OPINION

A Pablo Casado no le gustan los presupuestos, le gusta TINA

Pablo casado accede a la Catedral de Ávila
Pablo casado accede a la Catedral de Ávila
EUROPA PRESS

Al nuevo presidente del Partido Popular, además de la Historia de España con sus conquistas en ultramar, la conversión de aborígenes y la expansión de la lengua castellana, le gusta TINA. Tranquilidad. No hay cotilleo del corazón por medio. TINA, con mayúsculas, es el acrónimo de la expresión inglesa There Is Not Alternative  atribuida a la dama de hierro británica Margaret Thatcher, la misma que torció el brazo a los sindicatos en Reino Unido y cimentó la senda de las privatizaciones, el libre mercado y la globalización en todo el mundo.

Casado cree firmemente en TINA. Por defenderla es capaz de coger un avión, plantarse en Bruselas y explicar a quien se ponga a tiro –mejor si son hombres de negro con tarjeta troika- que en España, a estas alturas de la película, todavía hay quien cree que hay alternativa a las políticas conservadoras. Como si lo de Grecia hubiera sido una anécdota. Un peligro. Vamos de la TINA a la TIA (There Is Alternative) en un viaje plagado de personajes del dibujante Ibáñez, el de Mortadelo y Filemón, capaces de mudar de disfraz y de opinión en segundos incluso al precio de dejar atrás un desastre.

Para Pablo Casado, el (todavía) intento de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias (Podemos) de aprobar unos presupuestos más sociales, son un riesgo que pueden llevar al país a la recesión y a la ruina. En realidad, el verdadero temor de los nuevos dirigentes del PP es que Sánchez consiga estirar una legislatura que consideran acabada desde que Rajoy salió en la tarde del 31 de mayo del Restaurante Arahy después de ocho horas y tras concluir que, al menos en su caso, TINA era una falsa.

Pablo casado accede a la Catedral de Ávila
Pablo casado accede a la Catedral de Ávila / EUROPA PRESS

Al PP de Casado, de los presupuestos del Gobierno para 2019 no le gusta ni el nombre. En su opinión, sólo son “supuestos”. Les sobra el “pre”. No le gusta la subida del Salario Mínimo Interprofesional a 900 euros; no le gusta el compromiso de subir las pensiones de acuerdo con el IPC –aunque en este punto tiene el apoyo incluso de ministros socialistas-; no le gusta la idea de un impuesto a las transacciones financieras y no le gusta la tasa Google. Todos esos compromisos intentan a demostrar que hay alternativa. Un peligro porque si el fenómeno portugués, donde TINA también hizo de las suyas, se repitiera en España, Casado podría ver comprometido el objetivo llegar a La Moncloa.

Al nuevo PP no le gustan las propuestas del tándem Sánchez-Iglesias pese a que debería sentirlas prácticamente suyas. En abril de este año, siendo vicesecretario general de comunicación del partido, su compañero Javier Maroto defendía en las televisiones que las pensiones se iban a revalorizar “todas ellas” con el IPC “y algunas de ellas por el doble del IPC”. Era algo “bueno para el país” y para el conjunto de España. La verdad era que los correosos pensionistas vascos, protestando cada lunes ante el Ayuntamiento de Bilbao, habían provocado un movimiento en cascada: presión al PNV que presionó a Montoro, que presionó a Rajoy y que forzó las declaraciones de Maroto.

El PP y el SMI

Lo de las pensiones y el IPC es sólo un ejemplo. El partido del vicesecretario Casado también defendió -firma televisada en La Moncloa de por medio- una subida del SMI del 19% entre 2018 y 2020 y el impuesto de transacciones financieras. El encargado de negociar el impuesto en Europa fue el entonces ministro de Economía y hoy vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos. “Creo que no va a crear ningún tipo de distorsión”, aseguraba de Guindos en Bruselas con la flema de siempre. Y qué decir de Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, que defendió la tasa Google hace menos de seis meses porque permitiría “financiar mejor al Estado”.

Casado, borrón y cuenta nueva. Una cosa es ser vicesecretario, un oficial de partido con aspiraciones y otra general con mando en plaza con posibilidades de conquistar el poder. Es entonces cuando se empieza a comprender la gesta de los romanos y la gesta de descubrir nuevos mundos –plus ultra-. Incluso a riesgo de olvidar que el conjunto de la ciudadanía –hay 12 millones en riesgo de pobreza en la España de 2018 según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza- tiene derecho a vivir con dignidad.

A Casado todo lo que suene a alternativa en la política económica le suena mal. No caben más impuestos, ni cabe más gasto social. Olvida que España es uno de los países de la zona euro que menos recauda en relación a su riqueza –nos codeamos con Rumanía, Lituania, Letonia y Eslovaquia- mientras que es también uno de los países que menos dedica a gasto social –4,5 puntos menos que la media-. Hace mal en olvidarlo porque, según el CIS, el 89% de la población considera que los impuestos en España no se aplican de forma justa. Y eso es un dardo en el corazón del sistema que Casado dice defender. Con tino y con TINA.

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