En mi molesta opinión

De la necesidad de Sánchez al juramento de Leonor

La Infanta Sofía, la Princesa Leonor, la Reina Letizia y el Presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez
La Infanta Sofía, la Princesa Leonor, la Reina Letizia y el Presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez
Europa Press

Hoy es 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos. No sólo de los santos inocentes -esos que están libres de culpa- sino de todos, incluidos los santos indecentes y los Santos Cerdán, que tragan saliva para que su foto en Bruselas no parezca tan nociva. Vaya contradicción y vaya papelón: el nº 3 del PSOE con Puigdemont haciéndose una foto de sofá como si las leyes penales no sirvieran para nada y ser prófugo fuera un simple disfraz de Halloween. Pero sepa usted, ciudadano y pagano de impuestos, que no formar parte de la casta política socialista le exige cumplir las leyes si no quiere tener problemas con la Justicia. ¡Viva la igualdad! ¡Viva la democracia! Dos realidades que se oponen entre sí por mucho que las ates en el maletero de tu conciencia. Querer hacer de la necesidad una falsa virtud, y luego revolverlo todo en la misma sartén para que te salga bien la tortilla aunque no le eches los huevos necesarios, no es tarea fácil.

Ayer, vivimos otro día especial, en el que Leonor juró la Constitución y se convirtió en mayor de edad en medio de un Congreso abarrotado de políticos presentes y algunos otros ausentes, esos que no entienden de democracias y dignidades aunque luego te suelten sus teorías paranormales. Muchos creen que Sánchez ha querido fastidiarle el cumpleaños y el protagonismo a Leonor con la foto de Puigdemont y el recadero Cerdán, pero no, ha sido justo al contrario. Sánchez ha querido que la foto -nada ética y muy poco estética- apareciera el día antes para esconderla detrás del acto oficial de la princesa y no para deslucirla, quería que no se hablara tanto de la ignominia gráfica con Puigdemont y que los ministros tuvieran la excusa perfecta para hablar de otras cosas. El presidente no pretendía eclipsar a Leonor, simplemente quería que ella y su jura le cubrieran a él sus oscuras maniobras poco respetables.

Vaya días raros que nos toca vivir. La vida funciona en apariencia según el protocolo establecido; sin embargo, el pasado día 30 el Gobierno convirtió a Puigdemont en un falso mártir redimido al que hay que visitar como si fuera el brazo incorrupto de Santa Teresa. Bueno, vale, quizá me lo merezca, ¿pero en serio que no había otras formas menos indignas para aliviar la imagen y las penas de los independentistas, sabiendo que ellos están tan necesitados como Pedro Sánchez, y que van a pactar lo que sea por poco que les den? Una cosa es que te pongas mirando a Cuenca mientras te roban la cartera, y otra que te vendan la investidura como una necesidad nacional que todos los españoles debemos acatar y acallar. Por qué Sánchez no hace de la virtud su verdadera necesidad. Por qué Sánchez no convoca un referéndum para decidir en nombre de España qué hacer con la amnistía.

Volviendo a la necesidad que pretende vendernos Sánchez, podemos concluir que se intuye lo que hay que esperar de esta tóxica relación que se avecina: más insuficiencia, mayor desgracia, más carestía, enfrentamiento, desdicha… tanto en Cataluña como en el resto de España. Y mucho más si comparamos esa necesidad presidencial con el juramento solemne de Leonor, que sin duda, como joven hija de rey, aspira a ser la jefa del Estado para servir a todos los ciudadanos y no sólo a los que votan 'sanchismo' o algún otro comunismo.

Ya me gustaría a mí que en un arrebato de lucidez y generosidad Sánchez se sintiera también presidente de todos los españoles, incluidos los que no le votan o discrepan de él. Qué pretende don Pedro, además de mandar mucho en el país, en el de “prisa” y en el otro, que la sociedad le aplauda a rabiar siempre que él quiera y aun cuando se equivoque. Le falta encajar las críticas y respetar a sus oponentes. Lo de Puigdemont no se solventa con un trampantojo teledirigido desde Moncloa, el fiasco requiere más explicaciones y menos errores. Ese es el desdén de algunos políticos arbitrarios que son capaces de cualquier cosa -también de pactar con un prófugo- para salirse con la suya y que nadie les lleve la contraria. Yo, por encima de todo.

A pesar de esos gestos desmedidos y autocráticos, todavía vivimos en una democracia que intenta sobreponerse a las circunstancias y con una Constitución protegida y prometida, no sólo por Leonor sino por millones de españoles. Sin embargo, como en la series de televisión, quedan varios capítulos por resolver pero la investidura está más que hecha y decidida. Ya lo estaba hace un mes, ahora sólo falta la puesta en escena y solventar los últimos coletazos con Podemos para que Ione Belarra e Irene Montero agachen la cabeza, pasen por el aro y pacten como todos los demás partidos. Aunque lo más divertido de este esperpento político aún está por salir.

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