En mi molesta opinión

Sánchez o el síndrome de Pilatos: yo me lavo las manos y tú friegas los platos

Pedro Sánchez
Sánchez o el síndrome de Pilatos: yo me lavo las manos y tu friegas los platos.
Agencia EFE

Más que en la boca, que también la sufrimos como bozal, parece que la mascarilla muchos la llevan delante de los ojos, a modo de ceguera voluntaria para no ver la cruda realidad que les rodea y de paso tampoco ver qué hace bien o mal el Gobierno de Pedro Sánchez. Por si hubiera dudas, la ministra del ramo sanitario, Carolina Darias, aclaró el lunes pasado “que salvar la Navidad no fue lo más adecuado” y que el objetivo del Gobierno no es salvar “semanas”, que lo suyo es salvar vidas. Interesante afirmación si fuera cierta. Pero perdone que le diga, en esto tampoco aciertan, señora Darias, llevamos más de 75.000 muertos y el Ejecutivo al que usted pertenece sigue sin una estrategia clara para frenar la pandemia.

Y eso que a estas alturas de la vida no debería existir ni la más mínima duda de cuál debe ser la prioridad del Gobierno de la nación: ¡Vacunar en masa a la población y hacerlo a la velocidad del rayo! Cuantos más vacunados tenga un país -hoy sólo está vacunado el 5%-, menos contagios y menos muertos, eso sí que es salvar vidas, señora ministra. Sin embargo, Pedro Sánchez y sus expertos prefieren primar el sistema medieval: el confinamiento total y la quema de brujas, en este caso la “quema” de bares y restaurantes, que son demonizados gratuitamente sin ningún informe que demuestre su culpabilidad. Todos a casa y que aquí no se mueva ni una mosca. Pero la gente puede ir a trabajar, los niños al colegio, se puede ir de compras, hacer deporte, ir al teatro, etc. Como si el virus fuera un alcohólico anónimo que sólo te contagia si alternas con él en zonas de ocio.

Prohibir es lo más fácil de hacer y lo más absurdo, ya que la gente seguirá buscando espacios para divertirse e interrelacionarse -como las casas-, y es mejor que lo hagan en lugares públicos controlados y con medidas de protección. Culpar a los bares y restaurantes es propio de políticos poco inteligentes y nada creativos, o sea, políticos mediocres que se dejan llevar por lo de siempre, por el trantrán del miedo social y por lo que hacen los demás, por ese mal de muchos que consuela a los tontos. Una actitud que el Ministerio de Sanidad practica con gran entusiasmo.

Pero no le pida a Sánchez que intente comprar a los rusos, por ejemplo, su vacuna para agilizar la inmunidad; le dirá que eso no se puede hacer, que la UE es la encargada de las compras y que él es muy obediente, aunque miles de compatriotas suyos mueran todos los días por falta de vacunas. No se ha visto en el Ejecutivo ni un mínimo gesto de hacer algo más por paliar esta grave situación, por reducir el número de fallecidos, sólo dejarse llevar por la corriente y echarle la culpa de todo a la Comunidad de Madrid. En Barcelona se monta un concierto con cinco mil personas -con PCR previa pero sin distancia obligatoria- y todo es maravilloso. Igual de maravilloso debería ser entonces que los franceses vengan a España con su PCR supervisada en el aeropuerto de Barajas.

La gran coartada de este Gobierno es que está haciendo lo mismo que hacen en otros países, y ya con eso Sánchez cree que ha cumplido y se siente satisfecho. Cree que nadie le puede echar en cara que no haga más, que se limite a copiar lo que hacen los otros, pero logrando peores resultados que los otros. A Sánchez le importan poco los datos y las evidencias, incluso si los datos son muy malos sus asesores y sus terminales mediáticas los marean y crean una nueva ceremonia de la confusión. A Pedro Sánchez le sucede lo mismo que a Pablo Iglesias, la gestión diaria y dura de la pandemia y de la cosa pública le agota sobremanera, él e Iglesias son más de la alta política, de los juegos de estrategia partidista, de mover políticos como si fueran fichas, de diseñar mociones de censura en servilletas de papel como si fuera la batalla de Iwo Jima.

Controlar la curva de contagios es difícil en todas partes pero especialmente en Madrid, no porque abra una o dos horas más los bares y restaurantes -según un informe del propio Ministerio de Sanidad el nivel de contagio en la hostelería es del 2,3%-, sino por su densidad territorial, en un espacio menor en kilómetros cuadrados hay una población mucho mayor. Además, y sin ir más lejos, Cataluña o París llevan meses cerrando sus comercios y bares a media tarde y los catalanes están casi como Madrid en número de contagios, y la capital francesa está 15 veces peor, a pesar de las drásticas medidas adoptadas. No hay ningún informe oficial y riguroso que relacione el incremento de contagios de manera especial con la hostelería. Lo que sí hay es un sinfín de demandas en curso contra algunas administraciones por su actitud hostil contra la industria de la restauración.

Ya no estamos al principio de la pandemia. El Gobierno de Sánchez ya no puede utilizar la excusa de que esta nueva ola le ha pillado desprevenido, que esto es una catástrofe inconmensurable y todas las disculpas baratas que ustedes quieran añadir. Ya es hora de exigir responsabilidad y creatividad (algo más que mascarillas en la playa) para frenar la pandemia; incluso a la hora de conseguir vacunas deberían trabajar más y hacer algo distinto. Sánchez ha inaugurado un modelo de gestión que bien podríamos llamar “síndrome Pilatos”: yo me lavo las manos y tu friegas los platos. Consiste en desplazar el trabajo y la responsabilidad de los problemas hacia arriba o hacia abajo: si las Comunidades van mal, la culpa es de los Gobiernos autonómicos; si no hay suficientes vacunas, la culpa es de la Unión Europea. Pero él nunca se siente concernido por ningún problema. ¡Jo, qué tío más listo!

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