Andrés Pascual invita a que la lectura de una noche deje huella toda la vida

  • Concha Carrón.

Concha Carrón.

Madrid, 18 oct.- Andrés Pascual ha querido que su última novela, "El sol brilla por la noche en Cachemira", discurra en una sola noche, aunque su intención es que su lectura "deje un poso que dure toda una vida".

Para Andrés Pascual (Logroño, 1969), las preguntas existenciales que se formulan los personajes de su última obra en un hospital de campaña en el estado norteño hindú de Cachemira son "las mismas que se puede formular cualquiera en la intimidad de su habitación", porque, según cuenta en una entrevista con Efe, todos buscamos "las mismas respuestas".

El escritor, que afirma que desde que comenzó a escribir la primera página de su exitosa primera novela, "El guardián de la flor de loto" (2007), se convirtió "en un hombre nuevo", asegura que su última creación le ha enseñado a encarar "con naturalidad y serenidad" la pérdida y la muerte.

La novela traslada al lector hasta el continente asiático de la mano de David Sandman, un hombre atormentado por la muerte de su hija adolescente a causa de la anorexia, que decide huir de sí mismo cambiando su trabajo de alto ejecutivo por el de observador de Naciones Unidas en una remota región del Himalaya azotada por los conflictos religiosos y políticos.

Tras un atentado que le deja tetrapléjico y agónico, David conoce a Aurore, la enfermera de un hospital de campaña que le acompaña en un viaje interior para ambos a lo largo de una sola noche con la única compañía de la banda sonora "Paradise", de Coldplay.

En esta bella e intimista historia su autor ha volcado "todas las enseñanzas acumuladas en la mochila después de muchos años de viaje físicos, literarios e interiores", para aprender que "la espiritualidad no está reñida" con el interés de los lectores, muchos de los cuales le dicen que sus libros han cambiado sus vidas.

Pascual, abogado de profesión, encuentra en el continente asiático un lugar "lleno de magia y de nuevas alternativas para el día a día occidental", y lo ve como "un espejo fascinante en el que mirarnos para recobrar ilusiones y sueños".

"El guardián de la flor de loto", ambientado en las cumbres del Himalaya, le enseñó "a pensar"; con "El haiku de las palabras perdidas" (2011) aprendió "a sentir"; y su última producción le ha enseñado a "disfrutar de la vida sin obsesionarme por la muerte", tres viajes literarios "que han confluido en un viaje interior enriquecedor".

Aunque asegura que no practica ninguna religión oriental, intenta "beber" del saludable halo de "magia y color" que aportan a las "agitadas" mentes occidentales, por considerar que suponen "nuevas ventanas por las que nos podemos asomar, respirar hondo y contemplar el mundo con otros ojos".

De su libro ha aprendido que la vida es "como una montaña rusa: te sube a lo más alto para arrojarte a pozos profundos en cuyo fondo siempre hay una puerta abierta por la que volvemos a nacer", y también que el infierno y el paraíso "están dentro de nosotros; solo es preciso encontrar la luz que te ayude a ver esa realidad".

Aunque sus personajes huyen al confín del mundo para escapar de sus propios conflictos, Andrés Pascual cree que las alternativas están "a la vuelta de la esquina" y que el único viaje verdadero es "hacia tu propio interior", aunque reconoce que precisamente por eso es el viaje "más arriesgado y sacrificado".

La elección de forma "intuitiva" de la anorexia que causa la muerte de la hija de David es -asegura- un reflejo de un mal muy común de la sociedad actual, "que ni siquiera ante un espejo somos capaces de ver nuestra propia realidad" y que sufrimos "ceguera involuntaria" con tal de no enfrentarnos a nuestros propios miedos.

En la época convulsa y de zozobra actual, el escritor confía en que su sol nocturno de Cachemira sirva a los lectores para encontrarse consigo mismos y "como un pequeño rayito que les recuerde que la esperanza que algo que hay que perseguir, porque la vida es un privilegio que hay que saber aprovechar".

Aunque toda la historia entre David y Aurore transcurre en una sola noche, la esperanza de su creador es que el poso que deje su lectura dure "toda una vida".

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