Hilsenrath muestra la ironía que le salvó del horror nazi en "Fuck América"

  • Madrid.- A sus 83 años, el escritor judío Edgar Hilsenrath, superviviente del gueto de Czernowitz, es un hombre optimista, irónico y rebelde, porque gracias al sentido del humor ha podido exorcizar el horror nazi. Hoy ha querido presentar su libro "Fuck América" para que los españoles conozcan lados no tan buenos de EEUU.

Hilsenrath muestra la ironía que le salvó del horror nazi en "Fuck América"
Hilsenrath muestra la ironía que le salvó del horror nazi en "Fuck América"

Madrid.- A sus 83 años, el escritor judío Edgar Hilsenrath, superviviente del gueto de Czernowitz, es un hombre optimista, irónico y rebelde, porque gracias al sentido del humor ha podido exorcizar el horror nazi. Hoy ha querido presentar su libro "Fuck América" para que los españoles conozcan lados no tan buenos de EEUU.

Un libro cáustico, que se edita por primera vez en España en el sello Errata Natura, y en el que el escritor, entre ficción y realidad, narra sus experiencias como emigrante en Estados Unidos durante 25 años, tras huir del gueto de Czernowitz (antes Rumanía, hoy Ucrania) y pasar por Israel.

Un relato que cuenta cómo, en 1952, Jakob Bronsky recién llegado a Estados Unidos escribe sobre su aterradora experiencia en el gueto durante la Segunda Guerra Mundial en un libro con el título: "El pajillero", por donde pasan prostitutas, emigrantes, chulos o "beats". Todos los seres marginales excluidos del llamado sueño americano.

"No tengo ninguna nostalgia de Estados Unidos, pero hay que reconocer que existe cierta libertad que aquí no tenemos. Por ejemplo, allí se puede comprar de todo durante toda la noche", dice con un sarcasmo que no abandona en ningún momento durante la presentación del libro en la sede de Casa Sefarad en Madrid.

"El protagonista era un hombre solitario y un solitario qué se hace: pajas; de ahí el nombre y, además, es un título que sonaba mucho a best-seller", dice con esa hilaridad que le ha salvado de tanto horror y hasta de unas profundas depresiones que pasó cuando rondó los veinte.

A este autor que decidió a los 14 años ser escritor porque al leer a los grandes se dijo: "si estos pueden hacerlo yo también" y que reside en Berlín desde que regresó en el 92, le han comparado con Kafka o Rabelais, y él con esa claridad que le caracteriza dice por ejemplo que no le gusta Kertész, que no se merece el Nobel y que Primo Levi "no es un escritor, sino que hace documentos".

Ante la conocida frase de Primo Levi de que después de Auschwitz no puede haber poesía, Hilsenrath dice que para nada, que eso es imposible y que "las víctimas tienen que tener un lenguaje para expresarse".

Hilsenrath, que se declara judío pero ateo, porque no cree en ningún Dios, porque eso es una milonga", ha explicado que quiso regresar a Alemania para poder volver a hablar y escribir en su lengua, el alemán, y que hoy en Alemanía no quedan apenas nazis. "El peligro está en los países del este, en Rusia o en Rumanía. Allí si hay muchos fascistas antiguos que pueden resurgir".

El autor de "El orgasmo en Moscú", la única de sus obras en las que no está presente el tema del Holocausto, reconoce que va de vez en cuando a Israel, y que es y será sionista. "El antisemitismo no estaba solo en Alemania. Estaba en todas partes, y hoy está muy incitado por el extremismo islamista", asegura.

Respecto a un posible filosemitismo en Alemania, el escritor cree que "es un antesemitismo pero al revés. Los que antes eran malísismos ahora son buenísimos; y es que, con ello, los alemanes tratan de limpiar su conciencia".

Edgar Hilsenrath ha comentado que su próximo libro se llama "Berlín, estación central". También con tintes autobiográficos, y que trata de su vuelta a Alemania y se encuentra con un antiguo compañero de clase, nazi, que le pegaba cuando era pequeño.

"El protagonista va con la intención de matarle con una daga que lleva en el bolsillo, pero se da cuenta de que ya no es nazi y al final no le mata porque no le queda rencor", añade este hombre al que tampoco se le adivina nada de rencor.

Carmen Sigüenza

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