Bankia se convierte en el único bastión financiero del PP

  • La encarnizada lucha de los barones del PP por mantener el control de sus cajas se ha saldado con un triste resultado: la nacionalización de Novacaixagalicia, la debacle de CAM dentro de Banco Base y la caída de España-Duero en manos de Unicaja, para disgusto de Caja Murcia. Sólo Bankia, la suma de Caja Madrid y Bancaja, ha sobrevivido.
R. Ugalde/E.Utrera

Tocado y hundido. Éste ha sido el resultado final de la encarnizada lucha de los barones del Partido Popular por controlar sus cajas. Una batalla mal diseñada, peor ejecutada, con demasiados generales al mando de un ejército sin gran capitán y con garrafales errores de estrategia.

Así, ha terminado ocurriendo lo inevitable: los populares han perdido todas sus posesiones, con la única excepción de Bankia, el banco creado por Caja Madrid y Bancaja; y el pequeño consuelo de una Caja Murcia relativamente fuerte dentro de Banco Mare Nostrum.

Pero, todo los demás es tierra perdida: Caixanova y Caixa Galicia serán nacionalizadas por un Gobierno socialista; la alicantina Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) hace equilibrios entre la intervención del Banco de España y la garras de Cajastur; y las castellanoleoneses Caja España y Caja Duero han caído en manos de Unicaja y su presidente, el todopoderoso Braulio Medel, un barón del sector financiero, bien relacionado con todos los partidos, pero cuya especial afinidad al PSOE es públicamente conocida.

Con esta triste moraleja, al PP le queda aprender la lección de los últimos dos años, y a sus barones, recordar que sin la unión, se pierde la fuerza.

Revolución levantina

CAM, la otrora cuarta caja de España, sólo por detrás de La Caixa, Caja Madrid y Bancaja, contaba con todas las bendiciones del presidente de la Generalitat, Francisco Camps, para sellar su matrimonio con Bancaja; mientras que el Banco de España respaldaba su integración con Caja Madrid y Caixa Galicia ya en los tiempos de Miguel Blesa.

Sin embargo, ninguna de estas dos operaciones llegó nunca a ver la luz. La creación de la gran caja levantina, en la que también se barajó integrar a Caja Murcia, cayó por su falta de lógica empresarial –la mayoría de la actividad se solapaba-, por las luchas de poder –tanto por retener la sede como la presidencia-, el gran agujero inmobiliario de las afectadas, y la falta de apoyo de Génova, que prefería integrarla con Caja Madrid.

Pero, la dirección del partido, que trajo a Rodrigo Rato a la presidencia de su buque insignia, no consiguió doblegar a Modesto Crespo, que llegó a dar platón al ex ministro de Economía cuando éste, en mayo de 2010, ya tenía descapuchado el bolígrafo para estampar la firma de su fusión con la alicantina.

La espantá de Crespo respondió a los cantos de sirena de una Caja Murcia tan popular como la madrileña, pero mucho más pequeña, lo que llevó al alicantino a confiar en un matrimonio donde él llevara los pantalones. Nada más lejos de la realidad, porque Carlos Egea, presidente de la entidad murciana, tenía claro el valor de su mayor solvencia y no estaba dispuesto a enterrarla por una cuestión de tamaño.

Este mismo razonamiento fue el que BBK, como buena norteña, puso por delante durante las negociaciones que tuvo con CAM para engullirla, justo después de que ésta rompiera con la murciana: la solvencia está muy por encima del tamaño –curiosamente, el mismo argumento que defiende ahora Cajastur- y no dudó en cerrar de un portazo la puerta a la alicantina cuando ésta comenzó con sus reivindicaciones.

Por entonces, finales de mayo, Caja Madrid ya había girado sus ojos hacia Bancaja, con quien terminó integrándose a principios de junio de 2010, dando a luz a la única entidad que ha sobrevivido dentro de la esfera de poder del Partido Popular: Bankia.

Frente castellano

Mientras los barones levantinos del PP lidiaban su particular batalla por el control de las cajas de la región, sus compañeros del noroeste de España protagonizaban otro de los capítulos más esperpénticos de este particular culebrón.

La historia de la fusión de las cajas de ahorros castellano leonesas tiene todos los elementos de un sainete: enfrentamientos internos, peleas entre entidades, rupturas y reconciliaciones y protagonistas que se quedan en el camino para, al final, caer en manos de una entidad andaluza con sede en Málaga, a más de 700 kilómetros de Salamanca.

