Puentes, presas y carreteras como obras del patrimonio artístico

  • Madrid.- Una nueva fundación, que lleva el nombre del ingeniero Miguel Aguiló, ha iniciado su actividad con el propósito de recuperar el valor de patrimonio artístico para puentes, presas, carreteras y otras obras de la ingeniería civil que construyen el paisaje del mundo.

Puentes, presas y carreteras como obras del patrimonio artístico
Puentes, presas y carreteras como obras del patrimonio artístico

Madrid.- Una nueva fundación, que lleva el nombre del ingeniero Miguel Aguiló, ha iniciado su actividad con el propósito de recuperar el valor de patrimonio artístico para puentes, presas, carreteras y otras obras de la ingeniería civil que construyen el paisaje del mundo.

De la belleza de los puentes, nada más convincente que el testimonio de Marilyn Monroe. El arquitecto Luis Fernández-Galiano recordaba hace poco el poema del suicidio publicado recientemente en el libro "Fragmentos".

"...Me gustaría estar muerta.... -escribió Marilyn- Siempre hay puentes -el puente de Brooklyn. Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura y el aire es tan limpio)... Así que tendrá que ser algún otro puente, uno feo y sin vistas -salvo que me gustan en especial todos los puentes- tienen algo y además nunca he visto un puente feo".

La "Fundación Miguel Aguiló para la investigación del Patrimonio y Paisaje Construidos", que éste es su nombre completo, nace vinculada a la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad Politécnica, en donde tiene su sede, y en la que Miguel Aguiló -ex presidente de Iberia y del Canal de Isabel II-, es actualmente catedrático de Estética y Paisaje de la Ingeniería.

"El propósito -ha explicado a Efe- es recuperar el sentido de la ingeniería civil, cuyas obras pueden tener más identidad que una catedral o un palacio. El nombre 'obra de ingeniería' ahora se está perdiendo por el de infraestructura y se vende por kilos; lo que deberían ser obras esenciales en la manera de vivir del hombre, se venden por kilómetros y, en un proceso de trivialización, se utilizan para crear empleo, conseguir un equilibrio interterritorial o favores políticos".

Viajero incansable por los puentes y edificios singulares del mundo y autor de más de una veintena obras, Miguel Aguiló, un apasionado de la ingeniería, considera urgente luchar por la recuperación del puente, de la presa, del dique, de las construcciones que nacen de la relación del hombre con la naturaleza en su necesidad de habitar el mundo.

"La actual instrumentalización de la ingeniería -hasta el punto, recuerda Miguel Aguiló, de que no importa abrir zanjas sólo para luego cerrarlas-, la empobrece y la sustrae a su verdadero sentido, que es hacer un mundo más habitable y más bello, con construcciones que en muchos momentos llegan a la categoría de 'arte'".

"Es difícil que esta ingeniería de intercambio comercial pueda ser atractiva. A ello hay que unir que las obras de ingeniería están atrapadas en su propia funcionalidad -ha destacado Aguiló-, que no las deja manifestarse con todo su esplendor y se olvida su valor artístico".

Esto lo tienen muy bien solucionado los arquitectos, en opinión de Miguel Aguiló: "un edificio es arquitectura en tanto en cuanto esté firmado por alguien conocido. Y ante cualquier horror, con decir que eso no es arquitectura, la crítica se desvanece".

"Nosotros estamos atrapados porque no se nos ha ocurrido decir nunca que un puente no es un puente, sino una construcción del paisaje. Y la arquitectura es como la espuma, sube y sube y su único riesgo es la burbuja. Los arquitectos han sabido sacudirse el polvo de una construcción gigantesca y una destrucción del paisaje en los últimos años", ha añadido.

Miguel Aguiló recuerda que el paisaje es nuestra mediación con el mundo. Una carretera bien hecha enriquece el entorno y si está bien trazada nos permite entrar dentro del paisaje, descubrir lo que tiene de hermoso. "El puente o la carretera dan un aura al paisaje, porque se colocan en un punto y todo lo que hay alrededor se transmuta en otra cosa".

La fundación, que comienza su andadura con una biblioteca de 5.000 libros y una colección de 60.000 fotografías donadas por Miguel Aguiló, se propone luchar, desde la investigación científica, para no dejar a las generaciones futuras un paisaje peor del que hemos recibido.

Concha Tejedor

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