Tres personas por metro

El Metro en hora punta no es lo que era: "La gente está resignada y más apática"

Entre las 6:00 y las 9:00 de la mañana, los madrileños salen a cumplir con sus trabajos. Pero los usuarios del tren subterráneo representan la mitad de lo que eran hace un año, antes de la pandemia.

La ocupación del Metro de Madrid ha ido bajando también en las últimas semanas.
El Metro en hora punta no es lo que era: "La gente está resignada y más apática".
EP

Cuando llegas al metro a primera hora de la mañana, una voz distorsionada aconseja a los pasajeros que se repartan a lo largo del andén para mantener la distancia de seguridad. Su recomendación resulta inútil en la estación Paco de Lucía, la primera de la línea 9 del Metro de Madrid: apenas hay viajeros a las siete de la mañana. Los usuarios no tienen dificultades para dejar dos asientos vacíos entre cada persona, como sugieren los carteles que ‘adornan’ los andenes. El espacio se va reduciendo a medida que el metro avanza por las diferentes estaciones y los pasajeros se ven obligados a reducir la distancia entre ellos. Es la hora punta y, ante la falta de espacio, solo queda resignarse.

"Actualmente ya no es tan 'hora punta', ahora no hay tanta gente". Anabel regenta una pequeña joyería en la estación de Plaza de Castilla. Asegura que el volumen de pasajeros ha disminuido notablemente aunque la gente va tan apurada como antes, especialmente en los tornos de la entrada. “Pero ya no se despiden con abrazos… en fin, hay que adaptarse” , dice, como si intentara convencerse a si misma.

En el vagón, varios pasajeros aprovechan que hay más espacio del habitual para leer o estudiar. Una mujer ‘armada’ con un bolígrafo rojo realiza anotaciones en unos folios que contienen lecciones de inglés. No muy lejos, dos chicas repasan, apuntes en mano, un examen de lengua y dejan claro su arrepentimiento por no haber aprovechado el día anterior. También hay quien utiliza el trayecto para adelantar trabajo, como un hombre que rellena tablas de contabilidad mientras graba sucesivamente notas de voz o tres chicos que discuten sobre la logística de un rodaje que podría tener lugar en el mismo metro. Cuando el vagón se vacía un poco, incluso lo recorren de arriba a abajo ensayando los movimientos de la cámara.

"Se nota que hay mucha menos gente", cuenta un hombre que minutos antes dormitaba apoyado en la pared del vagón. Los datos de Metro de Madrid le dan la razón. El primer lunes tras decretarse el confinamiento en marzo se registró una caída del 75,2% en la cifra de viajeros en la hora punta de la mañana, entre las 6:00 y las 9:00. Desde que se levantaron las medidas más restrictivas, el número de usuarios ha ido aumentando de forma paulatina. Fuentes de Metro de Madrid aseguran a ‘La Información’ que las probabilidades de contagiarse en el suburbano son muy bajas porque se siguen "a rajatabla" las recomendaciones de la Consejería de Salud y el Ministerio de Sanidad. Actualmente se permite un máximo de tres personas de pie por metro cuadrado y que se ocupen todos los asientos. Este último viernes hubo 107.319 viajeros hasta las ocho de la mañana, una cifra parecida a la del viernes de la semana pasada, pero un 49% menor a la del mismo viernes del año pasado.

En pocos lugares se notan tanto estas nuevas ‘ausencias’ como en los pasillos entre estaciones. Hay algunos que están completamente vacíos y cubiertos por un silencio que solo rompe el rumor de los trenes. No hay viajeros ni vigilantes ni personal de limpieza en esos rincones. Incluso la luz, tenue y blanquecina, parece diferente a la del resto del Metro.

Aún así, la concentración de pasajeros en los vagones sigue preocupando a algunos viajeros. "A veces, si el vagón va muy lleno, espero al siguiente", cuenta un joven colombiano que pide una mayor frecuencia en los trenes para que estén menos ocupados. Entiende, no obstante, que no es una tarea fácil. “Sé que tienen que controlar a demasiada gente”, admite, refiriéndose al personal de Metro.

La solución que propone una vigilante del servicio de seguridad es eliminar los parquímetros privados que disuaden a quienes podrían viajar en coche. Y subraya que todavía hay quien se resiste a usar mascarilla, incluso cuando los vigilantes se lo recuerdan. "La gente está resignada, como si todo el mundo se hubiera vuelto apático", comenta. El silencio imperante le da la razón. Los centenares de acentos que solían mezclarse en los trayectos ya no compiten con el traqueteo de las ruedas. La mayoría de los viajeros van cabizbajos, aunque generalmente sea porque no apartan los ojos de sus teléfonos móviles. Incluso quienes no lo hacen tienen la mirada perdida, como si estuvieran muy lejos de allí.

"Antes la gente era más abierta y estaba más dispuesta a ayudarte. Ahora saco el instrumento y se asustan", dice una clarinetista que se acaba de subir al vagón e interpreta piezas de ‘Earth, Wind and Fire’. Cuando toca, cubre la boquilla con la mascarilla que lleva puesta, y tiene otra atada al instrumento.

"Creo que nos hemos vuelto más pensativos, más tristes", opina una pasajera con acento ecuatoriano, "ya no hacemos planes de vacaciones y no sabemos qué va a pasar". A pesar de su diagnóstico, se intuye una sonrisa en sus ojos cuando toca el problema de la masificación en los vagones: "Es el transporte público que utiliza más gente, qué le vamos a hacer".

En la salida de la estación, un hombre con una maleta intenta sin éxito abrir el torno con su tarjeta de transporte. Duda cuando ve a otros pasando sin problema y retrocede unos pasos. Las láminas transparentes se separan y él sigue su camino con aire más confiado. Madrid sigue atrayendo visitantes, y el Metro podría ser el lugar donde más cerca se sienten de quienes llevan toda su vida viviendo en la capital.

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