Treinta metros para pasear y respirar

Confinados en un palangrero: un positivo deja atrapados a unos pescadores de Lugo

Confinados en un palangrero
Confinados en un palangrero
Efe

José Martínez, armador del 'Carla', decidió el 23 de marzo hacer la prueba de Covid-19 a su tripulación. El resultado debía estar en 30 horas, pero llegó el domingo de esa semana. Un positivo recibido en la mar les obligó a tomar puerto. Están en Burela, en Lugo, y confinados en un palangrero atracado. Sus condiciones de trabajo son normalmente durísimas, pero más cuando el horizonte deja de ser una certeza, como es el caso. Lo que desconocía este hombre natural de Cudillero, en Asturias, era que esa salida iba a ser tan arriesgada.

"Fui a una clínica privada para el test, por decisión mía. Y lo que me comentaron es que si en un plazo de 24 ó 30 horas como máximo no me avisaban, era que no había problema, que todo perfecto, vaya". Pero no. El 29 contactaron con él. Mal augurio. Uno de los dieciséis sí tiene el virus. Se trataba de un compañero suyo que es de Avilés. "Nadie se lo esperaba. Ninguno ha tenido fiebre, ni otro síntoma, nada. El supuesto contagiado tampoco", cuenta a Efe desde cubierta.

La embarcación, de pabellón francés, inmovilizada en la dársena, se encuentra precintada: "Guardia Civil. No pasar". Nunca se hubiesen imaginado en estas. Se sometieron a un segundo examen, el de mayor fiabilidad, PCR, y todos han dado negativo. El capitán, galo, toma la temperatura a todos al menos dos veces en cada jornada. Ni una décima.

Así las cosas, como las familias de toda la dotación "tienen una costumbre, que es la de comer", José Martínez puso sobre la mesa la opción de salir a pescar, a caladeros situados a ochenta millas de la costa gallega, entre España y Francia, para que ante un eventual infortunio pudiesen llegar a tierra rápidamente. No se les permitió. Sanidad Exterior, la que interviene, por la bandera del Carla, se ha mostrado contraria. Sus inspectores han decretado cumplimiento de la cuarentena, la cual finalizaría el próximo 27.

Una vez pasado ese tiempo, sí se podría ordenar lógicamente la libre práctica del buque, que entonces volvería a moverse, a balancearse, y a retomar sus labores de pesca. Pero, por el momento, de acuerdo con el informe emitido por los técnicos de Sanidad Exterior, el organismo dependiente del Ministerio de Sanidad que se ha hecho cargo de gestionar la situación del pesquero y que es la máxima autoridad, las personas que se encuentran a bordo deberán desembarcar y cumplir lo que resta fuera.

Fernando Otero, el capitán marítimo de Burela, ha sido explícito en sus declaraciones a la prensa: "La Capitanía Marítima no puede autorizar su salida por el informe negativo de Sanidad Exterior". Igual de clarificador ha reaccionado a la pregunta de por qué tampoco pueden regresar a sus hogares: "No es viable, dado que viven en lugares muy dispares" de Asturias, Portugal y Galicia, ha ejemplificado.

"Lo más lógico", ha comentado, es que cumplan con el encierro en un hotel, pensión, residencia o incluso en la propia Casa del Mar de la zona, posibilidades todas ellas que están ahora mismo en estudio. El alcalde burelense, el socialista Alfredo Llano, aguarda que todo transcurra de la mejor manera posible, porque aunque dé "pena" el caso, ante la mayor emergencia de salud pública "un no es un no, y nada que rascar".

Esto último no es lo que opina José Martínez, que amaga con un nuevo cartucho. Ha puesto todo en manos de un abogado. "No dejan funcionar a un barco sano. ¿Y ahora en un establecimiento hostelero u otro supuesto similar? Rotundamente no. La gente quiere estar a bordo. Perdemos mucho dinero. Pero hay treinta metros para poder pasearse, respirar y ver".

Observar Burela, un pequeño pueblo costero situado a orillas del mar Cantábrico al que en 1968 llegaron inmigrantes caboverdianos, a cuya estela se fueron sumando senegaleses, peruanos, indonesios, y, así, hasta las 42 nacionalidades que conviven hoy entre sus cerca de 10.000 habitantes.

No en vano, este municipio, uno de los más pequeños de Galicia -7,8 kilómetros cuadrados- es el perfecto ejemplo del impacto positivo de la inmigración en la economía y la demografía, pues es el único ayuntamiento de Galicia con un crecimiento vegetativo, -la diferencia entre fallecimientos y nacimientos-, positivo y su población ha crecido un 20% en las últimas dos décadas. Ahora en su muelle está el 'Carla'. Y falta por ver cuál será su hoja de ruta.

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