En mi molesta opinión

¿Es bueno que el próximo presidente de EEUU tenga más de 70 años?

El presidente de EEUU, Donald Trump, desde el balcón de la Casa Blanca.
¿Es bueno que el próximo presidente de EEUU tenga más de 70 años?
EP

Ya no hay tiempo para más peleas de gallos. Se acabó la batalla dialéctica y la de la propaganda. Llega la hora de la verdad: el próximo martes día 3 de noviembre Estados Unidos elige a Joe Biden como nuevo presidente, o decide seguir con Donald Trump en la Casa Blanca. Las encuestas, que muchas veces son como las escopetas de feria, aciertan por casualidad, dan una ventaja de ocho puntos al demócrata Biden, como ya hicieron hace cuatro años con Hillary Clinton, pero eso no significa que esta vez vuelva a saltar la sorpresa. La victoria de Trump en esta ocasión parece difícil de revalidar, pero tampoco sería un resultado inesperado.

Lo que sí es más sorprendente en esta batalla presidencial es la edad de los candidatos: 78 años Biden y 73 Trump. Llama la atención que no sólo los finalistas pasan de setenta años, los otros candidatos como Bloomberg, Sanders o Elizabeth Warren también son septuagenarios; el grupo de aspirantes a presidir la democracia más poderosa del mundo supera con creces la dulce edad de la jubilación, pero prefieren, en lugar de dedicarse a cuidar su jardín, complicarse la existencia por amor a la patria… y al poder, por supuesto.

La concurrencia de tanto 'madurito' a estas elecciones marcadas por la Covid-19 hace que el factor edad sea interesante pero no determinante, ya que ninguno destaca por su juventud. Aunque tiene su paradoja que en un era en la que lo joven parece que es lo que vende, en EEUU se imponga una especie de gerontocracia con botox. En España, sin embargo, los últimos candidatos destacan por lo contrario, por su excesiva juventud -y también inexperiencia-, todos están en la órbita de los 40, sin mucha vida ni mucha sabiduría en sus mochilas, circunstancia que se nota cuando toman algunas decisiones políticas.

Ronald Reagan con 73 años inauguró la época norteamericana de los presidentes ‘talluditos’, pero demostró que estaba más fresco de reflejos que su oponente más joven, Walter Mondale, que en un arrebato de torpeza insinuó que su rival era demasiado mayor para el cargo. Reagan, sin molestarse y con su sonrisa hollywoodiense bien ensayada le devolvió el piropo: "No voy a sacar a relucir el tema de la edad en esta campaña. No voy a explotar, por razones políticas, la juventud y la inexperiencia de mi oponente”, las carcajadas -incluidas las forzadas de Mondale- evidenciaron que los años no eran una desventaja sino una ayuda. Esto sucedió en las elecciones de 1984, en las que Reagan acabó ganando en 49 de los 50 estados del país. Su oponente sólo gano en Minesota, su estado natal.

Dejemos la edad de los candidatos y centrémonos en la batalla política, económica y cultural que se dirime en estas elecciones. El 3 de noviembre se vota algo más que al inquilino de la Casa Blanca, se vota la renovación de todos los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado federal. Además de un sin fin de elecciones estatales, locales, municipales e iniciativas populares. El poder presidencial es enorme, pero las cámaras juegan un papel moderador fundamental, que incluye la ratificación de los altos cargos del gobierno y de los decisivos miembros de la judicatura federal, como por ejemplo la recién elegida jueza Barrett, de ahí que sea decisivo quien controla el Congreso y el Senado para determinar una u otra tendencia.

La manera de ser de Donald Trump -que cada uno la defina como guste- es su mayor enemigo y a la vez su mejor arma de éxito. Claro y directo no se anda por la ramas y sabe a lo que juega, a pesar de su estilo bronco. La derecha norteamericana no aplaude el estilo de vida del presidente republicano -denunciado, por ejemplo, por varias prostitutas-, pero reconoce que es un presidente que les ha dado a los conservadores reconocimiento y poder, y que es capaz de enfrentarse sin miedo al 'establishment' dominante y luchar contra el laicismo agresivo. A su manera Trump ofrece protección y poder a sectores de la sociedad que casi siempre se han sentido desamparados, y ven en él un buen freno para detener los cambios que los progresistas quieren ejecutar en la sociedad.

Si Joe Biden gana la presidencia terminará su primer mandato con 82 años, de ahí que muchos piensen que será su vicepresidenta, la enérgica, inteligente y ambiciosa Kamala Harris, quien acabe ocupando el puesto. Biden ha hecho una campaña electoral que le posiciona más a la izquierda que cuando era vicepresidente con Barak Obama. Trae una agenda opuesta a la de Trump y su objetivo estrella es un supuesto plan para unir al país en una serie de valores compartidos con los que sintonizan los principales medios de comunicación.

La sombra maléfica e imprevisible del coronavirus será determinante el día tres. Si la población recuerda como estaba el país antes de la pandemia el triunfo de Trump será seguro. La economía iba como un cohete hasta que apareció el covid-19. A pesar de sus ‘locuras’ los sondeos le apoyaban, incluso los que le despreciaban reconocían que Estados Unidos funcionaba bien y los bolsillos de los trabajadores, incluidos los de los negros, estaban llenos. Pero los más de 225.000 muertos y los nueve millones de infectados que tanto recuerda el aspirante Biden pueden hacer que Trump pase al baúl de la Historia por la puerta de atrás.

El día tres veremos por vez primera en qué medida influye para los votantes la gestión de la pandemia. ¿Pesarán más los problemas del presente (con un paro desbocado) o los éxitos económicos de antes de la pandemia? Si Trump pierde será un claro indicador de que los ciudadanos consideran que no ha sabido liderar la lucha contra el Coronavirus, algo que a los mejor alegra a los políticos chinos, pero que deberán tener muy en cuenta los otros líderes del mundo a la hora de enfrentarse a las urnas, no sea que el ejemplo cunda y todos acaben derrotados por el covid-19.

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