(REPORTAJE)SIRIA, TRAS LA BATALLA DE ALEPO

Su nombre ya es un símbolo de la barbarie de la guerra como lo fueron Berlín, Stalingrado, Beirut o Sarajevo. El pasado 22 de diciembre, el Gobierno sirio tomó el control total de Alepo. La otrora capital comercial y financiera de Siria es hoy conocida como “la ciudad de la muerte”. Pero no es el único lugar de Siria que ha sufrido asedio y bombardeos a civiles. La mitad de la población del país necesita ayuda de emergencia para sobrevivir y casi cuatro millones de personas permanecen atrapadas en lugares sitiados o de difícil acceso.
La mayor parte de Alepo ha quedado reducida a escombros. No hay electricidad, agua ni alimentos, y los accesos aún son precarios y no del todo seguros. La Ciudad Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986, es ahora un montón de ruinas. En 2011 su población era de cinco millones de habitantes. Hoy apenas alcanza el millón de personas en el lado gubernamental y 250.000 en los barrios del este, que estaban controlados por los rebeldes.
Pero, a juicio de María Jesús Vega, portavoz del Alto Comisionado para los Refugiados (Acnur) en España, “Alepo es solo un paradigma de lo que está ocurriendo en toda Siria en las últimas semanas”, ya que hay otras zonas en las que la población civil está sufriendo asedios semejantes, como Foah y Kefraya, o, especialmente ahora, la villa de Wadi Barada, cercana a Damasco. En muchas zonas del país, insiste la portavoz de Acnur, “hay combates muy intensos, con miles de muertos, heridos, desplazados... No hay alimentos, agua, electricidad... La situación humanitaria es muy preocupante”.
Las cifras de la guerra de Siria hablan por sí solas. La ONU dejó de contabilizar las muertes a finales de 2014 cuando el número de fallecidos alcanzaba los 250.000. Por su parte, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una entidad con sede en Londres, calcula que actualmente la cifra de muertos podría elevarse hasta los 470.000. En cuanto a los refugiados, los sirios que han huido del país son ya 4,8 millones, según Naciones Unidas, de los cuales 3,4 millones son mujeres y niños. Los que se han visto obligados a desplazarse dentro del país, huyendo de los combates, son 6,3 millones.
BASTIÓN ESTRATÉGICO
Situada al noroeste de Siria, muy cerca de la frontera turca, Alepo ha sido durante la guerra un símbolo para las fuerzas de oposición a Bashar Al-Assad, el bastión de los rebeldes, en contraposición a Damasco, que ha permanecido bajo el control del Gobierno. “Alepo era el pulmón económico de Siria, por lo que era muy apetecible”, explica Jumana Trad, presidenta de la Fundación para la Promoción Social de la Cultura (FPSC), la única ONG española que cuenta con proyectos en dos campos de refugiados sirios en Jordania (Za’atari y Azraq).
En efecto, Alepo era el corazón comercial y financiero del país y en ella predominaba la clase media de tipo empresarial. Tenía un patrimonio histórico milenario, pero, a la vez, era una urbe moderna y occidentalizada, con una vida social intensa, donde los distintos grupos religiosos convivían en total armonía. “La ciudad quedó partida en dos", recuerda Trad, "y durante años fue bombardeada constantemente. Sus habitantes han sufrido un infierno y sus calles han quedado arrasadas. Sus vecinos han tenido que huir como podían".
LA GUERRA DEL 'TODO VALE'
Los combates se han desarrollado en plena ciudad. La Resolución 2332, aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU el pasado 21 de diciembre, hace una descripción bastante detallada de cómo los bandos en liza se han ensañado contra la población civil más indefensa convirtiéndola en objetivo de guerra. El documento habla de “ataques a centros de enseñanza e instalaciones médicas, interrupciones deliberadas del abastecimiento de agua, uso indiscriminado de armas, entre las que se incluyen la artillería, las bombas de barril y los ataques aéreos, así como el fuego de mortero, los atentados suicidas o con vehículos bomba”.
La resolución añade una lista de atropellos de los derechos humanos: “Hacer pasar hambre a los civiles como método de combate (...), uso generalizado de la tortura, malos tratos, ejecuciones arbitrarias y extrajudiciales, desapariciones forzosas, violencia sexual y por razón de género, así como abusos contra niños”.
La portavoz de Acnur muestra su indignación por lo que considera “una violación flagrante del derecho internacional humanitario, un escandaloso menosprecio de los derechos de los civiles”. Según Vega, estas violaciones no solo se dan en Alepo, sino en muchas otras zonas de Siria donde la población desplazada también ha sido objeto de bombardeos y ataques. “Hay familias enteras que han intentado huir en medio de la lluvia de balas de los francotiradores, niños que han sido asesinados mientras iban a la escuela. No se respeta absolutamente nada”.
