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Si el populismo político se convierte en violencia... habremos fracasado todos

Manifestantes marchan exigiendo el conteo de todos los votos en las elecciones presidenciales de EEUU en McPherson Square, Washington.
Si el populismo político se convierte en violencia... habremos fracasado todos.
EFE

El columnista del ‘New York Times’ Thomas L. Friedman daba en el clavo esta semana a la vista del choque de trenes que se ha producido en su país por un presidente saliente que no acepta el resultado de las urnas y es seguido, nada menos, que por la mitad de los votantes norteamericanos, millones de personas que han salido a las calles y hablan de robo electoral y votos legales e ilegales sin pruebas ni argumentos, solo como un auto de fe en su presidente populista y todopoderoso. Con ese escenario, Friedman lo tenía muy claro antes incluso de que Biden fuera el ganador claro: el perdedor de las elecciones no es tanto Trump como el conjunto del pueblo americano, que está partido por la mitad.

Es evidente que a Trump no le importa distorsionar la realidad a golpe de tuit sin el más mínimo reparo, hasta el punto de que la propia red advierte que algunos de sus mensajes y los de sus asesores no respetan la verdad. Pero el fondo de esa cuestión y del teatro del absurdo al que se puede llegar en Estados Unidos si el magnate bloquea judicialmente el nombramiento de su contrincante, es mucho más preocupante de lo que parece y no está lejos del día a día que se vive en el resto del mundo: la institucionalización de los populismos en la política y su entrada en los círculos de poder, que ha generado un caldo de cultivo muy fértil para atraer a todos los que se sienten maltratados e insatisfechos con el funcionamiento de las democracias modernas, hasta el punto de que peligra el respeto a las reglas más básicas de convivencia.

El ocaso de Trump es la demostración palpable de que las grandes verdades que los líderes populistas lanzan desde sus púlpitos políticos -ya sea a través de las redes sociales, ya sea con una moción de censura perdida de antemano- nacen, crecen, se reproducen y mueren en cuestión de horas, sobre todo si frente a ellas se colocan los datos inapelables de las urnas o los argumentos que en política demuestran que las cosas no son blancas o negras, sino que tienen una gran gama de grises en los que se ubican personas con una serie de necesidades concretas a las que hay que atender.

Desde un punto de vista geoestratégico, el triunfo de Biden servirá para no alimentar más ‘la bicha’, aunque solo sea porque es un líder más sensato y más completo que Trump. El dirigente demócrata ofrece mayor seguridad para reconducir las denostadas relaciones de EEUU con el resto del mundo, aunque eso no suponga de entrada que los conflictos vayan a solucionarse en cuatro días. Cuenta además con la aportación de Kamala Harris que, cuando menos, es un ejemplo de superación del racismo y la fragmentación social, y una apuesta por la inclusión, por una sociedad que no elimina a nadie. Aunque es seguro que esa base no servirá para evitar que Trump impugne e intente paralizarlo todo y a todos.

El sabio más joven que conozco, Antonio Garrigues Walker, que siempre tiene una parte del corazón en Estados Unidos, mantiene su confianza en que el país saldrá de nuevo airoso de esta época confusa, pero no oculta su preocupación por la fragmentación social que se ve e las calles y que ha sido atrapada por el populismo. “Eso indica que los que no somos populistas no hemos hecho lo suficiente por dar alternativas distintas y mejores a los ciudadanos”, una gran verdad que tiene difícil resolución en plena pandemia al uno y otro lado del Océano Atlántico, y con unas sociedades en pleno cambio en las que ofrecer soluciones seguras y absolutas para todos los problemas es imposible.

Llegados a este callejón sin salida ¿qué es lo que nos queda por hacer para no caer en las redes de quienes utilizan en beneficio propio la democracia de todos? Unos reclaman “pedagogía”, algo que no cabe en los 280 caracteres de un tuit y que exige políticos honestos que no opten por las medias verdades o los grandes axiomas y el bloqueo institucional cada vez que tienen que afrontar un problema general (o sanitario), al más puro estilo Trump; otros optan por jugar con tres barajas, para no perderse ninguna jugada, venga de la izquierda o de la derecha, moderada o radical... todo vale.

Entre unos y otros están los ciudadanos que pagan sus impuestos y esperan tener una sanidad que funcione y les saque de la esclavitud del coronavirus. Mientas eso pasa (que pasará), lo que queda es mantener una actitud social constructiva, sin dejarnos llevar por convocatorias absurdas de unos o movimientos interesados de otros, porque lo peor que le puede ocurrir a una sociedad fragmentada por el populismo, en EEUU y en Europa, es que el desacuerdo y la confrontación se conviertan en violencia callejera o de cualquier otro tipo. En el momento en que permitamos eso, habremos perdido todos. 

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