Opinión: El Ejército birmano explota a sus prisioneros

  • Los militares obligan a los aldeanos indígenas de Birmania a realizar trabajos forzosos. Cientos de reclusos son obligados a trabajar como porteadores de pesadas y peligrosas cargar. Sin embargo, Occidente, cierra ojos y oídos ante los terribles abusos.
Los militares obligan a los aldeanos indígenas de Birmania a realizar trabajos forzosos.
Los militares obligan a los aldeanos indígenas de Birmania a realizar trabajos forzosos.
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David Scott Mathieson, Chiang Mai (Tailandia) | GlobalPost

Cuando entrevisté a Tun Tun Aung (no es su verdadero nombre), de 20 años, tenía una herida de bala en el hombro que le había destrozado el brazo.

Le dispararon cuando se escapó del Ejército de Birmania a principios de año, tras semanas trabajando para ellos como porteador en el frente.

El Ejército suele coaccionar a civiles de periferia del país para realizar estos trabajos, obligando a los aldeanos indígenas a transportar el material militar en las zonas conflictivas.

Para las grandes operaciones militares, sin embargo, utilizan reclusos, a los que consideran más "desechables". Muchos de ellos no regresan del frente. Algunos de los afortunados que sobreviven, como Tun Tun Aung, intentan huir a Tailandia.

Tun Tun Aung me contó lo que ocurrió la noche antes de que emprendiese su huida: "Los soldados nos dijeron por la noche que había muchos combates en la montaña, y que tendríamos mucha suerte si la noche siguiente seguíamos vivos". "Estamos todos muertos, pensé. Vivo o muerto, aquí da lo mismo".

Le habían condenado a 18 meses de cárcel por pelearse con un vecino en su ciudad natal de Mandalay. Pero las autoridades de la cárcel decidieron mandarle al otro lado del país para transportar suministros en la guerra civil más larga del mundo.

En enero el Ejército de Birmania, en colaboración con la Policía y del Departamento de Prisiones, movilizó a unos 700 reclusos de 13 cárceles a lo largo del país para que transportasen el material necesario en las operaciones contra los rebeldes de la etnia karen en la frontera con Tailandia.

Ni Tun Tun Aung ni ninguno de los hombres que se presentaron voluntarios reciben pago alguno por su trabajo, tal y como exige la ley internacional. Las autoridades no les dijeron a lo que se enfrentarían hasta que llegaron a las bases militares en el frente, en donde les entregaron los uniformes azules que llevan los reclusos porteadores, una mezcla de pequeños delincuentes, traficantes de drogas y asesinos.

Sus experiencias como mulas de carga humanas en las escarpadas montañas de la jungla son espeluznantes, transportando desde granadas de mortero hasta soldados heridos, balas, arroz, aceite y agua o cualquier otro producto que se necesita en el frente.

Es imposible determinar cuántos porteadores han fallecido o siguen bajo custodia militar. Los porteadores mueren pisando minas (a menudo les obligan a ir por delante del Ejército para hacer de escudo humano) o en combates, o por el maltrato y palizas de los soldados.

Los soldaos arrastran a los porteadores heridos hasta un lado del camino y les dejan desangrarse hasta morir, o les empujan por barrancos para que mueran más rápido. A lo largo de sus semanas en el frente, Tun Tun Aung vio morir a 10 compañeros reclusos por pisar minas.

Otro sobreviviente, Maung Nyunt, recuerda que estaban "llevando comida hasta un campamento cuando un porteador pisó una mina y perdió una pierna. Los soldados le dejaron allí. Gritaba, pero nadie le ayudó. Cuando bajamos la montaña, estaba muerto. Miré hacia arriba y vi trozos de su ropa colgando de los árboles, y también pedazos de su pierna".

No se trata de eventos aislados, sino de un patrón perfectamente documentado.

Algunos analistas esperaban que las elecciones en Birmania en Noviembre de 2010 condujeran hacia una mejora gradual del respeto por los derechos humanos en el país asiático. Pero el Ejército no ha cambiado en nada su comportamiento brutal hacia los civiles y los combates se intensifican en las zonas étnicas del norte.

El maltrato a los porteadores en el frente es sólo uno de los muchos crímenes de guerra que se están produciendo en Birmania. El gobierno de Birmania ha demostrado reiteradamente no estar dispuesto a poner fin a sus terribles crímenes si no hay una presión internacional.

Dieciséis países han expresado públicamente su apoyo a una comisión de investigación de la ONU para que analice las violaciones de los derechos humanos en Birmania, pero hasta el momento el país no ha demostrado su disposición a facilitar los medios diplomáticos que la puedan hacer realidad.

Además, diversos países han retrasado su apoyo a la comisión de investigación internacional, sugiriendo que están esperando a ver si el nuevo gobierno demuestra su intención de poner fin a los abusos.

Pero cada día que esperan equivale a más y más muertes de porteadores, así como de otros civiles, a manos del Ejército birmano. La responsabilidad del uso de prisioneros como porteadores y otros abusos recae sobre el gobierno de Birmania. Pero corresponde a los países miembros de la ONU asegurar que se pone fin a estas prácticas bárbaras.

David Scott Mathieson es investigador sénior para Asia de Human Rights Watch.

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