Abdelmalek al Huti, el misterioso joven y "señor" de los rebeldes yemeníes

  • Abdelmalek al Huti, conocido entre sus fieles, los rebeldes chiíes del Yemen, como "Al said" (el señor), tiene 33 años y ya ha dado tal vuelco al país que poco a poco va consiguiendo su objetivo: mover los hilos desde la distancia y sin responsabilidades políticas.

Jaled Abdalá/Imane Rachidi

Saná, 20 ene.- Abdelmalek al Huti, conocido entre sus fieles, los rebeldes chiíes del Yemen, como "Al said" (el señor), tiene 33 años y ya ha dado tal vuelco al país que poco a poco va consiguiendo su objetivo: mover los hilos desde la distancia y sin responsabilidades políticas.

El joven comandante chií recuerda en su forma de ser al líder del grupo libanés Hizbulá, Hasan Nasralá: siempre confiado, se le ha visto pronunciar discursos largos e improvisados, sin titubear en ningún momento.

Al Huti se situó a sí mismo en una posición sagrada. Sus seguidores se refieren a él únicamente como "Al said" (el señor), calificativo que solo se utiliza por los musulmanes para dirigirse a los hachemitas, que descienden del profeta Mahoma.

Su inspiración en Nasralá, también chií, es tal que se expresa y centra sus palabras en una supuesta "conspiración" occidental e israelí contra los árabes, en la lucha contra la corrupción y la exigencia de una asociación de fuerzas políticas contra "el mal".

Su prestigio contrasta con el presidente de Yemen, Abdo Rabu Mansur Hadi, quien no tiene esa seguridad en sus apariciones en público, pues lee sus discursos y prefiere emitir comunicados escritos.

Desde que sus milicias llegaron a Saná el pasado septiembre, Al Huti ha pronunciado varias alocuciones, de más de una hora de duración y sin recurrir a papel alguno, que incluso han llegado a ser diarias, mientras sus seguidores le siguen con atención en todo el país.

Domina el arte de la oratoria y sabe cómo y cuándo atraer a los medios de comunicación en un calendario establecido por él mismo desde Saada, en el noroeste del Yemen, donde vive encerrado.

Desde allí pronuncia sus discursos, siempre en un lugar cerrado y evitando aparecer en reuniones públicas.

Incluso cuando grandes líderes tribales o gubernamentales han tenido que reunirse con él, se les ha sometido a un férreo control de seguridad.

Aparece siempre en público con un pañuelo yemení tradicional sobre los hombros y una daga (un arma también característica de los hombres de este país) envainada a la cintura y que le sobresale hasta el pecho.

Al Huti, que emplea un lenguaje asertivo que alterna con sonrisas y críticas a la corrupción vigente, tomó el mando del movimiento rebelde chií en el año 2010, tras el fallecimiento de su padre, Husein Badrudin al Huti.

En ese año, pudo alcanzar un acuerdo con el entonces presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh, para el fin de las guerras entre los hutíes y las fuerzas armadas en Saada.

De esa manera, fue el único y mayor beneficiario de los efectos que la denominada "Primavera Árabe" reportó en 2011 al Yemen y determinó la salida del poder de Saleh.

Ese fue el trampolín que le impulsó a la victoria y le dio luz verde para recuperar sus exigencias y conseguir un hueco mediático durante los últimos cuatro años.

Los que le conocen de cerca confirman que no busca ser el futuro presidente del Yemen, sino más bien una especie de "murshid" (guía espiritual) que mueve desde las gradas y a su antojo los hilos del país, el más pobre de la península Arábiga.

Es el quinto de los seis hijos de su padre, que, octogenario, lideró el movimiento durante seis años bajo el lema "Dios es grande, muerte a América, muerte a Israel, maldición a los judíos y la victoria del islam".

Se desconoce si Abdelmalek tiene estudios universitarios, puesto que se hizo cargo del grupo cuando tenía 24 años, aunque se sabe que cursó ciencia forense en Saada, así como estudios de religión chií.

En 2013, bautizó el movimiento como Ansar Alá (Seguidores de Dios), aunque la agrupación política original, que apareció en 1992, se denominaba "Movimiento de la Juventud Fiel" y surgió como fruto de la marginación que sufre la población del noroeste del Yemen.

Esa zona es un bastión de los "zaidíes", un dogma que surgió del islam chií y que constituye un tercio de la población de ese país.

El joven líder está poniendo en jaque al presidente yemení desde el pasado septiembre y parecer ganarle el pulso, pues una vez más se ha salido con la suya al obtener un compromiso de cambios en la Constitución y una mayor participación en el aparato estatal.

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