OPINION

¿Resolvería un nuevo sistema de financiación autonómica las tensiones territoriales?

El Ministro De Guindos dice que si se anula el Referéndum del 1-O el Gobierno estaría dispuesto a negociar un sistema de financiación nuevo en Cataluña. Detrás de esa afirmación está el convencimiento de que un buen sistema de financiación autonómica acabaría con las tensiones territoriales ¿Cierto?

El ejemplo del País Vasco parece desmentir esa creencia. Si hay un sistema de financiación privilegiado son el “cupo” vasco o el navarro. Incluso hay partidos como Ciudadanos que lo consideran en parte una injusticia para el resto de los españoles. Pues bien, a pesar de este privilegio, Euskadi ha sido el centro de las tensiones territoriales durante mucho tiempo.

Ahora hay un sistema provisional llamado FLA (Fondo de Liquidez Autonómica), que es un crédito en condiciones favorables del Gobierno a las Autonomías para sus necesidades financieras. Se creó cuando la crisis del 2008 y años siguientes dejó a las Autonomías sin capacidad de financiación. Entre otras cosas porque el déficit presupuestario de algunas de ellas convirtió sus títulos de deuda al nivel de bonos basura. Junto con este fondo se creó el Fondo de Facilidad Financiera, para las Autonomías sin déficit presupuestario que dotará a Galicia de 880 euros por su buen comportamiento financiero.

Pues bien, en el cuarto trimestre de este año, del dinero del FLA el 31% corresponde a Cataluña. La que más dinero va a recibir. ¿La Generalitat ha agradecido este gesto del resto de los españoles que somos los que con nuestros impuestos nutrimos este fondo? No hay ninguna declaración de agradecimiento. Al contrario, sus dirigentes refuerzan su desafío al Estado.

Por tanto, un nuevo sistema de financiación autonómica no debe basarse en el deseo de apaciguar las tensiones territoriales. Debería basarse en la justicia. Lo que es mucho más difícil de calibrar que algunos repartos en base a factores sencillos.

Lo más simple sería distribuir la financiación en función de la población o de su recaudación fiscal ¿Sería justo? Es posible, pero también es cierto que con el primer criterio, la población, las regiones menos pobladas podrían estar en desventaja. Las zonas desérticas agudizarían sus despoblación, con los inconvenientes que esos procesos generan. Mientras que con la recaudación fiscal, como criterio de reparto, se vulneraría la solidaridad que todo sistema fiscal debe atender.

También se podrían utilizar criterios más de complejos, como las incomprensibles y polémicas “balanzas fiscales”. Cálculos económicos discutidos y discutibles por los diversos expertos. Otro criterio sería la cobertura de los costes de los servicios públicos transferidos por el Estado.

Por último, se podría utilizar una mezcla de varios factores mediante un cálculo combinado en el que a cada uno de los factores (población, recaudación, balanzas fiscales, …) se le aplica un coeficiente en un polinomio del que sale la atribución a cada Autonomía. Algo que sería tan complejo que no lo entendería ni sus diseñadores. Al final todo acaba siendo una negociación, con apariencia de decisión técnica.

¿Que es lo justo? Difícil saberlo. Lo que está claro es que, al menos, debe “parecer justo” para no crear tensiones entre autonomías. Si todos los representantes de cada una de ellas están de acuerdo en un determinado reparto, las tensiones territoriales se apaciguarían. Sin embargo, hasta la fecha, ninguna de las distribuciones que se han aprobado han cumplido este requisito en el tiempo.

En consecuencia, la financiación autonómica ni apaciguará, ni fomentará las tensiones territoriales. Lo que si será, es un argumento para justificar demandas de los diferentes Gobiernos autonómicos. Porque las tensiones territoriales sólo se reducen con el convencimiento de que todos los ciudadanos son españoles libres dentro de una realidad que se llama España, o las Españas (si se quiere ser de los de la Nación de naciones). Aunque eso no quiere decir que no haya que intentarlo de nuevo y buscar un consenso que dure un tiempo. El necesario para que se calmen las tensiones e impere la mayor racionalidad posible.

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