ANÁLISIS

Lo que oculta la canción de 'Amar es para siempre'

Anabel Alonso en la presentación de su personaje en la sintonía de 'Amar es para siempre'
Anabel Alonso en la presentación de su personaje en la sintonía de 'Amar es para siempre'
Borja Terán

Ya empieza a quedar atrás un tiempo en el que las sintonías de las series y los programas se fueron reduciendo hasta casi su desaparición. La culpa ha sido del miedo a que el espectador, inmerso en tantos impactos audiovisuales, no tenga la paciencia suficiente para visualizar una canción al completo y se vaya a otra oferta. Se desconfía a veces demasiado de la audiencia, tal vez.

Como consecuencia, las grandes sintonías se han ido esfumando de la televisión convencional. Esas grandes canciones que ayudaban a que un programa o serie se quedara perpetuo en el imaginario colectivo. Han ido desapareciendo muchas, hasta casi las de los Telediarios, pero han seguido sobreviviendo las cabeceras de los seriales de sobremesa. Es el caso de 'Amar es para siempre', que emite cada tarde Antena 3.

La canción actual de 'Amar es para siempre', con un estribillo que remite al propio nombre de la ficción, está interpretada por Chenoa y sostiene aquella tradición de que, antes de cada capítulo, presentar con grandilocuencia al elenco que protagoniza la historia. Bien de luminosos rótulos que dan brío a los cabezas de cartel, mientras estos miran a cámara con su mejor sonrisa.

Y la careta de 'Amar es para siempre' no es nada breve, al contrario, es bien larga. Dura algo más de dos minutos. Dos minutos es mucho tiempo en televisión, pero en este caso un tiempo necesario. Porque, en realidad esta canción oculta un ritual televisivo inteligente de la televisión clásica que sigue vigente para proyectar en la audiencia ese glamour de cada personaje que integra el casting de la producción.

No sólo basta con escribir, rodar y dirigir una historia atrayente. En televisión, como en cualquier universo audiovisual, también es importante crear la atmósfera que introduce al público en la ficción en cuestión.  Ahí siguen siendo útiles esas cabeceras de arranque de programas y series como elementos narrativos, a pesar de ser tan despreciadas en los últimos años. Pero son fundamentales para sumergir al espectador en el tono del show. Queda demostrado en un talent show, como 'MasterChef', o en una serie como 'Amar es para siempre', ambos espacios inciden en unas sintonías para definir cada personaje y el sentido global del show.

Al final, la cabecera de un serial es el equivalente al aplauso del teatro, cuando sale el elenco a saludar y se proyecta su aureola de estrellas. Tan necesario, pues ahí se rompe la cuarta pared y se genera ese vínculo de guiño cómplice entre el actor, espectador y viceversa. El aplauso final provoca una mayor implicación entre audiencia y la serie, pues están intercambiando una especie de agradecimiento compartido. En televisión, sucede al principio de la obra: las cabeceras otorgan valor al trabajo que esconde la serie o el programa, impulsan la relevancia del equipo con carteles que recalcan el valor del trabajo y hasta lo mitifican. Ahí 'Amar es para siempre' no ha sucumbido a tendencias cortoplacistas y ha sabido evolucionar su tradicional cabecera con el paso de los años, con más color y travesura, a tono con la época que va representando la trama pero, también, con el luminoso ímpetu que necesita el consumo audiovisual actual. Pero sin perder esa esencia de la sintonía como liturgia escénica que no sólo sirve para rellenar minutos, sobre todo es útil para trascender en el recuerdo cimentando un lazo de cariño y respeto en la memoria del público.

Mostrar comentarios