ANÁLISIS

Carlos Sobera: claves del éxito de un gran presentador

Carlos Sobera en 'Supervivientes'
Carlos Sobera en 'Supervivientes'
Mediaset

Termina 'First Dates' en Cuatro y empieza 'Supervivientes, en tierra de nadie'. Un programa con Carlos Sobera da paso a otro programa con Carlos Sobera. Menos de dos horas antes, de ocho a nueve de la tarde en el canal hermano Telecinco, el mismo Carlos Sobera está bailando (y presentando) en 'El Precio Justo'. Tres programas completamente distintos: un show de buscar pareja, un salvaje reality-show y un concurso con aires retro.

Y Sobera encaja en los tres géneros. Es más, su manera de presentar terrenaliza cada uno de los formatos en la percepción de la audiencia. Su secreto natural: sabe relativizarlos, incluso reírse de las circunstancias que provocan cada uno de estos espacios gracias a una espontaneidad que recalca lo que sucede en plató pero sin dañar a nadie. Así Carlos Sobera transforma cualquier programa en un punto de encuentro cómplice. Lo que le sitúa como uno de los mejores presentadores de la televisión en España.

La clave principal del éxito de Carlos Sobera está en que presenta sin que se note que está presentando. Es la antítesis de la impostado en un plató. Siempre ingenioso, educado y cero agresivo, puede lanzar una ironía a un concursante de 'Supervivientes' relajando la tensión de todo el programa mientras logra la energía de la sonrisa del espectador. No necesita acudir al atajo de recalcar la polémica, su arma es el tú a tú que no se cree por encima de nadie. No olvida que sólo está al frente de un programa de televisión. 

Desde que fue revelación en aquella primera temporada de '¿Quién quiere ser millonario?' (1999), la audiencia ha visto crecer a Carlos Sobera y él ha vivido la evolución de la televisión. De hecho, se ha adaptado a los cambios del medio sin demasiado snobismo. Sin perder su esencia de presentador constructivo.  Del fenómeno inicial -del que fue característica su manera de levantar la ceja en los noventa- hasta, ahora, donde ha alcanzado esa tranquilidad de la madurez que otorga una libertad escénica que, a la vez, propicia la sensación en el público de que le conoce en persona. Aunque nunca haya coincidido con él.

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