SIRIA, UN BANCO DE PRUEBAS
Sobre el territorio sirio se superponen varios conflictos regionales y globales. En el centro de todo, está la guerra entre el sunismo y el chiísmo, las dos principales facciones del islam. La dinastía de Bashar Al-Assad pertenece a la minoría alauí, que es una rama del chiísmo, por eso ha sido apoyado por Irán, país de total predominio chií. Por su parte, Arabia Saudí, Qatar y Turquía, de mayoría suní, han apoyado de forma velada a las fuerzas rebeldes, entre las que han ido tomando protagonismo las organizaciones terroristas yihadistas de raíz suní.
La balanza ha girado radicalmente a favor de Al-Assad en el último año, debido a la paulatina retirada de apoyos a la oposición por parte de Turquía y a la decidida implicación de Rusia en favor de las fuerzas gubernamentales. Por su parte, EEUU, que empezó ayudando a algunos grupos rebeldes, prácticamente ha desaparecido del escenario bélico.
Para Francisco Javier Blasco, coronel en la reserva y experto en seguridad y defensa, la guerra de Siria es el “gran banco de pruebas” para varios países. “Todos los que participan aparentan ir para una cosa, pero en realidad van por otra. Todos tienen agendas ocultas y están probando sus fuerzas militares”. En el caso de Rusia, sus intereses son claros para este experto: disponer de bases militares en la zona que le permitan dar apoyo logístico a sus fuerzas en el Mediterráneo y combatir al yihadismo antes de que sea una amenaza directa en suelo propio o vecino.
“Putin sabe que muchos de los combatientes del autodenominado Estado Islámico proceden de su territorio o en países vecinos (el Cáucaso, Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán...). Estos combatientes se están entrenando y adquiriendo más adeptos en Siria y podrían volver a sus lugares de origen y suponer una amenaza directa para Rusia. Le interesa eliminarlos en Siria antes de que vuelvan a casa con una mayor preparación militar y experiencia de guerra”, señala Blasco.
Desde el punto de vista geoestratégico, el resultado es, según este experto, que “Rusia se está convirtiendo en la primera potencia en Oriente Próximo y, como nos descuidemos, en el Mediterráneo. Tenía su agenda oculta de intereses y ha logrado un peso específico en el área muy importante”. Como muestra de ello, el coronel Blasco llama la atención sobre el hecho de que ahora las conversaciones de paz las están liderando Rusia, Turquía y Siria. “En cambio, EEUU, la OTAN y la UE han cometido el grave error de no entender que tenían que haber actuado con más fuerza y eficacia”, concluye.
Siria también ha sido un banco de pruebas para el yihadismo internacional. En esta línea se pronuncia un experto en seguridad y defensa que no desea revelar su identidad y que cree que “bajo el paraguas semántico de ‘oposición moderada’ se han cobijado demasiados elementos radicalizados, de modo que es muy difícil saber quiénes son o qué porcentaje de ellos milita o es afín a organizaciones yihadistas. Además, la información proporcionada sobre esta oposición ha sufrido numerosas acciones de propaganda y contrapropaganda”.
“Es probable que los extranjeros que acudieron a luchar a Siria sean los más radicalizados, por lo que, si finalmente salen derrotados allí, intentarán continuar su lucha en otros escenarios regionales o, en muchos casos, regresar a sus países de origen, aunque más radicalizados aún y preparados que cuando partieron”, dice este experto.
EMERGENCIA HUMANITARIA
Tras la toma de control de Alepo por parte de las fuerzas gubernamentales, el desastre humanitario en Siria sigue siendo de enormes proporciones. Acnur calcula que hoy día la mitad de la población siria precisa de ayuda humanitaria urgente para poder sobrevivir. La situación es especialmente preocupante para las casi cuatro millones de personas que permanecen atrapadas en lugares sitiados o de difícil acceso.
De Alepo han salido, desde el pasado 15 de diciembre, 32.000 personas, que se unen a las 110.000 que ya habían abandonado la ciudad en los últimos meses. Los refugios improvisados para alojarlas ya están saturados. La portavoz de Acnur advierte: “Nos consta que después del alto el fuego han muerto niños por hambre, frío y falta de condiciones adecuadas. En estos momentos lo más urgente es proporcionar material de cobijo, ropa de invierno, mantas térmicas, plásticos aislantes, comida y agua”.
Por su parte, la presidenta de la FPSC destaca la importancia de garantizar la seguridad y el acceso a las organizaciones que ofrecen ayuda humanitaria. “Hay que ayudar a los desplazados dentro de Siria, lo cual es una labor muy complicada porque las ONG no pueden trabajar con seguridad. Lo más urgente es abrir corredores humanitarios y proporcionar seguridad a las carreteras que van hasta la ciudad”.

Mostrar comentarios