OPINION

Franquistas 'superstars': cuando todo vale en televisión

La franquista de la tele
La franquista de la tele

Todo puede ser carne de reality show. Todo, incluso la exhumación de los restos mortales de un dictador. Lo demuestran, una vez más, los largos programas de actualidad que, este verano, han suplido las carencias de tramas informativas con la incorporación de militantes de la ideología fascista en los engranajes de su espectáculo televisivo.

Con la excusa de la información con todos los "puntos de vista", las principales cadenas privadas han dado voz a nostálgicos radicales de Francisco Franco que, automáticamente, han sido transformados en personajes del universo de frikis de las varietés. Pero no en cualquier personaje: en un pintoresco personaje que indigna. E indigna mucho, con el consiguiente impulso que esto supone en el dato de audiencia.

Pilar Gutiérrez, ya denominada con el "simpático" apodo de la "franquista de la tele", es la defensora de la dictadura que más minutos de gloria televisivos está cosechando. Ya es casi fija de programas y tertulias en su conexión en directo, ya sea desde el Valle de los Caídos o desde su morada. Pero los engranajes del entretenimiento televisivo transforman sus proclamas antidemocráticas en una frivolidad que, al final, termina creando una especie de  divas-pop, que no aportan nada con valor informativo. Sólo sirven para rellenar horas y horas de programación con una gasolina que incendia debates y explosiona polémicas. Pero que, a la vez, genera un daño remediable, pues a través de la TV se está justificando fusilamientos y se está promoviendo mensajes de odio que van directos, por ejemplo, contra la diversidad sexual.

Impensable es ver a un nazi en cualquier televisión alemana sentenciando que las muertes de Hitler fueron porque "se lo merecían": En España, en cambio, el General Monzón ha dicho en el prime time de La Sexta Noche que Franco condenó a muerte a aquellos que se lo merecían.

Alegatos que evidencian que, tal vez, este país no ha superado del todo la Transición, que esta España nuestra salió corriendo hacia delante sin cerrar con justicia sus heridas. Tampoco en una televisión a la que le cuesta discernir entre lo que es un show y lo que es sensibilidad periodística honesta para informar sin desvirtuar la historia. Sin convertir a verdugos en colaboradores estrella con barra libre para rociar a la sociedad de argumentos que enquistan el problema y, además, como extra, predican valores que fomentan trágicos mensajes de odio sobre las minorías, como los ataques a la homosexualidad, tema recurrente de Pilar Gutiérrez.  

En tiempos de programas de larga duración y poco presupuesto para elaborar reportajes con el tiempo suficiente para profundizar, las cadenas optan por rellenar largas franjas horarias con efectistas contenidos de titular y trinchera básica. De esta forma, ha ganado -otra vez- el bochorno del esperpento. En esta ocasión, de una España oscura que es premiada con un púlpito a la barbaridad en riguroso directo para recordarnos que aún no hemos completado del todo la Transición.

Así la televisión convierte a franquistas en musas del chascarrillo. Así la televisión desdibuja la trágica realidad hasta reducirla a una especie de reality superficial, en donde lo relevante no es relevante. En donde qué más da, todo es entretenimiento evasivo. Pero no, no es evasión es contaminación. 

Y lo que es peor, nadie parece con ganas de reflexionar sobre de qué somos capaces los medios de comunicación por unas décimas de share. Da igual las víctimas, da igual el dolor, da igual dar voz a personas que sentencian reflexiones tan graves, da igual la información bien contrastada. Lo importante es sumar la décima de cuota de pantalla más fácil y obvia de arañar. Pero también la más irresponsable y menos ética. Esto no es Gran Hermano, esto es nuestra historia real. 

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