Sin policía ni guarda de seguridad

Franco ya está solo en Mingorrubio, vigilado por cámaras de seguridad

El sábado se cumple un año desde que los restos del dictador fueron exhumados de su tumba en el Valle de los Caídos e inhumados en el cementerio de El Pardo. 

Casi un año después de que fuera enterrado Francisco Franco en la cripta del cementerio de Mingorrubio .
Casi un año después de que fuera enterrado Franco en Mingorrubio ningún coche de policía o guarda de seguridad vigila la entrada. 

Casi un año ha pasado ya desde que se exhumaron los restos del dictador Francisco Franco de su tumba en el Valle de los Caídos para inhumarlos horas después en cementerio de Mingorrubio, en la localidad madrileña de El Pardo. La decisión del gobierno de Pedro Sánchez puso los focos mediáticos en un campo santo sin más medidas de seguridad que sus guardianes y en el que al día poco más de 10 personas iba a rezar por sus seres queridos . Todo cambió en menos de una semana, con agentes de la Policía Nacional a las puertas pidiendo el DNI y un ir y venir de patrullas velando para que nada rompiera la paz. 

A ellos se sumó un servicio de vigilancia privada del que a día de hoy tampoco queda ni rastro. De Franco ahora 'cuidan' las cámaras de seguridad instaladas dentro de una cripta en cuyas rejas las telarañas que campaban a sus anchas cuando solo estaba enterrada Carmen Polo han dejado paso a innumerables flores, mensajes y banderas que los nostálgicos del dictador llevan en su memoria. Incluso plasman en un folio "los logros y medidas que se crearon en el Gobierno de Franco para el pueblo español tales como el subsidio familiar, el de la vejez, la ley de patrimonios familiares o las pagas extras de julio y Navidad". Dicho documento causa más de un debate entre los que lo ven. 

Aseguran los lugareños que una cosa sí ha cambiado en este cementerio madrileño. Cada fin de semana son numerosos los curiosos que, después de comer por la zona, no dejan pasar la oportunidad de acercarse hasta la tumba del dictador para llevarse una foto delante de la cripta cuya cerradura se cambió horas antes de que se ejecutara la decisión del gobierno por una con llaves blindadas. Las copias las tienen muy pocos. Los que han bajado a la cripta aseguran que una escalera de mármol lleva hasta esa planta baja de unos 30 metros cuadrados donde delante de un altar, bajo una pequeña cúpula, se encuentra la tumba de la mujer. A su lado se llegó a excavar con la intención de enterrar ahí al dictador, pero por la humedad del terreno lo impidió y los restos de Franco yacen justo a la entrada. Nada se mueve allí sin que salte la alarma instalada y las cámaras empiecen a grabar. 

La luz del exterior entra por unas vidrieras laterales a ras de suelo que antes de llegar los restos de Franco, fallecido y embalsamado el 20 de noviembre de 1975- estaban abiertas para evitar la concentración de humedad habitual en la zona,  pero que ahora rara vez se hace, protegidas además por unas rejas que tampoco existían cuando los feligreses de la localidad madrileña podían asistir a la misa de Todos los Santos en la capilla que hay en la primera planta de una construcción sobria de granito coronada en su tejado de pizarra negra por una campana y una cruz y sin otra igual que le haga sombra en todo el cementerio. 

Hace algunos años que esas puertas, independientes de la que baja a la cripta, se cerraron a cal y canto por problemas con el tejado. Hacerlo ahora supondría tener que quitar todas las banderas, dedicatorias y flores que se van dejando y cada 20 días un admirador del dictador acude a colocar. No suele faltar a su cita, como los vecinos que en alguna ocasión recuerdan esos días en los que tenían que dar el DNI en la entrada y el nombre del familiar al que iban a rezar. Alguno fue seguido por un agente hasta ver como se metía en uno de los mausoleos que sí emergen alrededor de la calle principal del cementerio.

Por ella hacía la ronda el guarda de la empresa de seguridad privada contratada para evitar altercados una vez fue trasladado allí el dictador. Nadie recuerda ninguno. Una de los primeros puntos que tenía que vigilar era precisamente la cripta. Otro, la puerta falsa del cementerio por la que entran los camiones que transportan las pesadas lápidas. El de Mingorrubio es uno de los cementerios de Madrid en los que poder ser enterrado en una sepultura es casi imposible si no se ha adquirido antes. Algunas de ellas llegaron a ascender a los 10.000 euros. 

Nadie vigila ahora nada, por ahora, a la espera de que se cumpla un año desde que Franco llegó a Mingorrubio para ponerlo todo patas arriba. Su tumba está ahora más cerca de la de numerosos militares franquistas, exministros al dictador y fieles del régimen que, bajo encinas milenarias, son también fotografiadas por los mismos curiosos que, sin pagar los 12 euros del Valle de los Caídos, se llevan un recuerdo de su paso por un cementerio que a día de hoy, a las seis de la tarde, sigue echando el candado a su puerta principal sin vigilancia alguna. 

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