La historia se remonta a octubre de 2008. Caja España y Caja Duero iniciaron conversaciones para una posible fusión. Desde el minuto uno, empezó un diálogo de sordos. Ni León ni Salamanca estaban dispuestos a ceder un ápice de poder.

Al dúo se sumaría después Caja Burgos, pero sus ínfulas de poder la dejaron fuera en noviembre de 2009. Sólo un mes después, Duero y España daban por rotas las negociaciones. La ubicación de la sede fue la excusa perfecta.

En enero de 2010, la presión de la Junta de Castilla y León y del Banco de España sentó en la mesa de nuevo a los representantes de ambas cajas. Por entonces, ya se libraba una dura batalla en Caja Duero entre su presidente, Julio Fermoso, y su director general, Lucas Hernández. Las discrepancias sobre el modelo de negocio y el futuro de la entidad les convirtieron en enemigos irreconciliables.

Con el apoyo de la Junta y del gobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ganó Hernández, un gestor de reconocido prestigio que la semana pasada anunció su dimisión tras al anuncio de la integración con Unicaja.

El 5 de enero, tras una maratoniana reunión de nueve horas en el Parador de Tordesillas, las dos entidades firmaban un preacuerdo de fusión en medio de una batalla campal. Hubo manifestaciones en Salamanca en contra de la operación, con la participación de algún ex directivo de la caja. Todo lo que vino después ha sido la historia de un quiero y no puedo.

La entidad, que estaba muy lejos de las exigencias de capital del Banco de España –requiere 463 millones de euros que se suman a los 525 ya recibidos del Frob- ha visto como el sueño de una gran entidad castellano leonesa se parte por la mitad. Tras unos devaneos testimoniales con Mare Nostrum –bendecidos por el PP-, se integrará en Unicaja, más pequeña pero mucho más solvente, hasta el punto de que pondrá sobre la mesa el dinero que la entidad necesita para cumplir con el Banco de España.

El saldo es desolador: el presidente y el consejero delegado de Caja Duero fuera del grupo y éste controlado por una caja andaluza, gestionada con firmeza por Braulio Medel y que tendrá un amplia mayoría en el nuevo grupo.

Empeño gallego

La de las cajas gallegas ha sido otra durísima batalla. En marzo del año pasado se produjo el tan ansiado apretón de manos entre los principales directivos de la firma y el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Antes, fue la locura. Hasta se dictaron leyes en el Parlamento gallego con el apoyo del PP y de BNG para jubilar al que se consideraba mayor obstáculo de la fusión, el presidente de Caixanova, Julio Fernández Gayoso.

En este rocambolesca operación, auspiciada y defendida hasta la extenuación por Núñez Feijóo, casi nada se parece a cómo fue concebido el guión original. Gayoso va a ser el piloto de la operación en detrimento de José Luis Méndez, la única gran víctima de la integración y que el pasado mes de septiembre dejó la dirección general de Caixa Galicia tras 29 años.

Pero, sobre todo, al grupo gallego no se salen los números. O, dicho de otra forma, está más lejos que nadie de los requisitos de capitalización. Novacaixagalicia necesita la friolera de 2.622 millones de euros para llegar al 10% de solvencia exigido.

La Xunta sigue insistiendo en que es posible captar capital privado para que la cantada nacionalización del grupo no sea tan radical. Pero inversores del peso de Amancio Ortega y Manuel Jove ya se taparon los oídos hace unos meses ante los cantos de sirena de Núñez Feijóo.


Tampoco quiso saber nada del asunto Banco Pastor, un banco cotizado al que la integración de Novacaixagalicia habría condenado al ostracismo bursátil y al enfado de sus accionistas de referencia.

Antes, en el verano de 2009, el presidente de la comunidad gallega había torpedeado una operación de altos vuelos: la integración de Caja Madrid, CAM y Caixa Galicia. La operación, urdida por el ex presidente de la caja madrileña, Miguel Blesa, chocó con el no rotundo de Núñez Feijóo, obsesionado con la creación de la gran caja gallega.

¿El resultado? Hoy, Novacaixagalicia es un zombie con un coeficiente de solvencia del 5,2% por el que ningún gran inversor local está dispuesto a apostar. O cae en las redes de un grupo mucho más solvente al estilo de Caja España o Núñez Feijoó está abocado a compartir su sueño con el Estado durante mucho tiempo.

Del mismo modo, los sueños de grandeza de CAM ha terminado arrastrándola a la nacionalización, ya sea dentro de Banco Base, o en solitario, vía intervención del Banco de España. Y Caja Duero-España se diluye dentro de Unicaja. Al final, los barones parecen haber muerto de tantas ansias de poder.

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