Industria farmacéutica

El modelo Netflix se reivindica como arma contra la resistencia a los antibióticos

La fortaleza microbial a la que se llama “pandemia silenciosa” por los expertos, promete poner en jaque el sistema sanitario y gobiernos y farmacéuticas están buscando fórmulas para desvincular los ingresos de las ventas.

Gráfico industria farmacéutica
El rompecabezas económico para vencer la resistencia a los antibióticos
Nerea de Bilbao (Infografía)

Desde hace más de treinta años, la industria farmacéutica no desarrolla una nueva familia de antibióticos y las bacterias, uno de los organismos más adaptables del planeta, están aprendiendo a sortearlos. La resistencia a los tratamientos antibacterianos está considerada uno de los diez mayores riesgos sanitarios que afronta la humanidad y se ha ganado el apelativo de “pandemia silenciosa”, con 4,95 millones de personas muertas en 2019, más que enfermedades como el VIH o la malaria. El desafío, además de sanitario, es económico, ya que, bajo el modelo actual, las grandes farmacéuticas no investigan para obtener nuevos antibióticos ya que no les compensan los gastos y los gobiernos están intentando dar con la fórmula para que las mayores farmas del mundo pongan su capacidad al servicio de esta pandemia. Es la oportunidad para que los economistas se pongan creativos y ya han surgido ideas como el modelo Netflix o la extensión de patentes de terceros fármacos como premio.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) esta es una crisis “socioeconómica”, ya que no existe un mercado viable para nuevos antibióticos. “El rendimiento de la inversión en nuevos antibióticos de reserva no cubre los costes de su desarrollo, fabricación y distribución”, concluía la entidad en el informe Incentivar el desarrollo de nuevos tratamientos antibacterianos 2023, realizado junto a Global AMR R&D Hub, una organización impulsada por el G20 en 2018, como parte de un llamamiento para mejorar la coordinación entre las distintas economías para frenar esta amenaza.

De no frenarse la resistencia antimicrobial, esta condición podría acarrear diez millones de muertes para 2050, según la propia organización. “No hay ninguna empresa de más de quinientos empleados que esté desarrollando antibióticos actualmente porque no ofrece un beneficio inmediato y hay fármacos mucho más rentables como la diabetes o el colesterol”, según explica el director se la Unidad de Resistencia a los Antibióticos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y asesor de la OMS en resistencia a los antibióticos y One Health, Bruno González-Zorn.

Si no se realiza ninguna acción, la resistencia a los antibióticos costaría 100 billones de dólares en todo el mundo, una cifra calculada por el investigador Jim O’Neill en 2014 a petición del Gobierno Británico. Aunque la cifra se calculó antes de la pandemia del Covid-19, a raíz de la cual el uso de antibióticos se incrementó y ha acelerado los tiempos de esta pandemia silenciosa. En el último informe realizado por la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), publicado este septiembre, se calcula que la cifra se sitúa actualmente en 29.000 millones de dólares anuales en 34 países miembro de la organización. González-Zorn cree que la mortalidad que se iba generar hasta 2050, ha avanzado hasta 2040 debido a la crisis del coronavirus.

Por ahora, la OMS ha señalado que los incentivos a la investigación que reducen el coste de desarrollo del I+D han “contribuido a mitigar algunos retos”, pero los describen como “insuficientes” para cumplir con los objetivos. Además, alertan que, si no se genera un mercado viable, la inversión en I+D seguirá disminuyendo.

De la fórmula Netflix al premio para el ganador

Para afrontar una crisis que promete generar más muertos que el cáncer, los gobiernos se han puesto manos a la obra explorando nuevas fórmulas para que la economía de los antibióticos funcione. La última campanada la ha dado el Gobierno estadounidense, que ha anunciado un presupuesto de 100 millones de dólares para potenciar la investigación contra las bacterias resistentes, un proyecto que se canalizará a partir del Advanced Research Projects Agency for Health (ARPA-H), un centro inaugurado el pasado año. En 2020, el departamento de salud aprobó el plan Pioneering Antimicrobial Subscriptions To End Up surging Resistance Act of 2021, llamado Pasteur Act, para establecer contratos de suscripción para medicamentos antimicrobianos de primera necesidad, la llamada fórmula Netflix. En este modelo, los gobiernos pagan periódicamente a las farmacéuticas una cifra acordada por la aparición de un nuevo fármaco, tanto si se usa como si no, igual que un usuario paga Netflix todos los meses tanto si ve series y películas, como si no lo abre en todo el mes.

La ley no pasó el filtro de la cámara de representantes en 2020, pero la medida resucitó en la política estadounidense en abril y podría aprobarse el año que viene. Por ahora, el Gobierno estadounidense está optando por aprobar ayudas al desarrollo (en 2022 aprobó una de 300 millones de dólares para la próxima década) y está incluida en los presupuestos de Joe Biden para 2024. La Casa Blanca espera invertir nueve millones de dólares en financiación obligatoria para fomentar estos medicamentos “desvinculando el volumen de ventas de los ingresos”.

Quien sí ha sumado al modelo Netflix ha sido Reino Unido. En 2022, el National Health Service (NHS) británico cerró el primer contrato bajo esta fórmula del mundo junto a Pfizer y la japonesa Shionogi y está estudiando ampliar el programa. En la Unión Europea, se está negociando entre los 27 y los lobbys farmacéuticos para dar con la tecla correcta para solucionar el problema.

“Se puede optar por un modelo de darle un premio al primero que saque el nuevo fármaco, un modelo implantado en Estados Unidos que no ha funcionado muy bien”, explica González-Zorn, que apunta a otras recetas como “modelos de financiación fija, que se le da a la empresa unos ingresos acordados o de financiación intermedia, en los que se acuerda completar los ingresos con fondos gubernamentales si no se alcanzan los objetivos”. El catedrático señala que, además, se puede optar por otras técnicas alternativas, como por ejemplo extender la patenta de otras moléculas que reportan más ingresos a las farmacéuticas. “Hay que cambiar el paradigma para solucionar el problema”, asegura.

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