Marca de agua

La pandemia impone nuevas formas de hacer política: la bronca pierde prestigio

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez
EFE

En la política española compiten personajes como Simone Biles, la gimnasta que admiró al mundo en los Juegos Olímpicos de Río por su elasticidad muscular, pero que ha fracasado en Tokio por su rigidez mental. A veces, en el deporte como entre los políticos, se olvida que el músculo primordial para alcanzar la gloria del Olimpo es el cerebro. Citius, Altius, Fortius es, ante todo, un reto mental y un desafío espiritual, no el mero resultado de ejercitar nervios, tendones y ligamentos como mamíferos aventajados. Píndaro lo expresó con el fulgor de su lira: …” y al hombre que la gloria / ha sabido alcanzar en la palestra / concédele el respeto afectuoso / de propios y extraños. / Sabe seguir, sin desviarse nunca, / la ruta que es hostil a la soberbia, / y aprendió la lección que le ha enseñado / el recto corazón de sus mayores”.

Píndaro habría amonestado hoy a los deportistas que despreciaron la lección de sus mayores, pero con mayor rigor habría censurado a los políticos soberbios que suplen su falta de talento con piruetas musculares. De hecho, el poeta ya lo hizo entonces cuando escribió: “Para el hombre que es sabio, su talento mejor resulta si no encuentra fraude”.

Pero, ¿cuánto fraude abona el paisaje político español? El olímpico Iván Redondo se despidió de la palestra con unas declaraciones enigmáticas, cuyo alcance e intención algún día desentrañará. “Con el tiempo entiendes que todo es un fraude”, confesó al periodista siete horas antes de que se hiciera pública su destitución por Pedro Sánchez. Lo confesó después de tres años viviendo en el corazón del poder, donde van a golpear todas las tormentas. Y añadió: “Aún soy una persona con esperanza, aunque la política puede con todo”.

Tal vez esta última frase redonda es la que mejor expresa ahora el estado de ánimo de españoles, atrapados en un bucle pandémico que no parece terminar nunca, como si el virus se riera burlón de los políticos que proclaman victorias improbables. Este jueves, el presidente del Gobierno exhibió su más olímpico optimismo al ponerse la medalla de oro de la vacunación. Para haber ejercido de simple intermediario entre la UE, que gestiona las dosis, y las comunidades autónomas, que cargan con el trabajo duro de vacunar, la autoestima de Pedro Sánchez parece demasiado hinchada.

Hace bien, sin embargo, el presidente en atemperar su lenguaje, en perfeccionar su sonrisa y en vender la botella medio llena. Desde que Félix Bolaños le susurra al oído, Sánchez se ha vuelto untuoso en el gesto, habla como en amigable confidencia y oculta con eficacia sus carnívoros colmillos. Vamos, que se ha puesto en modo hombre de Estado. Es una táctica inteligente. El ciudadano está ahíto de broncas y griteríos. No necesita que nadie le cabree más de lo que está por sí mismo, entre el virus, la ruina económica, el separatismo depredador y los impuestos. El giro mediático de Sánchez abre una nueva etapa en la pugna política y haría mal el PP en menospreciarlo. Una oposición inteligente va más allá de la gresca diaria para construirse en positivo, rodeada de gentes positivas que proponen soluciones realistas. Los populistas, como los deportistas mediocres, ni son más rápidos, ni saltan más alto ni son más fuertes. Y cuando llega la hora de la verdad, cuando amanece el día de la gran final, sus mentes se quiebran y sus músculos se agarrotan. Píndaro, de nuevo, ya lo resumió en siglo V a. C. en sus Odas triunfales: "Es grande cada cual a su manera/mas la cima suprema es de los reyes".

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