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La cena de Navidad sin ayuda para la compra

Cesta de la compra Navidad
La cena de Navidad sin ayuda para la compra,

Entramos en la penúltima semana del año con más pena que gloria, pensando en como hacer la compra para una de las cenas más importantes del año y pendientes de la pelea demagógica de Gobierno y oposición se traen sobre cómo ayudar mejor a la gente ante unos precios que, este año más que ninguno, se inflan en Navidad. A estas alturas y con el cordero o el besugo ya encargados a nuestro proveedor de turno, todavía no sabemos si la mejor opción es un cheque de 200 euros (más o menos), que habría que cobrar a través de la Agencia Tributaria tarde, mal y nunca, y solo para rentas mileuristas; o cabe aún la posibilidad de que, una vez que todo se ha demorado y para la compra de esta semana va a servir de poco cualquier medida, se plantee un debate serio sobre una revisión y bajada del IVA en los alimentos básicos, que podría ir condicionarse a medidas de transparencia en la formación de precios del sector, que buena falta le hace a pesar de la nueva Ley de la Cadena Alimentaria.

A priori, la baja del IVA de los alimentos cuenta con un problema fatal para el Gobierno socialista de coalición: que lo han propuestos las grandes distribuidoras del sector y la oposición del PP, con lo que, de entrada, se rechaza aunque sea la medida más inteligente que hay sobre la mesa. Frente a ello, hemos visto propuestas intervencionistas a ultranza, como poner un impuesto a las grandes cadenas (que son las que más ajustan los márgenes) y hasta establecer una cesta de la compra tipo subvencionada o bonificada por el supermercado, algo tan irreal como imposible de hacer en un país donde la variedad, la riqueza y la calidad gastronómica no tiene parangón en el mundo. No nos engañemos: es cierto que a todos nos gusta comer con calidad y capacidad de disfrute de productos que durante todo el año son muy caros, pero también lo es que la diversidad de nuestra producción alimentaria nos permite estirar el chicle lo necesario como para comer bien y no tan caro, si es necesario. En España hemos sabido hacer de la gallina en pepitoria de la postguerra un plato de alta cocina o elevar el ‘somarro’ o los ‘torreznos’ de toda la vida a la altura del ‘roast beef’.

No valen excusas como que el IVA ya está suficientemente rebajado en los alimentos porque hay muchos productos básicos al superreducido del 4%. Es mucho el volumen que se maneja en esa cuenta y toda la carne y el pescado que se consume en España lo tiene al 10%, con un gran margen de recorte. Tampoco me vale la excusa de que las grandes cadenas distribuidoras lo van a aprovechar para engrosar sus reducidos márgenes y no le va a llegar la rebaja al consumidor. Es justo lo contrario: limitemos la bonificación a aquellos productos de alimentación que las grandes cadenas utilicen para hacer ofertas a sus consumidores de forma que, no solo quede claro al ahorro que obtienen, sino que gracias a esas campañas se puedan ofrecer incluso mejores alternativas. Si las propias cadenas de alimentación lo han pedido, es porque van a apostar por ello y entre sus equipos comerciales y de marketing hay talento de sobra para transformar una medida así en algo mejorado para el consumidor.

La opción de dar un cheque de 200 euros (o más) a los perceptores de rentas más bajas, dentro de la injusticia de dónde pones la cifra de corte, no es mala solución, pero también es la más barata para el Gobierno y en la que menos se tienen que estrujar el cerebro sus técnicos, ya sean los de Consumo, los de Planas en Agricultura, los de Yolanda Díaz porque pasaban por allí, o la propia ministra de Hacienda, que al final es quien tiene la cuenta corriente a su nombre para sufragar cualquier coste. Es lamentable que, en plena crisis y con la inflación de los alimentos azotando de lo lindo, todavía no tengamos claro en este Gobierno de coalición quién es el responsable real de ese área. Ni siquiera se ha planteado hacer un comité de crisis entre técnicos de varios departamentos que sepan de qué hablan, para intentar aclarar la demagogia de sus ‘jefes’. Y lo de que el IVA no es progresivo y cualquier rebaja es igual para ricos y para pobres, tampoco es ciencia exacta en este caso, donde se pueden establecer diferentes tipos de IVA por grupos de alimentos, incluso por categoría de productos.

A la espera de ver con qué medida nos sorprenden esta semana para paliar la subida de los alimentos, y hasta que punto es efectiva o simplemente oportunista, para seguir en esa línea más adelante si entre ministerios se logran poner de acuerdo en quien lleva la batuta, estaría muy bien pensar que una rebaja del IVA o una nueva categorización de productos bonificados puede servir para poner condiciones de transparencia en la cadena alimentaria en muchas producciones que, a pesar de la nueva ley que se ha aprobado, nunca hemos sabido como forman sus precios. Si llevamos una vida sin saber quién le pone el precio al pollo o el conejo, y todavía hay pagos a productores por debajo de los costes incluso en campañas tan notorias como la vendimia o la oliva, aprovechemos cualquier oportunidad para darle transparencia al sector. Pero claro, eso no se si daría más votos que un cheque. 

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