Los grandes jefes de las cajas se saltan el ajuste: sólo han caído seis

  • Las cajas de ahorros han reducido su número desde 45 a 17 desde que empezó la reestructuración del sector. Un auténtico terremoto que, sin embargo, apenas ha dejado seis víctimas en las cúpulas de unas entidades sometidas a un ajuste sin precedentes.
Narcís Serra dejará en noviembre la presidencia de la fusión entre Catalunya, Tarragona y Manresa
Narcís Serra dejará en noviembre la presidencia de la fusión entre Catalunya, Tarragona y Manresa
E.Utrera

Julio Fermoso y Lucas Hernández en Caja Duero, Narcís Serra y Fernando Casado en Catalunya Caixa, Miguel Blesa en Caja Madrid y José Luis Méndez en Caixa Galicia. Estas son las seis únicas víctimas en la cúpula de las cajas de ahorros españolas, que están viviendo la mayor revolución de su historia.

El ajuste duro en el tamaño de las cajas de ahorros no se ha trasladado a sus grandes ejecutivos. En los dos años de reestructuración que ya acumula el sector –un proceso que no obstante sólo ha cogido velocidad en los nueve últimos meses- sólo han dejado su cargo seis personas de los dos primeros niveles de las entidades, presidentes y directores generales.

Unos se han ido a la fuerza, otros de forma voluntaria al menos aparentemente -porque en la práctica han sido víctimas de los acuerdos políticos o de una mala gestión-, y otros, los gestores, tras dar por terminada una etapa convulsa y de máxima tensión. Otros, incluso, se han ido por dinero. Es decir, porque lo que cobraban les parecía poco.

Sin embargo, la inmensa mayoría, a pesar de que el sector ha requerido en los tres últimos años el reconocimiento de minusvalías por valor en 22.000 millones de euros en activos, de que ha tenido que realizar provisiones por otros 30.000 millones y de que aún tiene un déficit de capital de 14.077 millones de euros, se ha ido de rositas. Al menos de momento.

De los pocos que han dejado la silla, el más tempranero fue Miguel Blesa. Tras trece años como presidente de Caja Madrid, se marchó en febrero del año pasado con el beneficio más bajo de todo su mandato tras cerrar un 2009 que definió como "un año para olvidar", en el que destinó 484 millones de euros a provisiones.

Blesa resumió el ruido de sables que le despojó de la presidencia con una recadito a los políticos: "A veces te dan un abrazo y otras un empujón. Yo me quedo con la media". Detrás dejó un grupo tocado por la morosidad y un desbocado crédito a promotores. Y, también, una cartera de participadas con unas cuantas píldoras envenenadas. Rodrigo Rato tomó el relevo para dar forma a lo que hoy es Bankia.

Luego fue el turno del ex ministro Narcís Serra. El presidente de Caja Catalunya dijó adiós cuando se cerró la fusión con Tarragona y Manresa, que requirió 1.250 millones del Frob. La situación de la caja que presidía era delicadísima.

Tanto que el hijo de la fusión, Catalunya Caixa, está hoy abocada a la nacionalización. Necesita otros 1.718 millones de euros para llegar al ratio del 10% de capital principal. Aunque apoyaron la fusión, los sindicatos de Caixa Catalunya votaron en contra de la gestión de la entidad y calificaron al consejo como de administración como "uno de los peores y más incompetentes" de la historia de la entidad.

Como gran parte de los presidentes -la mayoría de ellos teóricamente no ejecutivos- de las cajas de ahorros, Serra era un completo advenedizo en asuntos financieros.

Su sustituto en Catalunya Caixa duró un suspiro –tres meses- y por lo tanto su salida nada tuvo que ver con problemas de gestión. El pasado 15 de febrero, Fernando Casado anunció su dimisión. La razón es que no estaba contento con su sueldo y que la comisión de retribuciones de la entidad paralizó un acuerdo para que cobrara 800.000 euros anuales.

Incompatibilidad de caracteres

También está fuera de la caja castellano leonesa el dúo que durante una época dirigió los destinos de Caja Duero, en pleno proceso de negociación para la integración con Caja España. Se trata del ex presidente de Caja Duero Julio Fermoso y el hasta la semana pasada director general de la caja fusionada, Lucas Hernández. Una cuestión de incompatibilidad de caracteres.

El enfrentamiento entre el neurólogo –Fermoso- y el gestor –Hernández- saltó por los aires con un argumento de lo más peregrino: la rehabilitación del Teatro Lope de Vega de Valladolid. Hernández se opuso a la inversión de siete millones de euros, que no era recomendable por la difícil situación financiera del grupo, como la realidad ha demostrado.

Fue sólo la punta del iceberg de una relación muy deteriorada ya. Fermoso no perdonó la afrenta y buscó apoyos para defenestrar a su director general. Finalmente, la Junta de Castilla y León y el Banco de España apostaron por el gestor. Fue Fermoso quien dejó la presidencia, en julio de 2010.

La salida de Hernández, que se ha jubilado con 65 años cuando estaba previsto que lo hiciera a los 70, ha sido una sorpresa. Se produjo la semana pasada, después de que la caja castellano leonesa firmara un acuerdo de integración con Unicaja por el que la entidad andaluza toma las riendas y rompe el sueño de una gran caja castellano leonesa.

El peor parado

Pero posiblemente nadie ha salido peor parado que el director general de Caixa Galicia, José Luis Méndez. Había dirigido los destinos de la entidad desde 1981 y veinte años después perdió la gran batalla. La fusión con Caixanova le dejó fuera contra todo pronóstico y señaló como gran ganador a su eterno rival, Julio Fernández Gayoso.

Casi ningún otro ejecutivo del sector en España ha tenido tanto poder. "Ha sido un califato en toda regla", señalan desde las cajas. Incluso, dos de sus hijos han alcanzado puestos directivos. Uno de ellos, José Luis, ha dirigido la Corporación.

Son los ángeles caídos –unos más y otros menos- de un sector en el que, por méritos, la lista podría ser mucho más larga.

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