Draghi, el hombre que quiere que Alemania deje de apretarse el cinturón

  • Mario Draghi ha aprovechado su visita a Madrid para alabar las reformas estructurales españolas, especialmente la realizada en el mercado laboral.

    El presidente del Banco Central Europeo (BCE) lleva tiempo reclamando a los gobiernos europeos apoyar sus políticas monetarias con políticas fiscales.

Mario Draghi, presidente del BCE.
Mario Draghi, presidente del BCE.
L.Díaz
L.Díaz

Mario Draghi es presidente del Banco Central Europeo (BCE) desde 2011. O lo que es lo mismo: ha vivido los peores años de la crisis económica y la consecuente llegada de los populismos que acechan el proyecto europeo. Desde que llegó al cargo, el banquero italiano ha intentado dirigir a la asimétrica Unión Europea.

Esa diferencia entre el norte y sur supuso a principios de la década enconados debates sobre la excesiva ortodoxia de la Troika -unión del BCE, el FMI y la Comisión Europea-. Término que ha caído en desuso últimamente. Draghi decidió bajar los tipos de interés del 1,50% al 1,25% en su primera semana en el cargo, con la intención de que el dinero llegase a los mercados. En marzo de este 2016 los bajó al cero.

Mario Draghi ha acudido hoy a Madrid para participar en el centenario de la 'Deusto Business School'. Ha vuelto a subrayar que la política monetaria no puede tirar sóla del carro, y que los gobiernos europeos deben insuflar ánimos a la economía con políticas fiscales expansivas. Un mensaje que lleva tiempo cayendo en saco roto, pero que, sin embargo, en las últimas semanas pudo influir en Bruselas. 

Las instituciones europeas dieron el visto bueno para que los países que puedan -España no está entre ellos- se desabrochen un par de agujeros el cinturón. Un estímulo que podría ayudar a las economías a revitalizar sus breves crecimientos. Ya que la política monetaria no da para más, es hora de la expansión fiscal.Alemania y los ahorradores

Puede que sea demasiado tarde para levantar la mano, pero parece que Bruselas da un giro a sus propuestas. La inyección de dinero en la economía, gracias a los bajos tipos de interés y la compra de 80.000 millones de deuda mensuales, ha resultado insuficiente.  El objetivo primordial de Mario Draghi era evitar la deflación. El IPC de la eurozona ya ronda el 0,7% y se espera que el alza de los precios en la zona euro se sitúa en el 1,2% para 2017 y en el 1,6% para 2018.

Pero los tipos al cero perjudican a los ahorradores. Y aunque sea necesario reflotar la economía europea, las grandes diferencias entre países se traducen en necesidades distintas. Mientras que a España las políticas del BCE junto a la caída de los precios del petróleo y la recuperación de puestos de trabajo han ayudado a la economía, en Alemania éstas políticas han sido perjudiciales.

"Le dije a Mario Draghi que podía sentirse orgulloso; que podía atribuir al diseño de su política el 50% de los resultados de un partido nuevo y exitoso en Alemania", llegó a decir en abril Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas alemán.  Mientras que con esos tipos bajos las familias y empresas tienen más fácil acceder al préstamo, los ahorradores alemanes, que invierten en depósitos, seguros de vida y de jubilación, ya que las intereses que producen esos productos son menores.

Motivo por el que Schäuble culpa a Draghi del auge del pario xenófobo Altenativa para Alemania (AfD), ya que esos ahorros que tenían los alemanes para asegurarse el futuro acabaron dando escasos beneficios. "Algunas críticas pueden poner en peligro la independencia del BCE y frenar la inversión de las empresas. Somos independientes, pero cada vez que la credibilidad de un banco central se pone en duda los resultados se retrasan y es necesario tomar más medidas expansivas", contestó Draghi a Schäuble en ese momento. "Obedecemos a la ley, no a los políticos, porque somos independientes".Se acerca el fin de las ayudas

Pero éstas políticas expansivas no han sido seguidas por las políticas fiscales. Como si se andase con una sola muleta. Ahora se avecina el fin de las compras de deuda, fijadas para marzo de 2017, y la eurozona no muestra síntomas de mejora. Es más, las proyecciones para los próximos ejercicios son de desaceleración. 

A lo que hay que sumar un detalle: la crisis de identidad de la Unión Europea. Tras la salida de Reino Unido del club de los 28, el referéndum del domingo en Italia -que podría suponer la llegada al poder de partidos partidarios de abandonar la UE-, candidatos eurófobos como Marine Le Pen en Francia y Geert Wilders en Holanda o la pérdida de credibilidad en las instituciones por parte de la ciudadanía el panorama es desolador.

Draghi dedica en todas sus intervenciones públicas varios mensajes a la necesidad de que los gobiernos hagan más. No puede funcionar una unión tan desligada. "La política fiscal debería apoyar la recuperación, respetando las reglas fiscales", es el mensaje del italiano. E incluso ha pedido subidas de salarios, "que llevan años creciendo por debajo de la productividad".

Si 2016 dejó a la Unión Europea dudando sobre sí misma, 2017 puede acabar de desintegrar el proyecto común. La política monetaria de Draghi, que no dudará en ampliar los estímulos, ha intentado ser el nexo entre países que no han entendido que poseen diferentes coyunturas económicas. 

Mostrar comentarios