OPINION

'Mujeres y hombres y viceversa', el daño de una televisión caduca

Mujeres y hombres y viceversa en directo
Mujeres y hombres y viceversa en directo

La televisión avanza y 'Mujeres, hombres y viceversa' continúa. Este jueves, el programa de Telecinco mudado a Cuatro ha realizado una (casi) final en directo. Cuatro mujeres compitiendo por el amor de un tronista, Santana. La estampa de por sí huele mal: mujeres peleando por el amor de un señor sentado en un trono. Lo mismo sucede al revés, sí, también hay hombres que compiten por una mujer en este programa. Y también la imagen desprende ese tufillo a una sociedad que se ha ido quedando atrás, pero que no toda la televisión ha dejado atrás.

Cuatro cuenta con otros formatos, como 'First Dates', que tratan la búsqueda del amor con la diversidad y humor que merece. Pero 'Mujeres y hombres y viceversa' sigue estereotipando una juventud basada en la vestimenta de discoteca hortera, mucho rayo uva y poca pluralidad estética e intelectual.

Todos guapos de recauchutado manual, característica que probablemente ha ido llevando al formato a una monotonía que le ha impedido llegar a otras audiencias, pues no representa a un amplio espectro de públicos. Hasta la 'generación ni-ni', esa que ni estudiaba ni trabajaba, ya está en otro punto. Ha evolucionado. No como 'Mujeres y hombres y viceversa', que sigue atascado en sus clichés. Este programa infinito solo ha avanzado con el cambio de presentadora.

Con la incorporación de Toñi Moreno, el formato ha ganado una comunicadora que ha rebajado la toxicidad del programa. Moreno castiga los celos, cuando en anteriores etapas del formato se incentivaban como 'seña de amor verdadero'. Trágico mensaje que este formato-culebrón normalizaba.

Moreno pone en evidencia conductas machistas, como cuando los tronistas hablan posesivamente de sus candidatas. En eso el programa sí ha cambiado.

Porque 'Mujeres y hombres y viceversa' es un programa que ha transmitido mensajes dañinos para la sociedad, no aporta nada y ni siquiera es ya grotescamente divertido, como podía serlo al principio. Por eso cada vez cuenta con menos audiencia. Gran parte del público no se siente ni entretenido ni reconocido en un mercadeo superficial de la búsqueda del amor que, en realidad, es sólo una pelea por la fama que en ocasiones regala el universo Telecinco, con acceso a bolos de discoteca o, en el mejor de los casos, a algún reality de la cadena.

Lo que no saben los participantes es que esa fama es de usar y tirar. En eso consiste de hecho el programa, en usar y tirar: sentimientos, tronistas... También, en última instancia, se usa y se tira al propio espectador, al que se le anuncia un desenlace de la búsqueda de pareja del tronista Santana para este jueves, como acontecimiento estelar con emisión en directo, y llega la hora de concluir el programa y no se ha decidido nada. Sorpresa. El culebrón se estira a mañana con el argumento de que no ha dado tiempo cuando en televisión siempre se diseñan las escaletas para tener atados los tiempos y, faltaban cinco minutos, y no había avanzado nada en el desenlace.

Así el show se aguanta una jornada más. Luego se quejarán de que el espectador no se fíe de nadie ni de nada. Eso también es tele dañina. Y burlarse del público, al final, pasa factura.

De ahí que las nuevas generaciones desconfíen cada vez más de los horarios de las cadenas tradicionales y canales como Cuatro lo tengan más difícil en la pretensión de fidelizar nuevas audiencias en su programación convencional. No se fían. No se identifican. No se lo creen.

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