Dos orejas de consolación en una corrida de Beneficencia de escaso brillo

  • Dos orejas de escaso peso específico, para El Juli e Iván Fandiño, fueron el balance de consolación de la tradicional corrida de Beneficencia celebrada hoy en Las Ventas, un festejo de escaso brillo que fue presidido desde el Palco Real por Don Juan Carlos I sólo dos días después de su abdicación.

Paco Aguado

Madrid, 4 jun.- Dos orejas de escaso peso específico, para El Juli e Iván Fandiño, fueron el balance de consolación de la tradicional corrida de Beneficencia celebrada hoy en Las Ventas, un festejo de escaso brillo que fue presidido desde el Palco Real por Don Juan Carlos I sólo dos días después de su abdicación.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Alcurrucén, de buena presencia aunque de dispares hechuras y volúmenes, y de juego descastado en su conjunto. Mansos en varas en su mayoría, sólo primero y quinto tuvieron cierta entrega en los engaños. El sexto desarrolló un peligroso genio

El Juli: estocada trasera (oreja muy protestada); media estocada muy trasera (palmas).

Iván Fandiño: estocada trasera (silencio); estocada trasera (oreja tras aviso).

Alejandro Talavante: estocada trasera tendida atravesada y cuatro descabellos (silencio); media estocada tendida y baja y tres descabellos (silencio).

Entre las cuadrillas destacó picando al cuarto Salvador Núñez y Juan José Trujillo saludó en el sexto tras dos arriesgados pares de banderillas.

Don Juan Carlos I presidió la corrida desde el Palco Real, acompañado por el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, y el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González.

Se puso el cartel de "no hay billetes" en las taquillas, en tarde calurosa y con viento racheado.

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SÓLO UNA OVACIÓN UNÁNIME

La cálida y larga ovación que la plaza de Las Ventas le tributó a Don Juan Carlos I cuando hizo acto de presencia en la balconada del Palco Real acabó siendo la más unánime de cuantas se escucharon a lo largo de una corrida de Beneficencia con orejas pero sin especial brillantez.

La corrida de la ganadería de Alcurrucén fue culpable en gran medida de que no hubiera ninguna faena redonda ni especialmente reseñable, aparte las generosas orejas concedidas, ya que en su mayoría los toros fueron demasiado mansos de salida y llegaron al último tercio sin celo ni entrega.

Esos dos únicos trofeos se los cortaron, precisamente, a los dos ejemplares que se emplearon con algo más de entrega en los engaños, y especialmente el primero de la tarde, aunque tuviera la rémora de cierta debilidad de cuartos traseros.

Fue, por tanto, toro con voluntad pero para tratar con temple y menos exigencias de esfuerzo que las que le planteó El Juli, visiblemente obstinado en hacer valer con él su toreo más autoritario.

Después de competir en quites con Iván Fandiño en ese mismo toro -el vasco por limpias y ajustadas gaoneras y el madrileño con variedad-, El Juli impuso al de Alcurrucén la firmeza de un toreo de mano baja y muleta permanente ante los ojos, que hizo que el noble animal se afligiera por momentos y que los muletazos no resultaran siempre fluidos.

Hostigado desde el tendido durante toda la faena por un sector de público, el resto de la plaza reaccionó a favor de Juli hasta solicitarle una oreja con una justa mayoría de pañuelos que el presidente finalmente concedió entre sonoras protestas.

Intentando doblar el trofeo en busca de una necesaria puerta grande, Julián López se alargó luego sin resultados con el manso y deslucido quinto, al que atosigó con su constante presencia para evitar que huyera.

El otro trofeo de la tarde se le concedió a Iván Fandiño para premiar, sobre todo, la arrogante y honesta ejecución de la estocada con que mató al quinto toro. Se volcó el diestro de Orduña sobre el morrillo en total rectitud, aún a costa de salir del embroque con la taleguilla desgarrada por el pitón a la altura de la femoral.

Antes de tan bello momento, el diestro vasco, que no brindó a Don Juan Carlos ninguno de sus toros, ligó con velocidad las primeras inercias de otro manso que acabó entregándole varias arrancadas manejables y a más en una faena de altibajos.

Ni Fandiño con el brusco y reservón segundo ni Alejandro Talavante con el desclasado tercero sacaron nada en claro pese a dilatar sus empeños en dos de los capítulos de nula historia de esta corrida.

En cambio, se tuvo muy poco en cuenta el generoso alarde de valor paciente y sin concesiones de Talavante ante un sexto manso y con genio que se hartó de pegar tornillazos al palillo de su muleta.

Intentó aplacar esa violencia el torero extremeño con quietud y suavidad, pero como respuesta sólo recibió coladas y cabezazos cada vez más arriba de su cintura, hasta que se resignó a coger la espada de acero.

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