ANÁLISIS DE NARRATIVAS TELEVISIVAS

El truco que Karlos Arguiñano copió a Raffaella Carrà

Una técnica para que el presentador no se pierda y, a su vez, el espectador lo comprenda. 

Karlos Arguiñano y Raffaella Carrá en 1992.
Karlos Arguiñano y Raffaella Carrá en 1992.
Borja Terán

Cuando Karlos Arguiñano acudió como invitado a 'Hola Raffaella', el 12 de noviembre de 1992, le llamó la atención que unas pizarras detrás de las cámaras soplaban a la showoman partes del guion del espectáculo. Aún no se utilizaba el famoso pinganillo que sirve para comunicar a dirección con el presentador, así que Carrà tiraba de esta artesanal técnica que ya venía desde los orígenes del late night norteamericano. 

Este sábado, Antena 3 ha emitido la entrega de 'Cocina Abierta de Karlos Arguiñano' en la que el cocinero desveló, con su habitual naturalidad, cómo le asombró este truco que no deja de ser una evolución televisiva del apuntador teatral de toda la vida. Lo hizo justo antes de decir que él también tenía ahí una pizarra en la que se había apuntado, para no olvidarse, la lista del plato más favorito en cada comunidad autónoma. 

El modo en el que contó esta anécdota en su programa actual contesta a la pregunta de por qué, como Raffaella Carrà, Arguiñano es uno de los grandes comunicadores de nuestra pantalla: porque atesora un arte especial para ser generoso a la hora de compartir vivencias con el espectador y, además, saber colocar esas tesis vitales con destreza en el instante justo en el que de verdad enriquecen a la trama del programa.

Muere Raffaella Carrà.

Como Karlos Arguiñano se disponía a leer una lista de platos tradicionales que le habían escrito, sitúa en antecedentes al espectador con una experiencia en primera persona que es útil para enmarcar lo que va a suceder. No se pone a recitar de repente un ranking como si nada. Antes, introduce lo que viene a continuación hilvanándolo con una curiosidad personal que aporta al espectador. Tan importante eso de aportar para dar más relevancia e interés a cualquier formato televisivo.

Es decir, desvelar que Carrá tenía pizarras, como tantos programas, es una herramienta para aclimatar al público ya que él mismo va a leer en ese momento una pizarra escondida junto a la cámara. Y como se va a notar, lo incorpora con una inteligente espontaneidad que hace más fuerte el vínculo de complicidad con el espectador. Como también hacía Raffaella y sólo suelen conseguir con gracia los buenos comunicadores, aquellos que hacen partícipe al público hasta de los trucos del programa. 

Es una de las grandezas delante de cámara de Karlos Arguiñano: no presenta, habla con la audiencia. Aunque no vea a la audiencia. Su honestidad para compartir su vida, sus reflexiones, sus indignaciones y hasta sus equivocaciones genera una todopoderosa implicación del espectador con la cita diaria que supone su show. Implicación que crece porque no se cocina con prisa, hay tiempo para crear ambientes que te hacen comprender mejor la receta, los contenidos que trata el programa e incluso las motivaciones de un cocinero que, por todo esto, es como de la familia. De ahí que su anécdota del día que fue a 'Hola Raffaella' no fuera sólo una anécdota. Al final, significa más la destreza para contextualizar al espectador con un ejemplo identificable, pues a él mismo le atrapó tal peculiaridad cuando estaba aprendiendo la profesión televisiva.

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