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Sánchez busca un milagro para su "clase media trabajadora"

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Sánchez busca un milagro para su "clase media trabajadora"
Europa Press

Con el “exitazo” de la cumbre de la OTAN finiquitado llega la hora de revisar la política interna y ver las perspectivas que le quedan a España ante unas elecciones autonómicas y municipales en menos de un año y unas generales, supuestamente, un poco más tarde. Y una vez metidos en el barro, todos los rumores apuntan a una remodelación del Gobierno que permita a Sánchez dar la vuelta a los datos internos que auguran ya a una victoria del moderado Núñez Feijóo, que lleva apenas ‘cuatro días’ en la política nacional y se ha sabido adelantar a todos los pasos del presidente socialista donde más le duele, en el sombrío panorama que se presenta para la economía en lo que queda de legislatura. La subida de tipos va a agotar la capacidad financiera del Ejecutivo, pero también la de muchas familias y empresas, y aunque el partido que gobierna no tenga la culpa, nadie vota a quien no ha sabido evitar que le suban la hipoteca o que llevemos más de un año pagando la luz a precio de oro. Tras el espejismo del verano y el turismo, España va camino de una estanflación de libro a final de año, y cuando la actividad se estanque y el consumo siga bajo mínimos con una inflación de dos dígitos, solo va a faltar que caiga el empleo y empiecen los racionamientos energéticos por culpa de la guerra para que nos demos cuenta de que el monstruo que venía a vernos ha llegado.

La cuestión es saber cuál es el margen de maniobra que tiene Sánchez para ‘tocar’ a su Gobierno y conseguir el milagro de los panes y los peces, sin que eso aboque a un caos absoluto la gobernabilidad y le obligue a adelantar elecciones, que es algo que descarta por activa y por pasiva, hasta que no haya más remedio, como todo en la vida. Hace justo ahora un año que el presidente nos sorprendió un sábado con siete nuevos ministros para llevar a cabo una recuperación económica tras la pandemia “justa, verde y feminista”. Poco queda de eso doce meses después, más allá de la llegada de los fondos europeos, atascada en la burocracia de las justificaciones de gastos y proyectos que impone la ley, y una maldita guerra que es el origen de todos los males, pero contra cuyos efectos en la economía no se encuentran soluciones fáciles.

El problema es que cualquier cambio que se quiera hacer ahora en el organigrama ministerial que no pase por la reducción de carteras o el ajuste duro sobre los socios de Gobierno, no va a ser bien entendido por una sociedad que está harta de pagar facturas y a la que se le ha olvidado ya el escudo social, los despidos que evitaron los ERTE o las bonificaciones fiscales a las empresas. Cuando se toca el bolsillo de la gente como se está tocando, las urnas cambian de color rápidamente y, lo que es peor, hacer oposición al Gobierno de turno es más fácil que nunca. Sánchez busca un milagro económico que le permita salir del atolladero y recuperar la agenda política que le ha robado Feijóo, sin que todo su Gobierno salte por los aires ni se le rebelen por el camino los barones autonómicos y los miles de ayuntamientos que conservan el puño y la rosa como pueden. Y eso no es fácil ni habiendo escrito un manual de resiliencia.

La cumbre de la OTAN ha servido para reescribir un capítulo de la política del PSOE que hasta ahora estaba dormido o apartado por si acaso, el del gasto en defensa. Es un nuevo paradigma para sus socios de gobierno con el que será complicado que traguen, por más suave que se les ponga o se les haga entender que gran parte de la innovación y la investigación tecnológica que se hace en este país es gracias a ese sector, de cuyos avances se ha beneficiado siempre después (o al mismo tiempo) la sociedad civil. Con ese camino por recorrer en los Presupuestos para el año que viene, la coalición morada que llegó a Moncloa con Pablo Iglesias tendrá que afrontar ahora, además, la irrupción de la plataforma de su sustituta, Yolanda Díaz, que se pone en marcha esta misma semana para intentar mantenerse como uno de los apoyos del PSOE por la izquierda dentro de un año. La experiencia de las elecciones andaluzas no ha sido buena y la propia Yolanda, aupada más por sus correligionarios sindicalistas de CCOO que por una verdadera base política ciudadana, sabe que no va a ser un camino fácil de recorrer.

En este maremágnum económico y político que viene, toda la clave parece estar, en palabras del presidente del Gobierno, en atender como es debido a “la clase media trabajadora”. No hay entrevista en la que Sánchez no mencione a ese estatus social una docena de veces, sin que nadie sepa a quién se refiere. No se sabe si serán las rentas de menos de 20.000 euros al año sobre las que recae de lleno el golpe de la inflación de los precios y los carburantes, sin paliativos por el momento; o son las rentas de menos de 40.000 euros, para las que el PP ha pedido una deflactación en el IRPF, en lugar de gastar los miles de millones de recaudación de más que se lleva Hacienda por no hacerla en poner parches que de poco sirven ante la crisis energética y el agujero que está haciendo en los monederos de los ciudadanos. Claro que deflactar sería aplicar por segunda vez una de las propuestas del plan económico que Feijóo le propuso a Sánchez hace un par de meses, y eso es aire para el enemigo.

Visto de otro modo, tal vez más inteligente, igual no sería malo llegar a acuerdos, aunque sean puntuales, con un partido de Estado como el PP, ahora que la parte morada de la coalición se rompe y está mermada para sacar adelante soluciones reales que sirvan para solucionar los problemas de la gente, sin ideología y sin siglas. Afrontamos un año y medio electoral en uno de los peores momentos para la economía de las últimas décadas. Aunque la avaricia y el ansia de poder sobrevuelen los pasillos de la política, sería bueno recordar que la población va a valorar más a quien le ofrezca estabilidad y seguridad en su vida cotidiana, sin alardes. Eso supone saber poner la gestión pública y el progreso social y económico del país por delante de las siglas de cada partido. Quien mejor sepa hacerlo, y demostrarlo, se llevará el gato al agua. 

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