Cascos, más líder de una derecha asturiana que reduce su mayoría

  • Raúl Molina.

Raúl Molina.

Oviedo, 25 mar.- Cuando el 1 de enero de 2011 Francisco Álvarez-Cascos se personó en la madrileña calle de Génova para notificar su baja en el PP tras 34 años de militancia, pocos pensaban que la nueva formación larvada en Asturias tras ser rechazado como candidato por su partido sería capaz de llegar a gobernar el Principado después de doce años de hegemonía socialista.

Aunque nacido en Madrid en 1947, este ingeniero de Caminos que hace gala de origen asturiano puso en marcha un nuevo proyecto "transversal", pero surgido de las entrañas del partido en el que desarrolló una amplia trayectoria política que le llevó de concejal en Gijón en 1979 a secretario general durante diez años y vicepresidente del Gobierno durante una legislatura.

Dieciséis escaños permitieron a Álvarez-Cascos en mayo de 2011 formar un Gobierno en minoría con un discurso regionalista, basado en la denuncia del "abandono" de Asturias y en la existencia de un supuesto pacto secreto entre las cúpulas "acomodadas" de PSOE y PP para repartirse el poder en la región.

Apenas ocho meses de gestión, enfrentamientos con Cajastur, con los grupos de oposición, con el mundo cultural por sus denuncias contra las supuestas irregularidades del Centro Niemeyer y con el recién elegido Gobierno de Rajoy desembocaron en un estudiado golpe de efecto, uno más en su trayectoria, consistente en anticipar las elecciones por primera vez en una comunidad de vía lenta.

El rechazo a unos presupuestos, cuestionados por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, fue el argumento de Cascos para disolver el Parlamento y coger con el pie cambiado a PSOE y PP, más pendientes ya en ese momento de resolver sus congresos regionales y, a nivel nacional, de afrontar las elecciones andaluzas.

Con argumentos que recordaban a los esgrimidos en 1998 por Sergio Marqués, el único presidente de Asturias del PP que acabó expulsado de su partido tras enfrentarse con el "general secretario", embarcó a sus seguidores de Foro Asturias, que le siguen con una fe casi mesiánica, en una nueva campaña, su territorio favorito.

Profundo conocedor de Asturias y de su historia, el pescador Álvarez-Cascos volvió a recorrer 'caleyas' y pueblos buscando el voto de sus paisanos e inflamando a sus seguidores con intervenciones cargadas de espíritu regeneracionista realizadas por un político que, desde 1979, sólo ha permanecido siete años al margen de esa actividad.

Antiguos colaboradores suyos en el PP durante décadas lamentaban en la pasada campaña: "No es el Cascos que yo conocí, él no hubiera hecho esto" mientras le reprochaban que ocultara haber sido conocedor de que los populares hubieran firmado cualquier acuerdo medianamente satisfactorio para salvar la cara tras la enésima guerra intestina de esta formación en Asturias.

Y en la campaña, Álvarez-Cascos, como auguraban viejos dirigentes del PP, se creció al llegar a su terreno predilecto. Marcando los tiempos e intentando que, igual que diez meses antes, fueran los demás los que tuvieran que responder día tras día a sus mensajes.

Cuestionado desde el PSOE por una supuesta vinculación a la trama Gürtel que, por el momento, no le ha llevado a los tribunales, el excronista taurino Curro Pelayo volvió a conducir a sus fieles hacia las urnas que lo han situado como segunda fuerza política y a tres escaños de los socialistas.

Ha garantizado, ante el escepticismo de PSOE y PP que le han criticado sus ausencias de la región ya como jefe del Ejecutivo, que seguirá en Asturias tras el 25M porque, dijo en su último mitin, los asturianos son un pueblo montañero y pescador que antes de emprender una ruta ya tienen previsto como será la cordada de regreso.

Sólo el ya jefe del Ejecutivo en funciones sabe en qué consiste. Los suyos, aún desconociéndola, aún le seguirán por la vía que marque a partir de los 13 diputados logrados en las elecciones que debían decidir si Álvarez-Cascos acabará o no su carrera política al frente de un Gobierno autonómico como sí hizo su mentor, Manuel Fraga, a cuyo entierro acudió investido de presidente de Asturias.

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