Historia de una infamia

Los esclavos alzaron las grandes obras de la humanidad... porque eran baratos

Desde el Canal de Isabel II en Madrid a la Gran Muralla china, pasando por el modelo agrícola en EEUU o la antigua Grecia, millones de personas han trabajado gratis y a la fuerza para que la economía avanzara.

Imagen del Canal de Isabel II y los prisioneros construyendo el Pontón de la Oliva.
Imagen del Canal de Isabel II y los prisioneros construyendo el Pontón de la Oliva.
La Información

La colosal obra hidráulica del Canal de Isabel II de Madrid conduce el agua de la sierra hasta la capital para garantizar el suministro a los madrileños. Fue construida a mediados del siglo XIX. Hasta entonces era una ciudad abastecida por 77 fuentes públicas que procedían de manantiales subterráneos casi exhaustos. Hoy el Canal de Isabel II está considerado como una de las mejores obras de ingeniería de España. Se construyó gracias a 1.500 presos carlistas: fueron usados como mano de obra barata, y se dedicaron a picar piedra en el Pontón de la Oliva a 70 kilómetros de Madrid.

En el siglo I antes de Cristo, en tiempos del emperador Octavio Augusto, los romanos empezaron a extraer oro de las Médulas de León usando esclavos. Los romanos empleaban un método llamado 'ruina montium' que consistía en traer agua de montañas, declinarla en pendientes mediante acueductos y almacenarla cerca de las Médulas. Los esclavos horadaban la roca haciendo enormes túneles para que, al abrir las esclusas, el agua bajase y golpease las entrañas del monte con tal fuerza, que arrastraba el oro hasta caer en los lavaderos, donde se desecaba y se extraía el polvo del metal precioso que luego iba a Roma. Hoy las Médulas están consideradas Patrimonio de la Humanidad.

Muchas de las grandes obras públicas de la humanidad fueron construidas por mano de obra esclava. Los griegos consideraban que tener esclavos era algo natural. En el primer libro de 'Política', Aristóteles afirma que los dueños tienen dos clases de propiedades domésticas: las inanimadas, que son las cosas, y las vivas, que son los seres humanos. "Los elementos de la economía doméstica son precisamente los de la familia misma, que, para ser completa, debe comprender esclavos y hombres libres". Hace poco, la filósofa Agnes Callard se preguntaba en las páginas de 'The New York Times' si deberíamos eliminar a Aristóteles de nuestra vida: era un antiliberal que defendía que la esclavitud era buena para los esclavos. 

Los romanos pensaban lo mismo que los griegos sobre la esclavitud, y hasta crearon unas cárceles para esclavos rebeldes llamadas 'ergástulas', donde les ponían argollas en el cuello para que no escaparan durante la noche. En la India, incluso hoy día, los que nacen en la casta de "los intocables" son siervos de por vida, y las otras castas ni siquiera les dirigen la palabra. La Gran Muralla china fue construida por 300.000 soldados y 500.000 peones plebeyos a los que se trató como esclavos pues no se les compensó económicamente, o lo suficiente para subsistir. Murieron miles de ellos en su construcción y, durante siglos, la Gran Muralla fue conocida como "el cementerio más grande del mundo". Hoy está considerada una de las Siete Maravillas del Mundo. 

La cosa no ha cambiado mucho con los chinos porque en este siglo XXI periódicamente se destapan talleres clandestinos chinos en España, donde los compatriotas ricos explotan y maltratan a los más pobres. Los esclavizan. 

Los pueblos más fuertes se han pasado la vida esclavizando a los más débiles, tratándolos como mercancía y traficando con ellos. En la famosa batalla de Lepanto, en la que se enfrentaron un cuarto de millón de hombres, las galeras cristianas y otomanas estaban movidas por prisioneros-esclavos de ambas religiones. Los galeotes estaban encadenados a sus tablas, y vivían y morían ahogados sobre ellas cuando sus naves se iban a pique. La cruda vida de los galeotes fue contada de forma notable en un ensayo del médico español Gregorio Marañón. Comían al día un bizcocho (pan) tan duro que si no lo mojaban en agua o vino les rompía los dientes. Hacían sus necesidades en los bancos de madera, y se pasaban la vida remando, salvo cuando había viento a favor. El olor de las galeras era tan pestilente que las naves se hacían notar antes de llegar a puerto. 

Cervantes describe en un capítulo de Don Quijote el encuentro del caballero y su criado con una fila de encadenados que son conducidos a galeras por haber cometido algún crimen, según le explica Sancho Panza. Y entonces, el hidalgo pronuncia una frase que debería figurar como la primera declaración sobre los Derechos Humanos: "…Esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su voluntad". Y por eso Don Quijote decide liberarlos ya que su oficio es "desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables".

Cervantes también fue esclavo y tratado como mercancía. Cuando su nave fue presa de piratas berberiscos, fue llevado a Argel, donde cumplió cuatro años de prisión hasta que una orden religiosa en España y un rico valenciano pagaron por su liberación 500 ducados, unos 20.000 euros de hoy. 

Una de las partes más ominosas de la historia de Inglaterra, y luego EEUU, es la compra, transporte y venta de esclavos para las plantaciones de EEUU. Se calcula que desde principios del 1600 hasta la Guerra Civil americana de 1865, casi medio millón de personas fueron empleadas como mano de obra esclava, la mayoría procedentes de África. Un reportaje del 'National Geographic' afirmaba en 2003 que la esclavitud ayudó a construir la economía de EEUU. ('How slavery helped build a world economy').

Muchos de los llamados Padres Fundadores de EEUU eran esclavistas a pesar de que redactaron una Declaración de Independencia en 1776 que en su segundo párrafo dice que "todos los hombres fueron creados libres". Por eso les resulta tan difícil a los niños norteamericanos de origen africano ver la misma narrativa cuando estudian libros de historia. En una clase de blancos y negros, unos proceden de los dominadores y otros de los dominados. Estudiar así historia es muy difícil. 

Hace poco, el tataranieto del padre fundador Thomas Jefferson (esclavista) y de una de sus esclavas de color, afirmaba en las páginas de la prensa americana que cuando iba a Washington ni se le ocurría acercarse a los monumentos en memoria de Jefferson. Pedía que se derribaran las estatuas de su antepasado, como han pedido otros descendientes de esclavos de EEUU. 

Pero la esclavitud, como recordaba el periodista Javier Brandoli, no es solo cosa de "blancos malos occidentales". La historia está plagada de mexicanos que explotaron a chinos; africanos de Liberia que explotaron a sus conciudadanos; chinos que explotaron a negros en Johanesburgo; chinos que explotaron a chinos usando a prisioneros como mano de obra gratis para penetrar en África; chinos que explotaron a los uigures en China; españoles que oprimieron a la tribu de los kalinago en América; y hasta el millón de europeos que fueron capturados, esclavizados y vendidos (entre ellos, Cervantes) entre los siglos XVI y XIX por piratas berberiscos... 

La Convención sobre la Esclavitud, aprobada en 1926 pretendía prohibir esa práctica. Pero esa práctica se sigue empleando con otras formas de vida ahora en el siglo XXI. Si hubiera que derribar monumentos que usaron mano de obra esclava, habría que empezar con la Gran Muralla China y terminar con el Canal de Isabel II. La explotación de humanos por humanos ha sido una de las constantes de la historia porque había una razón de peso económico: era mano de obra barata. Es una historia triste pero verdadera.

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