Para Riz, el sentimiento de ser refugiado no lo borra ni el paso del tiempo

  • Riz Wakil ha logrado rehacer su vida en Australia, en donde desembarcó de una precaria embarcación hace 16 años. Pero este afgano que ha conocido todas las dificultades del refugiado sigue sin sentirse del todo en casa.

Hoy, este padre de dos hijos "lo ha logrado": con 34 años, lleva varios negocios en la región de Sídney y es consciente de todo lo que le debe a su país de acogida.

Pero, mientras sigue en televisión el calvario actual de decenas de miles de sirios e iraquíes que huyen de la guerra en sus países, Riz afirma que el paso del tiempo no borra jamás el sentimiento de ser un refugiado.

"Las dificultades del pasado, el sufrimiento de mi familia en Afganistán, esto no desaparece nunca", explica a la AFP en Auburn, un suburbio del oeste de Sídney.

"Cada vez que leo algo sobre esto - ya sea sobre Afganistán, Sri Lanka, Siria, Irak, donde la gente debe partir y tomar la decisión que mis padres tomaron por mí -, se me hiela la sangre", admite.

Frente a la conmoción mundial que suscitó la suerte de los migrantes de Oriente Medio, Australia anunció que acogería excepcionalmente a 12.000 sirios e iraquíes.

Aunque criticado por su virulenta política de rechazo de los barcos de migrantes, el gobierno australiano es al mismo tiempo aplaudido por la ONU por su programa eficaz de acogida e integración de los refugiados que acepta.

Riz era un clandestino. Fue su familia, de la minoría hazara, quien le obligó a partir de la provincia de Gazhni, en el centro de Afganistán, a causa de los talibanes.

Puso el pie en la isla-continente al cabo de 11 días de una extenuante travesía a bordo de un barco que transportaba a otros 76 migrantes.

Obtuvo su permiso de residencia tras ocho meses de detención administrativa: un documento temporal que le hizo sentir como "ciudadano de segunda".

Además de tratar de superar el trauma de haber dejado su país, este hombre del campo tuvo que reaprenderlo todo en Sídney.

"La prioridad es hallar una forma de estabilidad, empezando por encontrar un techo", explica a la AFP Tim O'Connor, del Consejo de Refugiados en Australia.

"Pero hay cosas más delicadas", afirma. "La experiencia de la guerra, los traumas potenciales asociados a la muerte de familiares o simplemente la conmoción por haber tenido que renunciar a lo que se ha construido durante una vida. Todo ello es muy duro de digerir".

También está el aprendizaje del idioma. En Australia, un buen dominio del inglés puede ser decisivo para una integración rápida.

"La mayoría de refugiados están bien formados (...) pero no tienen necesariamente documentos o diplomas que lo demuestren, y debido a su edad o la barrera del idioma, pueden tener dificultades para hallar un empleo en su ámbito", observa Yamamah Agha, responsable de Settlement Services International, una organización de ayuda a refugiados en el Estado de Nueva Gales del Sur.

"Uno de los grandes desafíos para los refugiados es cambiar de profesión y a menudo es una gran frustración tener que aceptar un trabajo menos cualificado", añade.

Para Riz Wakil, hallar su lugar en la sociedad también es un reto.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, recuerda, algunos afganos en Australia preferían decir que eran sudamericanos.

Si bien no ha podido hacer venir a toda su familia, que hoy vive en Pakistán, Riz no lamenta ni por un momento haber partido de Afganistán.

"Cada mañana, le digo a mi mujer que ni en Afganistán ni Pakistán soñamos con la vida que nuestros hijos tienen ahora".

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