Disposición de la terna en una tarde sin ganado en Las Ventas

  • Una tarde de ganado muy deslucido por su absoluta falta de fuerzas y de novilleros inexpertos dio como resultado hoy en Las Ventas un espectáculo de lo más anodino, en el que destacó la disposición de los tres espadas, especialmente Víctor Tallón, que recibió dos ovaciones al término de sus faenas.

Javier López

Madrid, 14 sep.- Una tarde de ganado muy deslucido por su absoluta falta de fuerzas y de novilleros inexpertos dio como resultado hoy en Las Ventas un espectáculo de lo más anodino, en el que destacó la disposición de los tres espadas, especialmente Víctor Tallón, que recibió dos ovaciones al término de sus faenas.

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco novillos de Araúz de Robles, de desiguales hechuras y en el límite de la invalidez. El primero fue un sobrero de Benjamín Gómez Martín, pronto, noble y con recorrido, aplaudido en el arrastre.

Diego Fernández, que sustituía a Juan Miguel Benito: estocada baja y descabello (silencio); y pinchazo, y media atravesada y desprendida (silencio).

Víctor Tallón: dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso); y pinchazo y casi entera tendida (ovación).

Manuel Cuenca: medio metisaca en el brazuelo, y media atravesada y muy caída (silencio); y cuatro pinchazos, y media perpendicular, trasera y caída (silencio).

En la enfermería fueron atendidos Victor Tallón de "contusión en rodilla y tobillo derecho" y el subalterno David Navalón "Jaro" de "contusión en la falange distal del quinto dedo de la mano izquierda". Ambos percances son de pronóstico leve a la espera de sendos estudios radiológicos.

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Julio Pacheco, exdirector-gerente del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid y antiguo alcalde de la localidad madrileña de Humanes, recientemente fallecido.

La plaza tuvo un cuarto de entrada en tarde agradable.

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BOSTEZOS ENTRE INVÁLIDOS

Segunda de los "encastes minoritarios", ésta en modalidad de novillada picada, y segunda en la frente. Si la tarde del domingo pasado hubo un único pasaje anotable, el que protagonizaron Luis Miguel Encabo y un buen "saltillo" de Moreno Silva, hoy, en cambio, hubo muy poco que contar.

Fallaron los utreros de Araúz de Robles, todos en el límite de la invalidez, y, en consecuencia, también los novilleros, tres nombres de lo más modesto y novel de su escalafón, que vieron truncados sus esperanzas y sueños de gloria en la primera plaza del mundo.

El único astado propicio de la función fue el obrero de Benjamín Gómez que abrió plaza, un animal de preciosa lámina, y de embestidas nobles y prontas, con el que Diego Fernández tardó en acoplarse.

Tras unos primeros compases de faena llenos de dudas y demasiadas precauciones, el palentino acabó centrándose en dos series más ligadas y sentidas por el pitón derecho, pasajes que, no obstante, llegaron demasiado tarde, pues la faena nunca calentó.

Al cuarto, ya del hierro titular, apenas le hicieron sangre en el caballo ni para un análisis, y ni así pudo disimular su blandengue condición, quedándose muy corto y pegando cabezazos. Fernández anduvo aquí tan correcto como frío en una labor excesivamente larga.

El primero de Víctor Tallón, cornicorto y vareado, se sujetaba con alfileres por sus muy justas fuerzas, derrumbándose en las probaturas de muleta, reponiendo las embestidas fruto también de su actitud defensiva. El joven debutante llevó a cabo una labor afanosa y porfiona, en la que mostró buena disposición, pero poco resolutiva. Recibió una ovación por las ganas que puso.

La suerte de varas al quinto fue lo que se dice un simulacro, y ni cuidándole así aportó prácticamente nada en la muleta, perdiendo las manos cada dos por tres y, algo aún peor, desarrollando malas ideas. La gente estaba ya que echaba humo en los tendidos mientras que Tallón lo intentaba vanamente de todas las maneras posibles para, al menos, poder justificarse.

Manuel Cuenca recibió con airosas verónicas a su primero, un animal largo y sin remate, que acudió de largo al caballo, donde, sin embargo, apenas se le castigó. El menudo torero de Hellín calentó el ambiente con un eléctrico tercio de banderillas, pero en la muleta bajó el diapasón. El novillo, noblote, se movió sin clase y un punto pegajoso, y Cuenca no pasó de voluntarioso.

En el sexto, que cobró en el caballo lo que no cobraron sus hermanos, no repitió éxito con los rehiletes y volvió a estar tan afanoso en la muleta como en su turno anterior, y, para no perder el hilo conductor, tampoco resolvió.

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