EN PERSPECTIVA

Raffaella Carrà: lo que aprendí de la gran estrella de la televisión

HOLA RAFFAELLA TVE
HOLA RAFFAELLA TVE

Raffaella Carrà se ha ido con la misma sencillez que tocó el éxito. Porque su éxito es el de la sencillez. Sí, era una gran diva en escena pero, aunque consiguiera coreografías imposibles y su peinado rebosara una iconografía irrepetible, desprendía una todo poderosa cercanía que se sustentaba en un especial compromiso con su público. Público que Raffaella jamás perdía de vista, nunca se olvidaba de mirar a los ojos de la audiencia. 

Raffaella no era de dar lecciones, para nada, pero a los que amamos la televisión nos ha dejado, al menos, estas inspiraciones para una pantalla más creativa, más sincera, más osada, más Carrà:

APRENDIZAJE 1. Atreverse a las ideas, no sólo basta con cantar

A Raffaella Carrà siempre se le recuerda por sus canciones, que calaron a través de la televisión. Son himnos que celebran la libertad, los derechos humanos y, en muchos casos, intentan superar prejuicios. Pero ella desde sus inicios entendió que no sólo bastaba con cantar, había que interpretar una historia con cada canción. Aunque el micrófono aún tuviera un largo cable con el que había que lidiar para no tropezarse en las coreografías. Así, cada propuesta musical de Carrà en sus programas estaba envuelta de una escenografía y una dirección artística contundente. Sus programas solían intentar construir un universo propio que no se pareciera a otros. Hasta donde la imaginación les llevara. A veces, con ideas cuanto menos locas como poner a un Piolín gigante a bailar "Si tu me dices ven, lo dejo todo". Esa era la grandeza: conquistar la curiosidad del espectador con derroches creativos en los que prácticamente todo era posible. Cada canción atesoraba una narración que no dejaba indiferente. Y siempre Carrà defendiendo la actuación con la seguridad de gran estrella. 

APRENDIZAJE 2. Relativizar el éxito, abrazar sin prisa lo especial del momento

Pero el peligro de ser una gran estrella es que, a veces, te puedes despegar de la cercanía transparente que requiere la televisión. Nada que ver con Carrà, que el glamour de sus vestimentas no impidió que rápidamente fuera una gran comunicadora. ¿Por qué? Por su naturalidad de curiosidad incesante que no intensa. Tenía la actitud para que el espectáculo se sintiera como un evento único e irrepetible porque era generosa en implicación con el programa, sus trabajadores y su público. Incluso para compartir fallos del directo. Miraba a su alrededor sin superioridad y con espontaneidad. Sabiendo que la televisión es trabajo en equipo,  relativizando cualquier posible delirio de grandeza del entorno y siempre con la habilidad de controlar los tempos con una intuición aplastante. Esos silencios, esa sonrisa pícara a cámara cuando lo estaba flipando y con sólo una mueca se lo hacía saber al espectador. Y pocas veces tenía prisa, intentaba disfrutar y hasta degustar los grandes instantes que regalaba el directo. El reloj no mandaba, mandaba ella. Si tenía que bajar una escalera con una lenta tranquilidad para impulsar la emoción del espectáculo, se tomaba su tiempo. No confundía ritmo con velocidad, vamos. Así se creaba el clímax de show mágico que era aún más especial porque Carrà seguía el guion pero incorporando con gracia los avatares del directo. Y lo hacía como si ese espectador fuera un amigo confidente. De hecho, todo el rato se acordaba del espectador y le contextualizaba aquello relevante o peculiar que sucedía haciendo sentir a esa audiencia arte y parte del show. 

APRENDIZAJE 3. Ejercer activamente la escucha

Y es que, como las grandes comunicadoras, Raffaella no sólo hablaba al público: también intentaba lo más difícil en un plató: escuchar. A sus invitados, y a la propia audiencia. En España, incluso riéndose con que su español no era del todo bueno. Nos daba igual, pues su expresivo carisma hacía que entendiéramos todo. Y en un momento en el que no había redes sociales, incorporaba la llamada telefónica sorpresiva en la que todo el país esperaba a que sonara el teléfono y poder decir ¡Hola Raffaella!. De esta forma, sus programas fomentaban la participación y otra cualidad crucial en televisión: la fuerza de lo inesperado. Todo podía pasar cuando Raffaella telefoneaba a una casa cualquiera. También en el propio estudio de televisión, con juegos y sorpresas que favorecían una imprevisible reunión de amigos. Con la excusa de jugar al 'Si fuera' se lograban entrevistas sinceras de los famosos que participaban en el show. Se creaba una conversación diferente gracias a una premisa televisiva contundente. 

APRENDIZAJE 4. La osadía de no tener miedo a la ironía

Pero una buena conversación no existe sin una buena autora al frente del programa. Y Raffaella Carrà ha sido tan importante para la historia de la televisión porque ha sido una de las mejores comunicadoras en pantalla. Rápida de reflejos, su éxito es el de ser valiente en un directo. No se coartaba más de la cuenta y alcanzaba una todopoderosa complicidad con el espectador gracias a su capacidad para lanzarse a la ironía. Porque Raffaella Carrà atesoraba una inteligencia brillante para decir verdades con ayuda de la corrosión. Hasta con la osadía de tirar de un descriptivo y ácido humor negro con el que era fácil de empatizar. Esa madura picardía está impregnada en todos sus trabajos y no representa más que la sinceridad de tratar al espectador con la verdad, ingeniosa verdad, que merece. Sin miedo al sarcasmo que nos une y que consigue esa sonrisa cómplice de la confidencia entre amigos. Sin miedo a la humildad de la honestidad. Descanse en paz.

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