Ante una crisis alimentaria

La falta de grano de Ucrania cede a EEUU el control de los precios de los cereales

La salida puntual de los barcos en plena guerra no despeja la incertidumbre y produce que los operadores vuelvan la mirada a la cosecha norteamericana de maíz para calcular la oferta y fijar los precios este verano.

Trigo maíz cereales
La falta de grano de Ucrania cede a EEUU el control de los precios de los cereales. 
Yurii Rylchuk / CONTACTO vía Europa Press

El conflicto en el mar Negro ha puesto en jaque el mercado del cereal internacional, en el que Ucrania y Rusia son los principales exportadores de grano, solo superados por Estados Unidos y envían el 30% del trigo que se consume alrededor del globo, según recogieron los ministros de Agricultura del G7 en un informe. Esta escasez de oferta ha hecho que los operadores internacionales vean la cosecha del país norteamericano como único ‘salvavidas’ para evitar el desabastecimiento en Occidente y la consecuente hambruna en África, Asia y Oriente Medio sobre la que ha alertado la ONU. También lo ha hecho España, el país que más cereal importa del continente europeo, que se ha visto obligado a compensar las toneladas de maíz que compra cada año a Ucrania. 

A semanas de poner fin a la temporada estival, con la cosecha de los cereales de invierno prácticamente completada en el hemisferio norte, preocupa especialmente la evolución de la cosecha de maíz en EEUU, un cereal que requiere mucha agua, lo que ha implementado la lógica del ‘weather market’ o mercado del clima que hace que los precios de los cereales suban o bajen en función del pronóstico de precipitaciones en el país del Tío Sam, explica Jose Manuel Álvarez, secretario general de La Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas de España (ACCOE). “Esto ha generado que el mercado internacional presente una volatilidad extrema, cambia casi cada día, tras una semana bajista se anunciaron tres días sin lluvias y hubo una subida espectacular”, señala.

En el mes de julio, los precios experimentaron una bajada del 11,5% respecto a junio, aunque se sitúa un 16,6% por encima de su valor de julio de 2021, una caída que responde, al acuerdo para desbloquear las exportaciones desde los principales puertos en el mar Negro y el aumento de la disponibilidad de oferta gracias a las cosechas del hemisferio norte. No obstante, desde ACCOE apuntan que el envío del cereal ucraniano ha tenido un impacto reducido, más allá de la bajada inicial motivada por una llegada que se pensaba que no se iba a producir, dado que en el medio plazo reina la incertidumbre y no sé sabe con qué regularidad se realizarán estos envíos, ni cuándo se dejará de hacerlo por el conflicto bélico. En cambio, la salida de los 20 millones de toneladas retenidas con envíos regulares, cambiarían por completo el escenario internacional. 

La reducción en el flujo de llegada de estas exportaciones, que se ha limitado al envío de un número reducido de buques tras el pacto entre la ONU, Rusia y Ucrania, ha tensionado los precios estos meses, hasta el punto de que Egipto no ha podido hacerles frente en una subasta, mientras acostumbraba a importar el 70% del trigo que consume de estos dos países, como también lo hacía Turquía. De hecho, en los últimos años Kiev había exportado el 40% de su maíz y trigo a África y Oriente Medio y se había consolidado como el principal proveedor de maíz a China. El documento elaborado por los países del G7 también destaca que hasta 26 países importan la mitad del trigo que consumen de Rusia y Ucrania y otros 24 lo hacen en más de un 30%.

España necesita importar cereal

La dependencia de Europa de estos cereales es mucho menor, ya que, como traslada José Manuel Álvarez, la mayor parte de países del continente son autosuficientes y en la zona mediterránea Italia tiene buena producción de grano. “Los únicos países altamente deficitarios son España y Portugal, aunque este segundo en menor medida debido a que su población es menor”, indica. En el caso español, la cosecha de esta temporada ha sido media, asegura, cercana a los 18 millones de toneladas, aunque las buenas previsiones derivadas de las precipitaciones adecuadas al inicio de la primavera, se vieron mermadas por las altas temperaturas registradas antes de finalizar la estación. Ahora, gran parte de esta cosecha aguarda en los almacenes a la espera de que la tendencia vuelva ser al alza. Sin embargo, la demanda nacional es muy superior a lo recogido, de entre 35 o 38 millones, en función de la cantidad de piensos compuestos que se vayan a producir.

Para obtener el restante, España también pone el foco en EEUU, puesto que en los últimos años Ucrania y Brasil se han disputado el puesto de primer proveedor de maíz del territorio español y la salida de la producción de Kiev está en duda. No obstante, España cuenta con otros orígenes sustitutivos y ya está afrontando el encarecimiento de precios, por lo que desde ACCOE descartan que vaya a producirse un escenario de desabastecimiento. Por el contrario, respecto a los precios, admiten la dificultad de hacer previsiones a corto y largo plazo hasta mediados de septiembre, cuando se sepa con certeza el resultado de la cosecha norteamericana y el cómputo de la oferta en el mercado. Es por ello, que estas tensiones no resultan ajenas a la industria nacional, porque aunque esté en una situación privilegiada frente a otros países como Indonesia o Túnez, España depende de un cereal extranjero altamente demandado.

Un drama humanitario

Las dimensiones de esta problemática escalan la coyuntura económica y pronostican un auténtico drama humanitario. En 2021, había 828 millones de personas afectadas por el hambre y casi tres millones de niños murieron por desnutrición o causas derivadas, según recoge la FAO. Esta cifra podría dispararse en el caso de que los países con menos recursos se vean privados del acceso al cereal, en un contexto en el que el precio de la harina lleva meses preocupando a los líderes del continente africano. Así se lo trasladaron a Putin el presidente de la Unión Africana, Macky Shall y el presidente de la Comisión Africana, Moussa Faki Mahamat, en una reunión celebrada en la ciudad rusa de Sochi, el pasado mes de julio, donde le instaron a liberar las reservas de cereales y fertilizantes bloqueadas por la guerra.  

Pero el líder ruso parece haber ignorado esta petición, o al menos darla por resuelta al permitir el envío de un puñado de buques. El ministro de Agricultura ruso, Dmitri Pátrushev, ha anunciado que el país podría revisar a la baja su plan de exportación de cereales para este año, decisión que ha atribuido a una cosecha que no va a alcanzar los 130 millones de toneladas previstos, por la falta de lluvias. Rusia planeaba exportar hasta 50 millones de toneladas, cantidad que ahora se plantea reducir, aunque no ha concretado cuánto. Mientras, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha asegurado que el mundo se enfrenta a la posibilidad de que la guerra genere una ola de hambre y miseria sin procedentes, que dejaría tras de sí un caos social y económico. En 2011, el incremento de precios de los alimentos desató la Primavera Árabe en más de diez países, once años después, la subida vertiginosa del precio del pan ha vuelto a ocasionar protestas populares en Irak.

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