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¿Alguien se prepara para un otoño sin gas ruso... ni argelino?

Albares
¿Alguien se prepara para un otoño sin gas ruso... ni argelino?
EFE

“Yo contra mi hermano; mi hermano y yo contra mi primo; y mi hermano, mi primo y yo contra cualquier extranjero”. Con esa frase resumía un experto en comercio exterior lo que hay que saber para entender lo que pasa con Argelia y Marruecos, después de haber pasado varios años en cada uno de esos países ayudando a las empresas españolas a intentar hacer negocios. Los mandatarios argelinos han enseñado los dientes al Gobierno español tras su apuesta por Marruecos y el abandono del Sáhara Occidental, sobre todo por la falta de unas explicaciones convincentes para ellos de un giro como ese. El mensaje oficial era que España no tiene problemas con Argelia ni el gas, pero Argelia sí tenía un problema con España, y el gas es suyo. Mientras la sangre no llegue al río y sigamos recibiendo el gas por Almería, lo lógico es reconducir la situación con el respaldo de la UE, pero a sabiendas de que pueden hacernos daño de nuevo cuando se vean apretados. Todo lo malo será, por ahora, que suban el precio a las empresas que compran ese gas para generar electricidad, algo que todas ellas ya habían descontado desde octubre pasado, más por culpa de Putin que por Argelia.

El gas es por el momento una de las bases del progreso y el bienestar de Occidente y, por ello, una de las mejores armas de destrucción masiva que pueden utilizar oligarcas como el líder ruso o cualquiera de los gobiernos del norte de África para castigar a los infieles del mundo más avanzado. Esa clave es la que habrá que cuidar a partir de ahora, porque los estrategas argelinos -que también los hay y muy duros de roer- van a esperar al momento de mayor debilidad de sus no amigos para aliarse con quien haga falta si con ello ganan la partida. La pregunta clave que hay que hacerse entonces es cuál puede ser ese momento a medio plazo en la vieja Europa o en España, para estar preparados con una solución a mano en lugar de taparnos la cara y lamentarnos por lo que no hicimos.

Bajar la factura de la luz y frenar el tsunami de la inflación es la mejor manera de afrontar cualquier apretón que nos quieran dar desde Argelia, pero no va a ser fácil. Sustituir su gas de Argelia será complicado a través de metaneros que lo traigan licuado de Qatar, Nigeria o Estados Unidos, pero es una forma de reducir la dependencia del tubo de Medgaz. La apuesta por las renovables va demasiado lenta e insegura como para copar todo ese hueco que deja el ciclo combinado y el hidráulico y el nuclear dan para lo que dan. Es más, la crisis en la que se ha metido Francia, con el secreto a voces de que la mitad de sus nucleares están obsoletas o averiadas, con difíciles opciones de ser reparadas con eficacia, hacen que su demanda del 2,8% de la electricidad que genera España no vaya a parar y obligue a usar más gas para generar luz y, con ello, más compensación en la factura de los usuarios españolas para compensar a las eléctricas, menos rebaja y la misma inflación. El cálculo de 6.300 millones de devolución que ha hecho la propia Comisión al aceptar el tope al precio en España y Portugal ya incluye ese aumento de la demanda.

El problema es que ese tope al gas vendido como un triunfo político de Ribera y Sánchez tampoco va a servir para que Calviño pueda frenar la inflación en otoño como ella quisiera. El efecto matemático de la comparación interanual si valdrá: tendremos la luz en octubre al mismo nivel que el año pasado en ese mes (entre 150 y 180 euros el megavatio hora). Pero el coste del recibo va a ser todavía fuerte por otra coincidencia: la mayor parte de las comercializadoras que tenían el precio de hace un año van a renovar a partir de ahora sus contratos mayoristas con tarifas que serán del doble o el triple, de forma que no tendrán más remedio que cargar ese coste a los consumidores, y el drama de las comunidades de vecinos o los sistemas comunitarios de calefacción no va a parar.

Si no se corta la sangría de los costes energéticos, que familias y empresas llevamos ya un año aguantando a costa de nuestro poder adquisitivo (el tope al gas no le cuesta ni un euro al Estado), seguiremos siendo vulnerables ante Argelia y ante cualquier crisis energética grave que se pueda desatar en Europa. Los tipos de interés al alza no van a ayudar y la escalada de los alimentos tampoco, de forma que un hipotético corte del gas ruso a Alemania en otoño puede ser también letal para una economía española que estará estancada y solo contará, una vez más, con el alivio del turismo. En ese momento, que sería ya de economía de guerra, un fallo técnico o corte imprevisto del tubo argelino puede ser letal para España. Y en Argel lo saben. Podemos acudir a pedir ayuda a Bruselas, como ahora, aunque eso será confirmar nuestra debilidad en la UE ante un país que, además, está haciendo nuevos amigos en el continente, como Italia y la propia Alemania, que también tienen un tubo, más gordo que el español, quieren gas y saben que, por ahora, no hay suficiente suministro para todos. ¿Seguro que no hay más formas de bajar el recibo de la luz que el tope al gas de Ribera, antes de que todo eso ocurra? 

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