ANÁLISIS

'Veneno': polígrafos, autocrítica y naturalidad

En televisión todo se puede hacer, pero todo depende de cómo se haga.

Veneno y el polígrafo.
Veneno y el polígrafo.
Borja Terán

En tiempos de simplificación de la realidad, el éxito de la serie 'Veneno' (Atresplayer Premium) está en gran sentido en que es un retrato social desde la complejidad. Y qué complejidad. Un detallista viaje a esa diversidad que nos enriquece y que, en cambio, la mochila social de prejuicios despreció. También desde la televisión.

Y, tal vez, por eso mismo, lo fácil (y obvio) hubiera sido que esta producción planeara por el atajo del morboso sensacionalismo. Pero no, 'Veneno' logra entretener a lo grande desde un transparente compromiso con los protagonistas, su audiencia y su sociedad. Porque, aunque a veces no lo parezca, la experiencia del entretenimiento más lúdico no está reñida con el compromiso.

Ahí estriba una de las grandezas de Javier Calvo y Javier Ambrossi como directores de ficción: su aplastante naturalidad a la hora de enfrentarse con la historia. Saben que en televisión todo se puede hacer, pero todo depende de cómo se haga. La desnudez, el cameo imposible, el folclorismo pop, la chimpunera música a todo volúmen, el drama más sórdido... lo que sea, la naturalidad siempre es aliada para romper con clichés e instrucciones predominantes que no van a ninguna parte.

Así 'Veneno' abraza una destreza pasmosa para mezclar sensibilidad y show. Porque no son incompatibles. Al contrario, el show es mejor cuando aporta, cuando divulga, cuando te deja pensando e incluso cuando hace autocrítica. Ese es el otro gran valor: la autocrítica. Pero no autocrítica vacía, autocrítica con argumentos. Incluso crítica de la propia tele desde dentro de la tele. Aunque ya no se vea sólo por la tele.

Porque 'Veneno' también enfrenta a la televisión a sí misma y sus trampas para alcanzar la audiencia fácil. ¿Cómo? Olvidando que detrás del personaje hay una persona y que, probablemente, es más interesante intentar descubrir a la persona que ir al elemental truco de derribar al personaje por aquello de atraer el interés básico del espectador. 

En este sentido, el capítulo cuatro de 'Veneno' -estrenado este domingo- muestra la vía fácil de programas con polígrafo para arañar décimas de cuota de pantalla enfrentando a mentiras a sus invitados. Aunque la máquina de la verdad ni siquiera funcione de verdad. Valga la redundancia.  Da igual, el guion está pensado para el infalible escarnio público. La Veneno sufrió ese polígrafo en la realidad en el programa 'En Antena' que, ahora, su propia serie recrea eligiendo a Angel Garó como intérprete de un digno presentador. Hasta a la hora de apostar por rimbombantes cameos, como este, 'Los Javis' no van por el camino previsible, desde luego. Porque esa es la fuerza de 'Veneno': desmonta nuestros prejuicios durante el visionado. Porque de eso va la mejor televisión, sea en ficción o en programas, en abierto o bajo demanda, la que nos entretiene mientras nos desafía.

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