OPINION

Pedro Sánchez y cierra España

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez
EFE

Entre Torra y Puigdemont conseguirán que Pedro Sánchez se envuelva en la bandera de Colón con más fervor que Abascal, Casado y Rivera juntos. A nada que se les vaya la mano a los CDR con la sentencia del Supremo, el "Ahora España" del PSOE puede saltar a "Siempre España" sin pestañear. Y que el líder socialista pase de 56 a 100 las veces que pronuncie en sus mítines la palabra España con rotundidad y orgullo, casi tantas como en los últimos cinco años.

Está bien eso de reivindicar la nación española sin que te llamen facha; o “trifachito”, término arrojadizo acuñado por la misma Mancloa que ahora desempolva la bandera. Si a Barrionuevo le llevó dos años descubrir las bondades de la Guardia Civil, es comprensible que a Sánchez le haya costado algo más descifrar el enigma español.

Pero, ¿será sincero este descubrimiento patriótico o, como denuncia la oposición, es otra impostura electoral del presidente en funciones? Remedando a Patxi López, habría que preguntar: "Pedro, tú sabes lo que es España". Para el líder del PSOE, ¿dónde empieza y dónde acaba España? ¿Acaso en Navarra, donde los socialistas gobiernan con separatistas y proetarras?; ¿incluye el País Vasco, donde apoyan al gobierno de los nacionalistas que no quieren ver España “ni por el forro”?; ¿tal vez llegue hasta las islas Baleares, gobernadas con los votos de los soberanistas antiespañoles? ¿Y qué decir de la centena de municipios en los que socialistas y separatistas cogobiernan hermanadamente? Por último: ¿y esto de “Ahora España” lo sabe Miquel Iceta?

Sí, en efecto, el converso tiene un serio problema de credibilidad, que no es de ahora, ciertamente, pero que al calor de la campaña electoral se esponja como los bizcochos. Por un lado, nada más lógico que frente al “Más país” de un Errejón todavía acomplejado con la Ñ, los estrategas socialistas ofrezcan “Más España” como la poción mágica para crecer hacia el centro, ese mítico 'aleph borgiano' en el que se fraguan todas las mayorías de gobierno. Despedazada la izquierda radical en pequeñas banderías, la inquietud del PSOE se desplaza hacia su derecha, justo donde empiezan los caladeros de Albert Rivera. Nada más rentable que echar la caña de España y esperar a que piquen los millones de votantes hartos de los desafueros de Torra y sus mariachis de la goma2.

Porque ahí, en Cataluña, reside la clave de la campaña electoral, y el partido que mejor la descifre será quien gane. Es verdad que los separatistas se lo están poniendo fácil a Pedro Sánchez. La destitución del director de los Mossos, Andreu Martínez, exigida por los CDR, y el nombramiento de Pere Ferrer, burócrata del núcleo duro, tiene el triple objetivo de entorpecer la coordinación policial con la Guardia Civil y la Policía Nacional, boicotear la ejecución de las órdenes judiciales y no reprimir a los violentos de la ANC. Es decir, poner a la policía catalana en “stand by” como el 1-O de hace dos años, de modo que sean los guardias civiles y los policías nacionales los que hagan frente a las algaradas y zafarranchos que seguirán a la sentencia de los golpistas.

El sueño húmedo de Torra y Puigdemont es volver a inundar las redes sociales y las televisiones con imágenes de los represores españoles masacrando a los patriotas catalanes, mientras los Mossos desaparecen en la oscuridad de sus cuarteles. A la búsqueda de esas imágenes se emplearán a fondo los CDR y depende de Pedro Sánchez impedirlo. ¿Cómo? Anticipándose y tomando el control de la policía autonómica para desplegarla en los puntos más críticos. Hay dos formas de tomar ese control: mediante el contundente 155, que el Gobierno rechaza con pánico; o bien, con la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional, herramienta en la que PSOE y PP coinciden como la más apropiada a día de hoy.

No es descabellado afirmar que Sánchez se juega en este envite algo más que la credibilidad de su discurso españolista: en realidad se juega la confianza de los votantes como gobernante fiable y enérgico capaz de pararle los pies a los golpistas. Si el presidente en funciones flaquea y deja el control de las calles catalanas a los separatistas, será difícil que logre la victoria que necesita para gobernar sin hipotecas los próximos cuatro años. Vamos a ver si el “Ahora España” no acaba diluyéndose a orillas del Ebro, que es donde el PSOE suele extraviar la E de sus siglas.

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