona la planta de Fukushima, por no difundir suficiente información sobre los niveles de radiación en la zona del accidente. Otros dicen que llevan años oponiéndose a este tipo de energía, y que les preocupan especialmente cuatro grandes plantas nucleares en la cercana prefectura de Fukui, en la costa occidental del país, y han pedido a la operadora Kansai Electric Power Company que las cierre.

Ahora que las plantas nucleares de Japón están bajo el foco de atención mundial, creen que tienen más posibilidades de hacer llegar su punto de vista a las autoridades.

"Llevo toda la vida siendo antinuclear, pero nunca ha habido suficiente gente en las manifestaciones", afirma Wako Kato, que portaba en Kioto una pancarta diciendo "Salvemos Fukushima". "Ahora que a la gente le interesa el tema y es consciente de lo que ocurre, tenemos que aprovechar la oportunidad. Una vez que disminuya el interés, no tendremos ocasión de hacerlo".

Kato se muestra optimista y espera que Japón pueda cambiar su dependencia energética de las nucleares y apostar por las fuentes renovables en el plazo de tres años.

"Incluso antes del terremoto yo ya estaba en contra de la agenda de las nucleares", explica Hiroshi Miyazaki, un estudiante de doctorado de Kioto. "Cuanto más investigaba sobre la industria nuclear, más me convencía de que Japón no puede depender de la energía nuclear". Asegura además que cuando visitó Fukui, le sorprendió ver escuelas muy cerca de las plantas nucleares.

Cuando tras el tsunami el Gobierno japonés consideró que las escuelas en la zona alrededor de Fukushima eran seguras, los padres de los niños no sólo comenzaron a cuestionar los parámetros de seguridad de las autoridades, sino también a expresar su indignación.

El grupo Protejamos a los Niños de Fukushima de las Radiaciones se indignó tanto que llevaron una bolsa con basura radiactiva recogida en un patio escolar de Fukushima a las autoridades educativas en Tokio.

El lunes pasado, unos 400 padres de Fukushima acudieron al Ministerio de Educación en Tokio para protestar por los recientes niveles de radiación para niños decretados por el Gobierno, y que permiten a los pequeños estar expuestos a un límite 20 veces superior al que se marcaba antes.

Muchos manifestantes quieren que Japón inicie una transición hacia otro tipo de energía, incluyendo la solar, la eólica, hidroeléctrica y geotérmica, que en la actualidad suponen una porción muy pequeña de su combinación nacional.

Cuando el grupo de manifestantes caminaba por el centro de Kioto la semana pasada, llamando la atención de la gente en las tiendas, de los turistas y de la policía, dos mujeres se bajaron espontáneamente de un autobús y decidieron sumarse a la marcha. Habitualmente viven en Osaka, y en las semanas posteriores al terremoto participaron en varios actos similares en su ciudad.

"La actitud del Gobierno es esconder todo del público", dice una de ellas, la artista Yasue Hatta. En su opinión, los medios de comunicación japoneses no han informado lo suficientemente al público de los peligros que encierra la energía nuclear.  "Tenemos que ponernos de pie y decir algo".  "En la historia de Japón nunca ha ocurrido nada para que tuviésemos luchar por nuestros derechos. Siempre hemos tenido derechos, y nunca hemos tenido que pedir más", razona Hatta.

Al igual que ella, muchos nipones están comenzando a expresar su opinión en voz alta, públicamente, en contra de su Gobierno.

Mostrar comentarios