Pal Schmitt, de la esgrima a la política con final indeseado

Pasó de la cumbre de su deporte a la cumbre del poder político, de recibir la corona olímpica al cetro de mando de la República, pero la caída del antiguo esgrimista húngaro Pal Schmitt fue en picado luego de un vergonzoso asunto de plagio.

Pal Schmitt supo moverse con habilidad en el deporte como en la política hasta el punto de pasar a la historia del país magiar: Dos veces campeón olímpico de florete por equipos (1968 y 1972), entró en política a través del comité olímpico nacional antes de adherirse al Fidesz, el partido fundado por Viktor Orban como contrapeso del partido comunista.

El deporte nunca fue un fin en sí mismo para este septuagenario cuyos padres le exigían "buenos resultados en la escuela", y le insistían tanto en que "estudiara música como lenguas extranjeras", cuenta a la AFP en su oficina de un edificio exclusivo del centro de Budapest.

Pero la competición, que ocupó su día a día "de los 17 a los 34 años", le formó "para toda la vida", enseñándole a tener "paciencia, perseverancia, respeto, y también a soportar la monotonía, soportar la derrota, y dar la mano al adversario".

"Lo digo con mucho orgullo: siempre he jugado y juego en equipo", afirma el exdeportista, que acumula tantos cargos de responsabilidad como trofeos en sus vitrinas: embajador en España y Suiza en los años 1990, presidente de la Asamblea Nacional Húngara, miembro del Comité Olímpico Internacional (COI).

Sus críticos le califican burlonamente de "apparatchik", pero lo cierto es que su rostro es familiar para sus compatriotas desde que dirigía en los años 1980 una sesión de gimnasia antes del informativo de televisión de la noche en la por entonces única cadena del país.

Fue su cercanía con Viktor Orban, convertido en primer ministro en 2010, lo que determinó su nombramiento al frente del Estado el mismo año.

Pal Schmitt se convirtió en el cuarto presidente de la Hungría poscomunista en agosto de 2010. Fue entonces cuando comenzaron realmente los problemas.

Primero fue objeto de las críticas de los opositores de Orban, cuando se limitó a firmar dócilmente decenas de leyes adoptadas por el Parlamento húngaro, dominado por el Fidesz del primer ministro, acusado de deriva autoritaria.

Dio validez a una nueva constitución muy protestada, cuyos postulados en materia judicial, religiosa, bancaria o mediática costaron varias sanciones al país por la Unión Europea.

Para colmo, suscitó las risas y las bromas del país cuando publicó un texto plagado de errores de gramática y de estilo... cuando Pal Schmitt se había erigido en defensor de la lengua húngara.

Después llegó el escándalo del plagio: en enero de 2012, una revista húngara reveló que su tesis doctoral, realizada en 1992, incluía varios pasajes escritos por un investigador búlgaro.

De las 215 páginas sobre los Juegos Olímpicos que le otorgaron el título de Doctor, al menos 180 habían sido "en gran medida copiadas", según concluyó una comisión universitaria.

Se vio obligado a dimitir en abril "en interés de Hungría y de la unidad nacional".

Un episodio que no le place recordar al antiguo jefe de Estado, que prefiere referirse a su actividad en el COI, del que es miembro desde hace 33 años.

También es un firme apoyo de la candidatura de Budapest a organizar los Juegos Olímpicos-2024, para los que compite con Los Ángeles, Roma y París. "Según la tradicional rotación (entre continentes) le toca a Europa albergar los Juegos en 2024, y París es favorito, ya se sabe", reconoce con deportividad.

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