En mi molesta opinión

Hablemos en serio de Vox aunque le duela al PP

El candidato de Vox a la Presidencia de la Junta, Juan García-Gallardo, y el presidente nacional de Vox, Santiago Abascal, se abrazan en la noche electoral en Valladolid, Castilla y León. CLAUDIA ALBA/PHOTOGENIC - EUROPA PRESS 13/2/2022
Hablemos en serio de Vox aunque le duela al PP.
PABLO REQUEJO / Europa Press

Al final tendrá razón una vez más Groucho Marx cuando dijo que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. En Castilla y León hemos visto como ha pasado algo parecido, y eso que los concursantes acudían como candidatos a unas elecciones políticas y no como humoristas o tertulianos de televisión. Empecemos por el final de la historia para entender como funciona este cuento de mucha ambición y pocas luces. ¿Quién fue el único líder nacional que estuvo al lado de su candidato, García Gallardo, tras conocerse los resultados?

No busquen más, sólo hubo uno, y ese fue Santiago Abascal, los otros líderes nacionales, empezando por Pablo Casado, Pedro Sánchez, no digamos Yolanda Díaz o Inés Arrimadas, todos estaban escondidos en sus “madrigueras” intentando disimular y aplacar sus malos resultados. Los del PP los camuflaban con la sonrisa forzada porque eran los ganadores reales de las elecciones, pero no tenían el cuerpo para mucho brindis. Abascal por su parte lucía otra cara, y no le importó chupar cámara y presumir de su rutilante líder capaz de conseguir que el único voto que tenían se convirtiera en 13 procuradores, aunque como dijo Teodoro García Egea -brazo armado de Casado- las elecciones las ganan los partidos, no lo candidatos. Y entonces, ¿por qué el líder del PP no quiso celebrar con Mañueco el triunfo del partido?

A pesar de algunos desencuentros, lo que está claro es que los partidos de derechas han doblado su ventaja sobre los partidos de izquierda, que han tenido una dura caída de resultados, tanto el PSOE como Podemos. Los 31 escaños del PP son fundamentales, pero ya tenía 29 y sólo han subido 2, muy pocos si descontamos los 12 perdidos por Ciudadanos. Ha quedado demostrado, sobre todo durante la campaña electoral, que algunos tienen mejor olfato que otros ante los fenómenos políticos, y esos parecen ser los de Vox que siempre crecen en expectativas, sólo han pinchado en hueso ante Díaz Ayuso.

El PP sigue con su estrategia razonable de no querer pactar con nadie, no vas a ponerte la ropa interior por encima de los pantalones, primero ocultas tus intenciones y luego a ver qué pasa con las propuestas de los demás, pero sin enseñar tus cartas. Lo que practica el PP es una especie de falsa coartada para que no se noten sus propósitos -“yo no quiero pactar pero si no tengo más remedio”-, es la misma cantinela que vendió Sánchez cuando dijo que con Pablo Iglesias y Podemos no podría dormir tranquilo, y luego acabó no sólo durmiendo sino merendando con el enemigo.

El que sí quiere entrar en política con el PP, a pesar de todo, es Abascal que ya ha confirmado su disposición a gobernar en Castilla y León. Sin embargo, si los verdes analizan con calma como funciona esto de la coyunda política quizá cambien de opinión, ya que las coaliciones para los partidos menores suelen ofrecer malos resultados. En toda coalición, al menos en España, el partido menor acaba siendo el derrotado, o al menos el que sufre mayor desgaste, repasen los datos: Unidas Podemos y Ciudadanos, este último de manera estrepitosa.

Por otra parte, también queda claro que los populares tienen miedo de asociarse a Vox, no sólo porque ambos poseen estilos ideológicos distintos sino porque temen que la izquierda tenga ya la coartada perfecta para hacer su campaña con el “matrimonio político” Casado-Abascal. A pesar de que sea así, es una idea que los populares deben dar por descontada porque es el mantra típico que la izquierda siempre repite, incluso cuando Vox no formara parte de ningún Gobierno. Es la estrategia preferida de Sánchez con la que lleva años organizando su plan para cuando llegue la ocasión, y esta parece que empieza a fraguar, de ahí que ya esté seduciendo a los de Génova con falsas tentaciones imposibles de cumplir. Que tenga cuidado también el PP con su habilidad y astucia porque puede provocar el efecto contrario y reforzar aún más el éxito de Vox.

En Génova siguen empeñados en no pactar con los verdes, pero la líder madrileña, Díaz Ayuso, cree que el PP no debe estar pendiente de lo que opine la izquierda sobre sus pactos, una maniobra que ella ha empleado con gran éxito en sus campañas. Ayuso piensa que los electores saben distinguir perfectamente entre: “Un pacto basado en la suma de intereses frente a un proyecto totalitario que está destrozando España”. Es decir, afrontar el riesgo de convivir con un partido de extrema derecha como Vox frente a la posibilidad que practica la izquierda y que es asociarse con comunistas, separatistas, extrema izquierda, como son ERC, Bildu o Podemos; según Ayuso hay que asumir sin complejos este riesgo porque los votantes sabrán apreciar la firmeza y prosperidad de un buen gobierno, como han hecho con ella. En definitiva, se trata de recuperar el sentido de la nación y del Estado español que han sido ignorados durante años por la izquierda y los nacionalismos, y recuperar cierto prestigio de pertenencia, o al menos de implicación con las instituciones democráticas.

También existe otra manera de enfocar esta compleja situación, aprovechar la oportunidad de que un PP sólido experimente con la fórmula que tarde o temprano llegará, que es la de formar un pacto de coalición con Vox sin complejos. No sería mala opción ensayar antes de entrar en pruebas y estrategias mayores, desoyendo los cantos de sirena de la izquierda, y poniendo las cartas sobre la mesa en un experimento controlado, aunque no tan arriesgado como unas elecciones generales. La prueba experimental en Castilla y León puede ser la plataforma idónea para analizar futuros encuentros, mezclando la experiencia de Fernández Mañueco con el impulso de García Gallardo.

El PP debe reconocer que hoy por hoy su viaje al centro del poder está condicionado a pactos con la derecha, los nacionalistas no quieren saber nada de Casado, y la única alternativa que existe como “voz en el desierto” es la de Vox. Mejor prepararse para opciones futuras mientras se estudia y analiza la convivencia política y su funcionamiento real. El bipartidismo no está muerto pero está gravemente herido porque no puede existir sin apoyos de otros partidos menores. Tal como hizo el PSOE en su día con la extrema izquierda, el PP deberá “vacunarse” también de lo suyo y asociarse en una aventura política con la derecha extrema, aunque no le guste y se sienta incómodo. La perfección no existe en este mundo, y en política mucho menos. 

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