UN KILLER DE LA TELE

Karlos Arguiñano: cómo seguir triunfando tres décadas después

La receta de su éxito.

Karlos Arguiñano
Karlos Arguiñano
Antena 3

Karlos Arguiñano ya es Premio Nacional de Televisión, que concede el Ministerio de Cultura. Merecido, pues, en sus casi cuatro décadas al frente de las cámaras, Arguiñano ha demostrado que es un gran cocinero sí, pero también y especialmente es un gran maestro de la televisión. Esta es su receta del éxito, con la que mantiene grandes audiencias en Antena 3, tantos años después de que se convirtiera en chef revelación en TVE: 

1. La generosidad de compartir

Arguiñano logra lo más difícil. Está media hora en un estudio de televisión guisando y, a la vez, sin parar de contar historias interesantes. Habla solo, habla mucho. Su arte está en que, mientras cocina, es generoso para compartir su existencia. Así construye un todopoderoso vínculo de complicidad con su espectador, pues le habla de tú a tú, sin remilgos, con esa proximidad transparente que lo mismo te desmenuza un truco de cocina o confiesa que tuvo un mal día y los motivos por los que lo sufrió. Arguiñano no conoce la palabra 'postureo', sale al plató con la capacidad de ser uno mismo. Y no es nada fácil ser uno mismo en un plató. Sólo lo logran los grandes comunicadores. Aquellos que no tienen miedo al qué dirán, como los novatos de la tele de hoy. Él se deja llevar por su forma de ver la vida hasta ser honestamente libre, el gran valor en televisión.

2. Recetas que se pueden hacer en casa

Esa manera cercana de ver la vida, también está definida por las recetas que ejerce Arguiñano en su programa. Sus menús son aptos para todos los públicos. En el fondo, sus propuestas son un gran homenaje a nuestras abuelas. No se pierde en tecnología ni en nitrógenos líquidos. Sus platos buscan que se puedan hacer, de verdad, desde casa y que a la audiencia le salgan bien. Como los buenos comunicadores, Arguiñano es un cocinero pedagógico. No sólo entretiene, que lo hace, e intenta aportar. Así que se deja de la cocina de efímero golpe de efecto y conecta con la sociedad a través de la educación gastronómica práctica, sin fecha de caducidad. Y con perejil. 

3. Programas pegados a la actualidad

Tantos años haciendo recetas al mediodía pueden provocar en la audiencia la sensación de que Arguiñano es repetitivo. Pero no, no lo es. Curioso. Y es que el programa se graba muy pegado a la fecha de emisión y, por tanto, está unido a la actualidad. Así Arguiñano habla de las ilusiones y preocupaciones cotidianas de todos, que suelen ser más parecidas de lo que creemos. De esta forma, consigue otra de las bases de la televisión: acompaña desde una complicidad que es más fuerte cuando él está viviendo en el mismo momento que su público. Arguiñano habla en presente, porque está en el presente. 

4. Conciencia social

Desde ese presente, que es el presente de todos, Arguiñano demuestra valentía para mojarse en los temas cruciales, ya sean los grandes titulares de la política o de los más relevantes aún problemas reales de la gente anónima. Arguiñano pisa la calle, está en la realidad, tiene ideales y no teme en compartirlos. Y lo hace con tono honesto, tranquilo, elegante, sin crispar, sin púlpito, sin trinchera, comprometido con conciencia con su sociedad.  Pero, ¿cómo se comparten ideales en televisión sin que parezca un púlpito? Porque Arguiñano no sienta cátedra, es humilde, recalca no tener ninguna verdad absoluta e intenta mantener su sonrisa. Con todo lo que puede decir una sonrisa.

5. La sonrisa

En televisión la sonrisa es fundamental. Arguiñano cuenta muchos chistes, es un clásico. También canta, si hace falta. Hasta la sintonía de su programa, otro clásico. Y ya que está delante de la cámara sale a jugar con todas las consecuencias. Siempre sin intentar perder esa sonrisa que lo relativiza todo como luminoso antídoto para que no se apague la ilusión de la espontaneidad. Es la otra gran habilidad que sólo logran los grandes maestros de la televisión: atreverse incluso a esa ironía que otorga armas al espectador para progresar mejor. Porque Arguiñano no sólo es un cocinero, es un cómplice implicado con su audiencia, un compañero de viaje. De un largo viaje de confidencias en más de treinta años.

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