En mi molesta opinión

Llegan los verificadores: cobrar bien y hablar poco

La presidenta de Junts, Laura Borràs; su secretario general, Jordi Turull; el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la diputada de Junts, Miriam Nogueras
Llegan los verificadores: cobrar bien y hablar poco.
Europa Press

¿Se imaginan ustedes que el Gobierno de un país democrático como España se reúna con un partido regionalista de ese mismo país para negociar unas cuantas cosas importantes que afectan a todos los ciudadanos, y otras que no se sabe muy bien cuáles son, porque nadie se atreve a decirlas, y todos ellos viajan a otro país, supuestamente neutral, para hablar de esos oscuros asuntos no reconocidos públicamente y con la presencia imparcial de unos verificadores que garanticen el cumplimiento de esos acuerdos? Cualquiera diría que unos y otros han perdido el sentido común y que los ciudadanos de ese país deben estar indignados y montando en cólera por el hecho de estar, en teoría, gobernados por unos políticos absurdos y aficionados al oscurantismo que actúan de espaldas a la democracia y a la transparencia que exigen las leyes y los ciudadanos. El secretismo de los verificadores, que son la versión hispano-suiza del silencio de los corderos, acabará saltando por los aires por su propio peso y necesidad. Los españoles tienen derecho a saber qué están negociando a sus espaldas y en su nombre unos políticos elegidos en las urnas pero que prefieren ejercer de aprendices de brujos.

Sin embargo, todo este grave problema es posible gracias a la falta de límites y de escrúpulos de Pedro Sánchez. Cuando un político es capaz de hacer cualquier cosa para alcanzar el poder al precio que sea prepárense para lo peor, porque tarde o temprano llegará la debacle y el desconcierto en ese país. La mayoría de los ciudadanos continúa despotricando mucho en las barras de los bares pero también tragan con gran facilidad estas absurdas ocurrencias de unos políticos poco racionales que se supone han de mejorar con su comportamiento la vida pública y las instituciones que representan. ¿Realmente es de recibo que un Ejecutivo elegido con todas las de la ley aparque su inteligencia y su coherencia, y se preste a rebajarse jurídica y políticamente ante otro partido por 7 votos, aunque estos sean decisivos? Lo malo de este precedente que rebaja el valor de la democracia es que Pedro Sánchez ha resucitado la maldición de su admirado Maquiavelo: el fin justifica todos los medios. A pesar de ello, había otras fórmulas menos humillantes y más creativas para alcanzar ese acuerdo con los independentistas pero sin poner en peligro la sociedad y la Justicia.

La mano derecha de Carles Puigdemont, el eurodiputado Toni Comín, aseguró a la SER que la negociación política sobre el futuro de Cataluña se hará en la mesa que han pactado Junts y el PSOE y no en la del Gobierno con la Generalitat. Es decir, en este guirigay de egos y vanidades también se incluyen las peleas de gallos personales para complicarlo todo aún más, ya que este supuesto Gobierno se dedica a negociar y conceder favores injustos a dos bandas con partidos separatistas de Cataluña, con el objetivo de instaurar y fomentar la desigualdad entre los territorios de un mismo país. Además, en esta nueva versión de “¡viva la diferencia aunque destrocemos la convivencia!”, está previsto que los encuentros entre el Gobierno y Junts se celebren en Ginebra, en un centro especializado en diálogos humanitarios y dentro de un contexto internacional que lo único que consigue es incrementar las desavenencias y las injusticias entre ciudadanos españoles de primera clase y de segunda. Es necesario añadir que el representante político del mencionado Gobierno, en el que también forma parte la extrema izquierda, se hace llamar miembro del partido socialista. Sin embargo, todo el mundo sabe que eso que vemos con nuestros ojos no es socialismo real sino que es puro “sanchismo” dogmático.

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